Dossier 55
Querida Sharmistha, es realmente un honor, una alegría este encuentro en nuestro país. Saludo igualmente a Kabir Mohanty, gran cineasta, esposo. Y aparte de todo el afecto, todos nuestros corazones están abiertos para escuchar algo que es absolutamente impresionante. Me referiré, sobre todo, a un libro que acaba de salir en castellano. Se llama Cinco movimientos de alabanza. A veces no quedan más que los adjetivos. Es un libro absolutamente superlativo, extraordinario. Incluso Claudio Magris, el de El Danubio, dice que este libro es tan vasto como el mundo, tan ligero como el aliento y tan apasionado como el amor. Creo que es difícil describir más sintéticamente lo que es este libro.
En él, el flujo del tiempo, lo inmóvil, los paisajes, sus infinitas formas, sucumben y se levantan ante una viajera, cuya traducción es también la forma que puede tomar la eternidad. El viaje que va describiendo nos muestra de nuevo en profundidad todas las cosas. Esos personajes que van emergiendo en su belleza, en su humildad, en sus trabajos diarios, en su crueldad, también en su drama. Permanentemente, al mismo tiempo, toda la expulsión de la crueldad, de la violencia, se hace presente. Al principio hay una escena… es tan increíble, ¿por qué? Está la viajera con un anciano que cuida una tumba. De repente se ve que hay niños y niñas jugando críquet. De repente los niños empiezan a perseguir a un perro, por jugar, por nada. El perro huye, pero no se va, el perro delgado. Entonces este anciano que va con ellos les dice: “Esos no son niños, esos son hombres atrofiados”. Entonces, da una fuerza. Porque nadie sabe qué es eso. Y creo que aquí hay un libro para nada complaciente. Y es como digo una viajera que de pronto está hablando a una tercera persona, que está recorriendo los paisajes más increíbles y que, dentro de la literatura nuestra, es el tono, no es el motivo. No dejo de pensar en Juan Rulfo, en el Pedro Páramo, que es un libro con otra visión pero sin embargo estos sonidos que se escuchan, estos ecos que vienen de este libro…
Entonces… es un libro, como decía, de la misma maravilla. Y disculpen el “yo”, porque me maravilla, en realidad, me maravilla. Porque creo que de pronto no hay mucho más que expresar, sino que darle un abrazo, ¿cierto? A la persona que escribió este libro, que es bello, bellísimo, que es cruel y sublime a la vez. Estos movimientos son como ondas. Como si todo fuera la respiración de alguien, que mira y siente desde lo más profundo las infinitas olas del mar. Al final termina siendo una imagen de la diosa, la que va creciendo. Una diosa muy delgada que desaparece, a la que le van creciendo los brazos, en la medida en que tiene quince brazos. En la medida en que puede avanzar para defender, para atacar, para recibir, para defenderse. Y la imagen de la noche. Una noche que está en sintonía con el universo entero. Una curación de alguien, de un amor, ¿cierto? La pareja. Un occidental, en este caso. Que va sentado al lado de ella en el viaje y es muy bello, muy bello, muy bello.
Realmente estoy muy conmovido por la oportunidad que me han dado de hablar de un libro extraordinario.
Hoy, en la segunda Feria del Libro organizada por la Biblioteca Nicanor Parra de la Universidad Diego Portales, recibimos la visita desde la India de la fundadora y editora general de Almost Island, que a su vez dio pie a los Diálogos Culturales en Nueva Delhi que llevan el mismo nombre. La poesía de Sharmistha Mohanty, así como sus traducciones del bengalí al inglés, han sido incluidas en publicaciones especializadas en Asia, Europa y Norteamérica. Ha recibido numerosas distinciones y actualmente es beneficiaria de una beca artística senior del Ministerio de Cultura de la India.
