Fotografía: Diego Medina
Hinde Pomeraniec entrevistó a Valeria Tentoni sobre su libro El color favorito, un ensayo híbrido que es mitad manual de entrevistas y mitad reflexiones personales sobre el oficio del periodismo cultural. Apenas parte la conversación, Tentoni se declara —y se le nota en la voz— nerviosa, “porque estoy frente a vos que sos una maestra justamente en el asunto que trata el libro”.
Hinde Pomeraniec (Buenos Aires, 1961), “la maestra”, es una entrevistadora atípica: escucha y escucha, le da carrete al entrevistado, lo hace sentir cómodo, pero cuando le toca hablar lo hace sin titubeos y poniéndose al mismo nivel intelectual de quien tiene al frente, y sutilmente demuestra que no solo conoce bien la obra de esa persona sino que ha leído mucho y se maneja con propiedad en los entresijos de la literatura en español. Hinde es periodista y escritora; ha trabajado en prensa escrita, en la televisión y en radio. Durante casi dos décadas lo hizo en el diario Clarín como editora de la sección cultural y como analista de política internacional. En 2017 recibió el Premio Konex de Platino a la mejor periodista literaria de la década en Argentina. Después de haber creado y dirigido durante cinco años la sección Cultura de Infobae, hoy sigue escribiendo en ese medio, que también publica sus entrevistas.
El diálogo con Valeria Tentoni se dio en el programa Vidas prestadas de Radio Nacional, la radio pública argentina, que invariablemente abría con la voz pausada de Hinde diciendo “un programa sobre libros y sobre mundos posibles”. Y la definición le venía perfecta: durante cerca de doscientos capítulos —escuchadísimos, compartidos y comentados en plataformas de streaming y redes sociales varias— recomendó libros nuevos, desempolvó libros viejos, hizo leer en voz alta a personajes conocidos fragmentos de sus obras favoritas, pero sobre todo entrevistó a muchísimas de las mejores escritoras, escritores e intelectuales de Latinoamérica y España. Vidas prestadas se transmitió por cinco años, desde 2019 hasta 2024, y, directa o indirectamente, como un buen número de actividades culturales, desapareció con la llegada al poder del presidente Javier Milei.
Hinde se preocupa de aclarar este punto. Considera normal que un nuevo gobierno revise los contratos de los medios estatales a través de sus nuevos directivos, y por supuesto su trabajo estaba sujeto a evaluación, “pero acá no hablaron con nadie; así que, por suerte, no me tuve que tragar ese disgusto. Mi salida fue porque se terminó el contrato y me fui”.
El mote de maestra del periodismo cultural que le dio Tentoni y los constantes comentarios de apoyo en redes sociales por la desaparición del programa dieron pie a la idea de conversar con ella en torno al oficio, a los procedimientos, atajos y mañas del arte de la entrevista. Pero antes de entrar en esos vericuetos le pedimos un comentario sobre la situación de la cultura en su país, y su diagnóstico es desolador:
“Veo muy mal la situación de los medios y del mundo cultural en la Argentina, como no lo había visto nunca antes. Yo puedo cuestionar montones de cosas del kirchnerismo, el amiguismo, programas hechos a medida para alguna gente, nada que vaya a sorprender a nadie en el mundo. Lo que estamos viendo ahora, por primera vez, y de manera muy ostensible, es un gobierno que desprecia profundamente la cultura. Ni siquiera se da la posibilidad para explicarles ‘mire, a usted que mide todo por dinero, le aseguro que con la industria cultural también puede ganar dinero’. No existe esa posibilidad, porque hay una asociación directa que hace el gobierno de Javier Milei con que cultura es kirchnerismo o cultura es izquierda. Y si es kirchnerismo o izquierda, no les interesa. Si se hablaba de una batalla cultural por imponer un relato, acá lo que hay, a diferencia del kirchnerismo, es una batalla para terminar con la cultura”.
Con respecto al rol del periodismo en una situación como la que describe, responde: “El periodismo que nosotros hacíamos ya no existe, por varias razones: porque lo fueron esmerilando y porque había colegas que se sentían muy cómodos haciendo de voceros del gobierno de turno. Pero no existía la obscenidad que vemos hoy, como si fuera natural. Una de las razones que una tiene para hacer periodismo es justamente hacer cosas, pero no como representantes del gobierno sino que informando, analizando, ayudando a pensar, haciendo las preguntas incómodas. ¿Cómo vamos a estar como simples amanuenses?”.
