Carlos Medrano

Director de aseguramiento de la calidad UDP

Cuando era niño sufría de algo que, con el paso de los años, he denominado “pensamiento trágico”: la costumbre de imaginar todas las calamidades posibles que podrían ocurrir en la vida diaria, medio en broma, medio en serio. Ese rasgo, que casi había desaparecido en la vida adulta, reapareció con el nacimiento de mi hija, etapa que vino acompañada de una renovada capacidad de imaginar tragedias y peligros y riesgos casi inverosímiles. Y es en esos años (2016) que me encuentro por primera vez con este libro, que leo y releo con una periodicidad que alguien encontraría preocupante. En Interestatal, Stephen Dixon escribe un relato sostenido en esos temores imaginarios. Construye un caleidoscopio a partir de la historia de un padre que, en un viaje en carretera acompañado por sus dos hijas pequeñas, se ve entreverado en una disputa de tráfico que termina con una de ellas asesinada. El desgarro, el duelo, la necesidad de revancha que consume una vida completa y la caída del protagonista son los elementos que dan forma a la primera parte de la novela, que termina con un retrato de la agonía dolorosamente real. A partir de ahí, Dixon escribe y reescribe siete versiones del mismo hecho, capítulos que perfectamente podrían vivir simultáneamente en una fracción de segundo en la cabeza de alguien que vive una tragedia semejante y que piensa, en un tiempo paralelo, todo lo que dijo y que pudo decir y hacer, en todas las variantes que pudo tener ese día, todas las formas posibles de contarle a su esposa sus trágicas novedades, en qué hubiera pasado si la muerta fuera otra y, finalmente, cómo hubiera terminado ese viaje si todo esto no hubiera pasado. 

Dixon es capaz de crear una variedad asombrosa de formas para contar historias llenas de humor, de desgarro y de vitalidad. 

Es una escritura valiente que recomiendo cada vez que puedo. 

Stephen Dixon, Interestatal, Buenos Aires,

Eterna Cadencia, 2016, 480 páginas

 


 

Caro Mouat

Mediador de lectura

Me gustan mucho los diarios íntimos. Acceder a lo más cotidiano de una persona mientras lo vincula con reflexiones personales me parece fascinante. La portada de este libro no contiene el título, solo aparece sobre un fondo gris un cuerpo visto desde abajo que parece flotando. Esa imagen resume bien el transitar de estas páginas. Se supone que es un aterrizaje, pero me parece que es más una pasajera en trance (como canta Charly). 

La narradora vuelve a su Bogotá natal después de dejar Buenos Aires, donde vivió siete años con F. Las primeras páginas nos hablan de la extrañeza de ese regreso al origen, de lo conocido pero que ya no es propio y todos esos paisajes externos e internos atravesados por la mirada de la madre. El libro se abre en dos movimientos que van de la mano, la búsqueda de volver a (re) construirse después de un desamor y el preguntarse dónde queda una cuando le atraviesa el rayo del enamoramiento. Las páginas son habitadas por el deseo que le provoca G, la novedad, el intelecto, el tacto, lo expansivo de un cuerpo ante unas manos desconocidas que lo abren. Sin embargo, la gracia de este texto está en su honestidad. En el terror que le genera este salto al abismo, en querer regresar a F porque es lo conocido, en recordar quién es ella y cuál es su centro para no perderse en esta “droga dura que es el amor”. 

Un libro hermoso que nos habla sobre el partir y la llegada, sobre corazones afectados por el amor y el desamor, pero sobre todo sobre la incertidumbre.

Laura Ortiz Gómez, Diario de aterrizaje, Sevilla,

Barrett, 2024, 100 páginas

 


Carolina Illino

Periodista cultural

Hay personas que pueden hacer de lo insignificante algo fascinante. Por eso, cuando escuché que mencionaban Diario del dinero en un podcast, me cautivó su premisa: contar una vida a través de los gastos. Rosario Bléfari (a quien conocí primero como actriz en Silvia Prieto – que me llevó también a leer los cuentos de su director, Martín Rejtman–, luego por su música, y finalmente por sus libros de cuentos y poesía) relata lo más terrenal de cómo sobrevive una artista: la precariedad de sus finanzas, de qué se tratan sus días, y cómo desde esa cotidianidad tan básica puede nacer la magia. Es algo que suele captar mi atención: cuando el argumento de una obra parece ser irrelevante. Quizás lo más icónico sea Seinfeld, una serie que se supone que se trata sobre nada. Me pasó también con la película Sobre las nubes de María Aparicio, que corrí a ver en cuanto me la describieron como aburrida. Lo mismo cuando llegué a Lo infraordinario de Georges Perec en un precioso taller de lectura. Y cuando me recomendaron La novela luminosa de Mario Levrero.

Universos aparentemente monótonos pero irresistibles, de los que no he querido salirme. 