Sharmistha Mohanty: Gracias, Raúl, por esas palabras sobre mi trabajo. Esto significa muchísimo para mí. No hay palabras. Primero conocí a Chile mediante sus poetas. Cuando yo tenía dieciséis estaba leyendo a Pablo Neruda, Gabriela Mistral… Y después obviamente a Huidobro, Nicanor Parra, a todos ellos los he leído. Y esta ha sido mi conexión con Chile desde pequeña. Es entonces bastante conmovedor estar sentada acá en el suelo y la tierra de los grandes poetas. Algunos que de hecho están acá sentados con nosotros el día de hoy. Antes de comenzar quería darle las gracias a Rodrigo Rojas por todo el trabajo que ha realizado para esta tarde. A Marcela Aguilar, quien ha también trabajado mucho, arduamente. Y quiero recordar a un amigo, a quien debo estar aquí el día de hoy. Él era un escritor argentino brillante, Sergio Chejfec, que también creo que estuvo en esta cátedra. Y gracias a Sergio es que yo me conecté con distintas editoriales acá y traductores. Y se publicó Cinco movimientos de alabanza. Él falleció de cáncer hace dos años, así que yo lo menciono. Lamentablemente no está acá para ver los resultados de lo que él comenzó. También le tengo que dar las gracias a Antonio Díaz Oliva, mi traductor, que está en Chicago. Ha sido genial poder trabajar con él. También a mi editor, Matías Claro, y a Ediciones de la Lumbre. También a Mercedes Roffé, poeta argentina, y Marta López Luaces, quien tradujo toda mi poesía. Y a la Universidad Diego Portales, obviamente. Gracias.
Estoy aquí como escritora, soy un individuo, pero contengo muchas épocas y paisajes, contengo todo un subcontinente y cuatro mil años de la más variada historia. El tiempo es indómito en el subcontinente indio y se vuelve salvaje. Vivo en la gran ciudad de Mumbai. Justo al lado de donde vivo, a mi derecha, hay una pequeña iglesia católica, construida por sacerdotes portugueses en 1856. Los portugueses llegaron a esta costa para establecer una colonia en el siglo XVI y después de ellos, en el siglo XVIII, los británicos. A mi izquierda la calle serpentea rumbo al cercano mar Arábigo. Mientras camino por la calle paso por un santuario budista con su lámpara de aceite siempre encendida, veo los restos de una antigua plaza de pueblo con una cruz católica en el centro y mientras sigo mi camino en menos de diez minutos escucho cuatro idiomas. No son dialectos sino idiomas, hindi, gujarati, marathi e inglés, y con ellos se perciben cuatro religiones: el hinduismo, el cristianismo, el islam y el budismo. La India es una tierra de excesos.
Con un solo gesto, como cuando rodeamos el fuego en nuestros muchos rituales de bodas, nacimientos y muertes, nos desplazamos con cuatro mil años de tradición. Nuestra música, danza, canto, arquitectura y artes tradicionales son completamente diversas y hasta el día de hoy se transmiten oralmente. Lo antiguo clásico se mezcla con lo tribal, que es anterior a esa antigüedad, y también con lo islámico medieval y la herencia colonial de Occidente. Existen capas tras capas tras capas de vida.
Somos individualmente múltiples. Pero hay una cosa que se opone a este exceso, me refiero a la figura del renunciante. La India tiene una tradición muy antigua: alguien abandona la sociedad y se adentra en el bosque para vivir solo y en contemplación. Ese ser humano fue quizás el primer individuo del mundo. Una vez que él o ella deja atrás la sociedad, no está sujeto a ninguna de sus reglas o rituales. Y hasta el día de hoy existen renunciantes en el Himalaya y en los bosques. Algunos dicen que con su profunda meditación y compasión evitan que el mundo se desmorone. A lo largo de la historia, la India ha considerado al renunciante más poderoso que los emperadores o los reyes. ¿Quién puede ser más poderoso que aquel que es capaz de renunciar a todo? Los reyes tradicionalmente han ido a buscar consuelo o consejo donde el renunciante. En la India el renunciante es el símbolo de un singular desapego y de una visión profunda.
La figura del renunciante es parte de mi herencia. Heredo tanto la creencia en el desapego como también el exceso. Sostener el mundo e internarme en el bosque es mi forma de trabajar como escritora. Hago uso de la fe y a la vez soy desafiante.
Nuestra modernidad en el subcontinente no es resultado de exclusiones, sino que es una modernidad de presencias extremas, es múltiple, fluctuante, paradójica. Los elementos variados se acercan o se alejan unos de otros con gran velocidad y fuerza.
Mi propio trabajo surge en parte de una experiencia de encuentro con nuestro propio exceso y diversidad, un encuentro que es intensamente ambiguo y complejo.
Esa primera persona es un yo expandido, porque debe incluir a un yo fracturado, porque dicha inclusión no siempre puede ser suave. Es también un yo herido, porque con tanta diversidad tiene que haber conflictos y heridas. Y el yo puede resultar herido, fracturado y expansivo, todo al mismo tiempo.