Entrevistando a la entrevistadora
Esta entrevista se hizo vía Zoom. Hinde Pomeraniec estaba en Grecia y el entrevistador en la Región del Maule, en Chile, con seis horas de diferencia. Y esto, como se verá, debe ser dicho.
—Tentoni dice que en sus entrevistas suele preguntar “¿cuál es tu color favorito?” como estrategia de entrada, para saltarse barreras. ¿Cómo sueles romper el hielo, abrir los fuegos?
A mí me da mucha seguridad conocer muy bien al entrevistado. Cuando digo conocer muy bien, es haber estudiado mucho: haber leído todo lo que había que leer, haber visto otras entrevistas. A diferencia de lo que les pasa a otros colegas que no quieren contaminarse, no me preocupa decir “te escuché en una entrevista con tal, que le dijiste esto”. No me preocupa repetirme. Cuando llego a una entrevista, en realidad es como si ya lo conociera, aunque nunca lo haya visto en mi vida. Y eso me da tranquilidad. Se nota mucho cuando hago entrevistas con gente que conozco bien en mi vida, porque hay un ida y vuelta entre dos personas que se quieren o respetan mutuamente los trabajos de cada uno.
Lo que me parece, y uno lo ve mucho, y no hay excusas —a veces uno justifica diciendo “la precarización hace que no haya mucho tiempo”—, es que no se puede hacer una entrevista sin haber estudiado. Porque hay entrevistas, que son las clásicas, que existieron siempre, en que alguien va a estrenar una obra y lo entrevistamos para llevar gente al teatro y lo llamamos y él habla. Ahí solo me queda conducir, “hablá, dale, esto te viene bien a ti”. Pero en una entrevista donde una quiere el lucimiento de un intelectual, de un escritor, de un artista, para que aquellos que nunca lo leyeron se tienten, tú tienes que conocerlo. Tienes que saber qué escribió, qué le gusta leer, con quién se peleó, tienes que saber de dónde viene, si había libros en su casa. Cuando sabes todo eso, como ya lo viste en acción con otras personas, sabes también qué cosas le molestan, y entonces nunca vas por ahí. O si hay algo que sabes que le va a molestar, pero tienes que preguntárselo, nunca va a ser la primera pregunta.
—¿Me podrías dar un ejemplo?
Fui a entrevistar a César Aira el año 91, cuando todavía daba entrevistas en la Argentina. Le hice una entrevista muy larga para Clarín, fue para la tapa del suplemento, en la época en que él hablaba de la literatura mala, cuando empezaba con las novelitas pequeñas. Pero antes de ir una muy amiga mía, que es además una excelente periodista, me dijo: “Hablar con Aira fue la peor entrevista de mi vida, porque contesta solo con monosílabos”. O sea, yo ya sabía eso. Cuando me senté en el bar donde él escribía en esa época, y nos ponemos a hablar, a la primera que me contesta sí o no yo me quedé esperando, porque estaba advertida. No me fui encima. Entonces, él decía sí o no porque estaba pensando, y después seguía con una larga respuesta. Eso es conocer a alguien. Yo lo sabía porque le había ido a preguntar a mi amiga. En esa época lo hice así, hoy me habría dado cuenta viendo YouTube.
El conocer es algo que hago mucho, con los años, por supuesto se hizo más pronunciado, porque conocí a un montón de personas; algunas me dieron la mejor entrevista de sus vidas y otras me trataron con un desprecio profundo. Eso puede pasar también, la gente amanece atravesada y lo debes saber olfatear. Hay entrevistas que son, como decimos nosotros, puro remo, no son las que uno más disfruta. No es lo mismo romper el hielo con alguien que va a mi programa que ir a visitarlo a alguna parte. El que viene a mi programa viene a verme a mí, soy local.
—Trabajaste muchos años como periodista de política. ¿Cuál es la diferencia práctica entre una entrevista cultural y una política?