 

Rosario Bléfari, Diario del dinero, Buenos Aires, 

Mansalva, 2020, 176 páginas

 


Rodrigo Millán

Sociólogo y traductor

Comencé a leer Zona, de Mathias Enard, y no pude parar. Es un monólogo de casi quinientas páginas, escrito sin pausas, apenas con comas y unos excepcionales puntos seguidos que hacen difícil decidir dónde colocar el marcapáginas. Está narrado por un excombatiente de los Balcanes, devenido en agente de la inteligencia francesa que viaja al Vaticano a concretar la venta de informaciones que ha recabado en su trabajo. Durante todo el libro estamos en su cabeza, en un tren nocturno desde Milán a Roma en que la caña de anfetaminas y trago acelera sus recuerdos. Pedazos de memorias personales, relatos que escuchó, personas que conoció, batallas sobre las que leyó y que vivió con un fusil en mano, todos centrados en esa gran zona, un espacio-tiempo mediterráneo, muy a la Braudel, pero contado a través de una corriente de conciencia en que se conecta la sanguinaria historia del siglo XX en Europa, el norte de África y Medio Oriente. Hay algo de Ulises, de un viaje en que se exponen sospechas, vergüenzas y fracasos personales, pero que también entronca con las propias fracturas de Occidente y del propio Oriente. Un libro de guerras civiles, genocidios, vendedores de armas, fugitivos, guerrilleros, criminales de guerra, agentes dobles y tantos otros que hacen parte de una genealogía de la brutalidad, cruda y cruel como la que cuenta Euclides da Cunha en sus Sertões, que no comienza ni termina en la biografía de Francis Mirković.

Mathias Enard, Zona, Barcelona, 

Literatura Random House, 2016, 464 páginas

Laura Ortiz Gómez, Diario de aterrizaje, Sevilla,

Barrett, 2024, 100 páginas

 


Carolina Illino

Periodista cultural

Hay personas que pueden hacer de lo insignificante algo fascinante. Por eso, cuando escuché que mencionaban Diario del dinero en un podcast, me cautivó su premisa: contar una vida a través de los gastos. Rosario Bléfari (a quien conocí primero como actriz en Silvia Prieto – que me llevó también a leer los cuentos de su director, Martín Rejtman–, luego por su música, y finalmente por sus libros de cuentos y poesía) relata lo más terrenal de cómo sobrevive una artista: la precariedad de sus finanzas, de qué se tratan sus días, y cómo desde esa cotidianidad tan básica puede nacer la magia. Es algo que suele captar mi atención: cuando el argumento de una obra parece ser irrelevante. Quizás lo más icónico sea Seinfeld, una serie que se supone que se trata sobre nada. Me pasó también con la película Sobre las nubes de María Aparicio, que corrí a ver en cuanto me la describieron como aburrida. Lo mismo cuando llegué a Lo infraordinario de Georges Perec en un precioso taller de lectura. Y cuando me recomendaron La novela luminosa de Mario Levrero.

Universos aparentemente monótonos pero irresistibles, de los que no he querido salirme. 

 

Rosario Bléfari, Diario del dinero, Buenos Aires, 

Mansalva, 2020, 176 páginas

 


Rodrigo Millán

Sociólogo y traductor

Comencé a leer Zona, de Mathias Enard, y no pude parar. Es un monólogo de casi quinientas páginas, escrito sin pausas, apenas con comas y unos excepcionales puntos seguidos que hacen difícil decidir dónde colocar el marcapáginas. Está narrado por un excombatiente de los Balcanes, devenido en agente de la inteligencia francesa que viaja al Vaticano a concretar la venta de informaciones que ha recabado en su trabajo. Durante todo el libro estamos en su cabeza, en un tren nocturno desde Milán a Roma en que la caña de anfetaminas y trago acelera sus recuerdos. Pedazos de memorias personales, relatos que escuchó, personas que conoció, batallas sobre las que leyó y que vivió con un fusil en mano, todos centrados en esa gran zona, un espacio-tiempo mediterráneo, muy a la Braudel, pero contado a través de una corriente de conciencia en que se conecta la sanguinaria historia del siglo XX en Europa, el norte de África y Medio Oriente. Hay algo de Ulises, de un viaje en que se exponen sospechas, vergüenzas y fracasos personales, pero que también entronca con las propias fracturas de Occidente y del propio Oriente. Un libro de guerras civiles, genocidios, vendedores de armas, fugitivos, guerrilleros, criminales de guerra, agentes dobles y tantos otros que hacen parte de una genealogía de la brutalidad, cruda y cruel como la que cuenta Euclides da Cunha en sus Sertões, que no comienza ni termina en la biografía de Francis Mirković.

Mathias Enard, Zona, Barcelona, 

Literatura Random House, 2016, 464 páginas

Skip to toolbar