A lo largo de mi trabajo, y especialmente en Cinco movimientos de alabanza, he querido presentar realidades y seres muy dispares, uno al lado del otro, y mantener en igual medida el pasado, el ahora y lo experimental. Otro interés es tomar las cosas más antiguas y experimentarlas nuevamente por mí misma. Para traer a la superficie esa fuerza y energía singular que hizo posible las filosofías, los templos, la escultura y la música por tantos siglos. En muchos sentidos en la India nos hemos perdido a nosotros mismos, hemos perdido el rumbo. A veces me pregunto: ¿podemos, incluso en aquellas cosas consideradas sagradas, en las cosas más antiguas, seguir investigando fuentes y consecuencias, retroceder y examinar los primeros principios?
Esta pregunta surge de la parte de mí que no ha surgido desde mi propia tierra. He recibido una educación occidental de élite en casa y en el extranjero. Eso me ha dejado con dones ambiguos. En Estados Unidos estudié con el gran escritor afroamericano James Alan McPherson. Las pérdidas y heridas de la experiencia colonial se encontraron y aprendieron de las mayores pérdidas y heridas de los afroamericanos. El señor McPherson robusteció mi tendencia a romper la forma, a trabajar con rupturas que pudieran contener mi propia experiencia; afirmó la dimensión moral del oficio.
Quizás las piedras de los templos, de los palacios, nos estén aplastando. La ligereza de lo nuevo se vuelve crucial. La civilización india siempre se ha movido a través de continuidades, pero las rupturas son a menudo una parte necesaria para crear lo nuevo.
Sobre un aspecto de las consecuencias culturales de la colonización, Tagore dijo que la cultura europea está sacando nuestra vida intelectual de la inercia de los hábitos formales. Las contradicciones que ofrece a nuestras tradiciones hacen que nuestra conciencia brille.
En mis versos quería retroceder más lejos de lo que jamás había llegado. Acababa de salir de una enfermedad mortal y al mismo tiempo estaba leyendo nuestro texto religioso más antiguo, el Rig Veda, del 1500 a.C. Para mí era una necesidad visceral regresar a una época anterior a la perfección de nuestras filosofías profundas, cuando el universo aún era adorado de una manera cruda y física. Siempre me ha atraído trabajar con ritmos de frases largas que se acumulan en un canto, incluso en mi prosa. Puede que en parte esté en el inconsciente una especie de memoria personal y cultural más amplia. Casualmente el Rig Veda se compuso en estrictos ritmos parecidos a los de un canto, aunque sin rima, y se transmitió oralmente durante siglos hasta que se escribió como texto. Me dio cierta fuerza para encontrar mis invocaciones, mis llamados, mis afirmaciones. Pero quería hacer mis poemas contemporáneos y antiguos al mismo tiempo, que tuvieran los ritmos rotos y vacilantes del ahora, las dudas lacerantes, para que el individuo hablara con una nueva voz de aquello que siempre fue colectivo y tal vez aún siga siendo así bajo la superficie. Quería que la voz en los poemas hablara decididamente sola.
Si acaso existe un solo elemento que distingue el arte, la estética, las religiones de la India, sus epopeyas como el Mahabharata y el Ramayana, es la idea de elaboración. Esto ha marcado mi propia escritura. Las cosas no tienen que desenvolverse, más bien deben ser elaboradas de infinitas maneras. La nota en la música, la imagen de la deidad en la escultura, los relatos dentro de las epopeyas, son todas elaboraciones. No hay progresión porque la progresión marca un final, mientras que la elaboración puede ser infinita, un interminable alejamiento del centro. En el subcontinente el infinito es siempre creado a partir del exceso, no de la escasez. Los vedas preguntan:
¿Cuántos soles hay?
Cuántos amaneceres
cuántos mundos
cuántas aguas.
Y la respuesta sigue siendo una incógnita porque el universo se crea y se destruye una y otra vez.
RR: Muchas gracias, Sharmistha. Si hay una cosa que me llamó la atención cuando leí Cinco movimientos de alabanza, y también cuando me tocó leer sus poemas, es que hay dos elementos evidentes. Uno, una distancia cultural con nosotros, los lectores, porque ambas escrituras se hacen cargo del lugar, del contexto desde donde son escritas. Indudablemente hay una India e indudablemente hay una cultura de milenios. Sin embargo, también me llamó la atención lo cercana que puede ser esa literatura con la nuestra, sobre todo cuando pienso en Juan Rulfo. Entonces yo quería preguntar cuál es su relación con la literatura extranjera, sobre todo la latinoamericana, y en específico con nombres como Juan Rulfo o María Luisa Bombal. Pienso en esos dos, por su relación con los rituales de la muerte, por ejemplo.