En las entrevistas a intelectuales, la posibilidad de armar clima es fundamental para que lo que emerja de ahí sea más sustantivo y de pronto menos casete, y con los políticos eso es más complicado. En general con los políticos reemplazas eso con la mirada, tratando de contar algo de lo que estás viendo. Cuando estás sentada, por ejemplo, con un presidente que puede dar muchísimas señales de otro tipo —pienso en Piñera, concretamente—, los modos en que se movía de pronto eran algo que daba mucho más que lo que decía, y cómo, después, eso lo fue cambiando con el coaching. Yo lo vi. Eso a un lector atento le interesa y le describe un poco una persona. Yo trato de trabajar con eso, aunque sea en la cabeza de la nota, en el comienzo.
Las diferencias son muchas: con los intelectuales y artistas establezco conversaciones, más que entrevistas, en el sentido de querer sacar algo. Además, algo que me gusta mucho es escuchar, no me interesa que digan ay, qué inteligente lo que dijo Hinde; si tengo que hacerme la pavota no me importa, no me preocupa detener y decir no entendí, explícame mejor eso. No soy un igual, en cuanto a que lo que estoy diciendo yo no es tan interesante como lo que dice el entrevistado. Eso es lo que me da la libertad para preguntar cosas que de otro modo no preguntaría. Y con los políticos no es así.
—¿De qué te sirve ser al mismo tiempo entrevistadora y entrevistada (como ahora)?
No estoy tan segura de que ayude. Quizás me ayuda más como entrevistada el ser entrevistadora, no al revés. O sea, son tantos los años que llevo preguntando y queriendo saber sobre los demás que, por ejemplo, tengo seteada la cabeza para entrevistas de media hora; yo te hago que cuando la leas parezca larguísima, me acostumbré.
Cuando hago entrevistas más largas no puedo cortar, todo me parece importante. ¿Cómo la voy a cortar a Mariana Enríquez, estoy loca? ¡Que hable! Pero es importante saber que en ese “que hable” hay un montón de cosas que te pueden parecen muy importantes pero después, si sabes aprovechar la media hora, muchas veces queda ultracondensado, concentrado. Porque las dos sabemos que tenemos un tiempo específico.
—Una de las características de tus entrevistas es que, pese a que suponemos que muchas veces tienen que ver con la promoción del último libro publicado, es decir con una industria potente que hay detrás, logras un grado de cercanía, de complicidad. Sé que esta capacidad es intransferible, pero se agradecería algún consejo.
Eso es lindo. Espero que no ofenda a nadie, pero cuando decido hacer una entrevista es porque tengo verdadero interés en esa persona, más allá de la industria, del libro puntual, más allá de que esté en la Argentina. Te vas a fijar que hay personas a las que entrevisté dos o tres veces, o entrevisté a gente que nunca había visto; que leí un libro cinco años después de que salió y dije “quiero conocer a esta escritora o escritor”. O hay algo que tiene que ver con el olfato: leo a alguien y digo “acá hay un tapado”. ¿Qué pasó que nadie lo detectó? ¿Cómo a alguien que escribe así ni yo ni nadie lo ha entrevistado? Eso que me dices es algo que me gusta mucho y que procuro mucho, me parece que para decir cosas importantes —no en el sentido de trascendentales sino que entretenidas, inteligentes o emocionales—, para que eso ocurra alguien tiene que estar cómodo. Entonces, vuelvo a dos cosas: lo de romper el hielo y que no me preocupa hacerme la boba.
Tampoco me preocupa decirle a alguien “qué lindo que estés acá conmigo”, porque si a mí me dicen eso cuando me invitan a algún lugar me predispone de una manera en que me relajo, y vas a sacar lo mejor de mí.
—En Chile, me parece, empezamos a conocer masivamente tu programa durante la pandemia, y cada vez que te tocó entrevistar vía Zoom te preocupaste siempre de aclarar que la conversación era por ese medio y no cara a cara. ¿Por qué te parece importante dejarlo en claro?
Hice entrevistas fenomenales, ¡pero fenomenales!, por ejemplo a Rachel Cusk o Annie Ernaux, por escrito, y también lo aclaré. En relación con la tecnología y con la forma en que uno consiguió las declaraciones, me pone muy nerviosa cuando veo entrevistas a grandes personajes en que en toda la nota no figura el contexto en que esas declaraciones se levantaron. Sobre todo hoy, donde es muy fácil armar una nota tomando ocho fragmentos de distintas entrevistas, no te la detectan como entrevista trucha. Eso lo podemos hacer todos.