SM: Yo creo que, en la superficie, de una manera superficial y obvia, uno no ve nada en común. Pero yo creo entender a lo que se está refiriendo usted, y eso es bastante significativo y veo el sentido de lo que está diciendo. Raúl también mencionó a Juan Rulfo cuando estaba presentando el libro, lo cual es bastante interesante para mí porque lo admiro bastante. Creo que las similitudes son un poco subterráneas: es la forma en la cual observamos la muerte. Que la muerte no es un final en ambas culturas. No tiene un fin. La muerte es algo muy poroso rn que, al igual que en Pedro Páramo, las personas simplemente entran y salen de la vida real o de los sueños o la muerte y son resurrectos, sea lo que sea. Creo que esa sería alguna similitud.
RR: Y me pregunto si es que esa relación con la tradición o con la visión tradicional del mundo es lo que usted quiere decir. Una obra que existió, que estaba enraizada desde antes de la filosofía y sin embargo tratar de escribir algo que a la vez es contemporáneo. Una literatura que existe en dos tiempos. ¿Eso es lo que estaba haciendo? ¿Es lo que intentó decir?
SM: Sí, cuando yo digo que quiero que sea antigua y contemporánea, eso es lo que quiero decir. Pero cuando digo antigua no estoy hablando de la nostalgia, no estoy hablando de una regresión, de ir hacia atrás. Es como si estuviéramos trayendo el pasado hacia el futuro. Esos elementos del pasado que son muy valiosos, los cuales hemos dejado atrás, en todas partes, pensando que es algo antiguo, que tenemos que modernizarnos, ser contemporáneos. Creo que todos esos elementos tienen que llevarse a cabo. Y creo que en el subcontinente indio hay elementos hermosos, bastante crudos, de adorar el sol, adorar el fuego, no como una adoración a la naturaleza, pero con mucho más entendimiento, mayor entendimiento de qué es lo que significan todas estas cosas para nuestras vidas. El sol se ve como que nos entrega inteligencia, entonces el elogio más común no es a Dios, o la adoración más común, sino que simplemente es decirle al sol desde la oscuridad, “lidérenos a la luz”. Lidérenos desde lo idóneo, desde lo espiritual, desde lo irreal a lo real. Entonces, siempre es el sol y la luz como una conexión con el autoconocimiento. Y creo que esa es la base de nuestras tradiciones, de nuestros rituales. Pero cuando lo implementamos ya no tenemos el espíritu con el cual se comenzó.
RR: Cuando usted dice que hay que mirar el pasado sin nostalgia, tratar de traer el pasado hacia el futuro, o hacia el ahora, pensé en el colonialismo como una experiencia de interrumpir el tiempo, interrumpir la experiencia del pasado. Eso, el traer el pasado hacia el ahora, o hacia adelante, es una forma de sanar esta experiencia colonial, esa interrupción del tiempo.
SM: Sí, absolutamente. Si no hubiese habido una ruptura con el colonialismo en nuestra continuidad, quizás no hubiéramos sentido la misma necesidad. Yo no sé, esto es hipotético, pero debido a que fuimos conquistados y gobernados por casi trescientos años, hay muchas cosas que se lesionaron, muchos elementos heridos, y la única razón por la cual sobrevivimos con toda nuestra fuerza es porque somos un país enorme, somos un subcontinente, y no es fácil conquistar a un subcontinente completo. Entonces, creo que los británicos lo tuvieron muy difícil, porque para ellos significaba una cultura que tenía un script, una religión clásica, un discurso, tenía arte, y por eso era difícil romper esa tradición de larga data.
No estoy diciendo que nuestra cultura sea superior, estoy diciendo que fue mucho más difícil la ruptura. Entonces, creo que nuestro trabajo, después de la independencia, incluso antes de ella, es tratar de retraer cosas del pasado, porque eso es lo que las naciones hacen cuando ven que están débiles en el presente. Todos los países de África también lo han hecho, han vuelto a lo que eran antes de la colonización. Y yo creo que es muy importante para nosotros, incluso ahora, porque no creo en lo poscolonial, no creo que estemos viviendo en tiempos poscoloniales. Seguimos estando colonizados por ciertos países, por la idea del hipercapitalismo. También somos gobernados, regidos por lo que yo llamo “el sistema de la colonización”, y eso es lo que nos ha hecho más colonizados. Regidos por los estándares europeos y americanos occidentales del mundo, en los cuales yo no creo. Entonces, hay una tremenda necesidad de seguir reiterando lo que podemos traer de nuestro propio pasado, porque somos una cultura ampliamente creativa, en todos los aspectos.