Sin embargo, es bastante más interesante hacer un perfil y poner esas declaraciones de ocho entrevistas diciendo las citas, mencionando exactamente el origen. Y si encima hiciste las traducciones, que vaya alguien y mire la lengua original porque sospecha que lo que aparece está mal traducido… ¿Cómo vas a hacer eso? ¿Por qué habla mejor de nosotros que hayamos hecho la entrevista en persona o que la hayamos hecho por escrito?
Como cuando hice la entrevista a Svetlana Aleksiévich por un celular, con una intérprete rusa al lado mío… ¡Es Aleksiévich! ¿Aleksiévich me dice que la hacemos por teléfono porque va a estar en la dacha? ¡Por supuesto, señora, por supuesto! “Te dejo, te dejo, que llegaron mis amigos”, me dijo. ¿Tienes idea de lo que significó para mí? Era una madrugada prácticamente, fue muy temprano por la diferencia de horarios, pero ¿tienes idea de lo que era estar escuchando a esa mujer que admiro como a pocas personas en el mundo? Y que me dijera “te dejo porque llegaron mis amigos”. ¿Cómo no voy a contar todo eso? ¿Voy a intentar que el lector crea que estuve sentada en la casa de Berlín de Aleksiévich?
Hay, en general, un problema muy serio con la falta de citas, la gente dejó de citar. No es mejor periodismo que te adjudiquen lo que pensó o escribió otro, eso es robo y siempre lo fue. Y no decir cómo hiciste una nota es un engaño.
—Pero esto no lo podemos cargar a gobiernos populistas o a las redes sociales. Es culpa de los mismos periodistas.
Hay un mundo que está jugando en contra del periodismo, pero hay periodistas que también lo están haciendo, y hace mucho tiempo. Y es durísimo. No puedes defenderlo por una cuestión corporativa. Se han perdido todos los códigos; por buscar un título traicionan un off the record.
Yo creo que se perdieron los códigos en la medida en que también lo que fue cambiando fue el objetivo del periodismo, en términos de lo que es dar una información, o trasladar la palabra de otros —en el caso de las entrevistas—, para que los demás conozcan esa información. Me parece que ahí lo que falta es la idea del rigor: además de trasladar con rigor lo que dijo el otro, debemos explicar exactamente el contexto en que se dio la entrevista, porque de algún modo ese contexto a uno como lector le puede explicar determinadas cosas. Cuando hablamos de una entrevista que se hace en persona, nunca va a ser lo mismo que una entrevista que se hace por Zoom o por teléfono o por escrito. Acceder a la palabra del otro y a la opinión del otro ya es de por sí suficientemente relevante, pero todo eso hay que aclararlo, porque hay determinadas cosas que una, que tiene cierta experiencia, cuando lee dice “acá hay algo raro”.
Hay otros dos motivos por los cuales me parece que hay que precisar eso: primero porque es dar contexto, y segundo —pero esto ya no es tanto por las entrevistas en la radio, en donde se escucha la voz del otro, sino que en las entrevistas por escrito—, si no se aclara que fueron entrevistas hechas por correo o que se hicieron por teléfono o por WhatsApp, quedan respuestas cortas que uno puede atribuir a, de pronto, un mal humor del entrevistado, cuando en realidad se trata del contexto en que fueron hechas esas notas. Entonces me parece que ahí hay algo que está fallando de los propios profesionales, en algunos casos porque no son tan profesionales.
Otra cosa importante es que se perdió la redacción, se perdió el saber que te daba el oficio a partir de trabajar con editores con mucha experiencia; la mayoría de la gente trabaja desde su casa, la mayoría de la gente hoy hace periodismo, o mejor dicho aporta materiales a medios periodísticos, también desde su casa, y entonces no es lo mismo que aquellos que aprendimos de los maestros. Prácticamente hoy no hay maestros que puedan trasladar los conocimientos del oficio.
—¿Cuánto tiene el periodismo cultural de literatura?
Lo que no tiene que tener es ficción. Puedes tener los mismos recursos, tratar de recurrir a la misma tensión narrativa, aprovechar tus lecturas para lograr mejores climas, en la medida en que te formaste como lector eso te permite escribir mejor, pero es trabajar todo el tiempo con lo real.
Como soy una persona con curiosidades múltiples —si hago solo política extraño la literatura, si hago solo literatura quiero hacer cuestiones de género, y si hago solo género me gustaría salir a la calle y hacer una crónica—, me gustan los géneros y me gusta practicarlos, me gusta que haya marcas de estilo. En el estilo, en lo que tiene que ver con la construcción del estilo, me parece que tenemos la literatura.
—En Vidas prestadas, entre muchos otros pesos pesados, conversaste con Beatriz Sarlo, Luis Chitarroni, Diana Bellesi, Luis Gusmán, Carlos Gamerro, Javier Cercas, y superestrellas contemporáneas tipo Mariana Enríquez o Hernán Díaz. ¿Cómo se hace para dejar la admiración de lado? ¿Cómo se enfrenta a un maestro?
No se deja nunca la admiración de lado. Te conté que me interesa mucho entrevistar a gente que no es muy conocida, pero de pronto leo algo que me provoca admiración. Yo no entrevisto a gente que no admiro. Puede pasar que entreviste a Charly Gamerro por un libro que me guste menos que uno anterior, pero admiro una obra, una personalidad, un estilo, una forma de trabajo. Siempre hay algo en ellos, o ellas, que me provoca alguna clase de admiración, y no me molesta que eso quede traducido mientras la entrevista no sea una especie de chupada de medias profesional de media hora. O sea, decirle a alguien “me encantó tu libro, quiero que lo lean todos”, o “yo que leo mucho, y hace mucho tiempo, encontré en lo que haces algo que me interesa” no me parece que quede mal.
La figura del entrevistador arrogante me saca las ganas de escuchar, de ver o de leer, creo que ahí te dije todo. Una cosa es mostrar cierto conocimiento, cierta inteligencia, cierta rapidez y picardía para hacer asociaciones, y otra cosa es la arrogancia. Lejos de mí… lejos de mí ser arrogante. No me gusta que me digan ni mentirosa ni arrogante.
—Esta pregunta te la tengo que leer: en El arte de la novela, Milan Kundera, que murió en 2023, decía que desde 1985 no daba entrevistas, porque el entrevistador hacía preguntas solo interesantes para él, usaba las respuestas que le convenían y, por último, traducía las respuestas a su vocabulario, a su modo de pensar. Entonces, si hubieras tenido que convencer a Kundera de darte una entrevista, ¿qué rescatarías de este viejo género para convencerlo?
Milan, mira, cuando yo tenía veinte años leí El libro de la risa y el olvido. No me acuerdo del nombre del personaje, pero sí me acuerdo de que se trataba de una mujer que se había ido de Checoslovaquia y que estaba trabajando en un lugar en el extranjero, que usaba el teléfono de los dueños del lugar donde trabajaba. Les usaba el teléfono para llamar a su familia y tenía que disimular que estaba haciendo esos llamados, y recuerdo el nerviosismo de ser pescada en algo así. Habiendo leído eso, Milan, terminé de darme cuenta de que en la vida solo me interesaba la literatura. Gracias a lo que hiciste y a lo que conseguiste conmigo, te propongo que hagamos una entrevista donde el interés no sea solo el mío, donde puedas decir las cosas que no habías dicho hasta ahora. Te lo digo como lectora.
¡Me fui al carajo! Kundera fue un tipo muy importante para nuestra generación…
Hay algo, claro, también, de la arrogancia de los autores. Como hablábamos antes, de si hay algo de literatura en el periodismo literario, si uno no corrige los libros de los autores, ¿por qué el autor va a corregir mi entrevista? Por supuesto que traduzco a mi lenguaje, y sí, es mi entrevista. El autor puede decir después: a ti, nunca más. Pero no creo que no haya habido periodistas que no valieran la pena para Kundera. Creo que le resultó más cómodo dejar de darlas, como a César Aira en la Argentina, ¿no?
* Vidas Prestadas volvió al aire en junio de 2024 en formato podcast y se puede escuchar en Spotify y ver en YouTube
1982. Es coautor de los libros La viga maestra. Conversaciones con poetas chilenos 1973-1989 (Ediciones UDP, 2019) y Jaguar. Conversaciones con narradores chilenos 1999-2019 (Ediciones UDP, 2021). Desde el 2012 dirige desde la Región del Maule la revista de literatura y territorio, Medio Rural.