Entonces, creo que como pensadores y artistas individuales tenemos que sacar cosas del pasado y también del presente, lo que estamos haciendo en el presente. Somos el último país ahora. El último país, según yo, ¿cierto? Tenemos suerte de que nuestro pasado no sea un pasado de museo. Van a encontrar muchos museos en India, lo cual es algo bueno, porque quiere decir que nada está muerto. No es museología.
RR: Mucha suerte encontrando un país que no se sienta perdido en el momento.
SM: Sí, eso es real.
RR: Volvamos un poco atrás, ya que estamos yendo hacia atrás y hacia el futuro. Me gustaría conocer a la Sharmistha de dieciséis años. Usted acaba de confesar que entonces leyó a Pablo Neruda, a Gabriela Mistral.
SM: Me interesaron los poetas de fuera de India. Y esto es porque a las personas como nosotros, educadas en escuelas anglosajonas o en inglés, se nos hizo olvidar nuestra propia lengua materna. En mi caso el bengalí. Y por suerte puedo leerla, hablarla y escribirla, porque mis padres insistieron en recordarla, pero… leo menos en mi lengua materna que en inglés. Lo que sucedió es que todas las cosas que venían de fuera eran muy atractivas para nosotras. Siempre estaban ahí sus libros, pero Neruda es muy conocido, ¿no? Siempre se ha leído extensamente en India.
RR: Acá hay una escena de poesía vibrante de autores que vienen de minorías y de lenguajes nativos de minorías que han sido olvidados y también crecieron con una educación formal en español. Algunos de ellos no recibieron educación mapuche. Ni siquiera sus padres. Sin embargo, cuando escriben, existe, no una nostalgia, pero sí una señal, una salida del vacío. Del vacío que debería haber estado llenando ese lenguaje en su poesía. Entonces, me pregunto si es que el bengalí tiene un espacio ya sea negativo o positivo en su escritura, si es que expresa algo subterráneo.
SM: Es una muy buena pregunta. Sí, sí tiene impacto, porque el sonido y el ritmo del bengalí entran en mi trabajo. Son ritmos largos que también uso en mi habla; la sintaxis es muy distinta del inglés, no tiene tanto orden, y podemos tener oraciones muy largas y no tenemos género gramatical. Hay muchas cosas por las cuales no hay fronteras. Y creo que definitivamente está siendo influenciada de formas en las que ni siquiera me voy a reconocer. Hay muchos elementos culturales que pueblan mi yo interno. Y tienen que aparecer obviamente en la literatura. Y lo hacen. Pero la diferencia en Bangladesh es que tenemos millones de personas que hablan el idioma. No es un idioma que esté marginalizado. Tiene un corpus de literatura enorme. Traducciones también. No es que yo tenga que hablar por él. Es más fuerte que yo. Pero a veces siento que he perdido la capacidad de hablar en mi lengua materna. Y eso nunca es bueno.
RR: Finalmente habla de una lengua de nacimiento, no lengua madre. Estaba pensando que tal vez la estrechez y amplitud, esa relación con este otro idioma que no es que se haya ido, sigue ahí.
SM: Creo que en parte es que el poema no está solamente en lo bengalí, sino en todas las otras lenguas de la India, porque son todos los lenguajes e idiomas que se han utilizado para rituales. Estos, junto con el sánscrito, son los idiomas que siempre estuvieron en los libros. Todos esos ritmos, especialmente en el verso, existen. Porque, y les voy a decir esto porque está conectado, tuve que purgar el inglés de lo inglés que era en la poesía, deshacerme de palabras características, cristianas, por ejemplo, como “redención”. El lenguaje había que transparentarlo para verter lo que iba a decir.
RR: Esa purga es muy evidente, la transparencia, lo ligero del lenguaje. Mi última pregunta es sobre Almost Island. Almost Island es un diario y una publicación. Y luego, al final, se convirtió en un espacio literario de conversación, de encuentros literarios o exploración. ¿Cuántos lectores tienen? Porque los números para nosotros no son comparables.
SM: Tengo que decirle, Rodrigo, que no sé. No voy a tratar de descubrirlo. Mi asistente a veces me dice más o menos cuántas personas están. Y yo sé que hay personas que lo leen en inglés, también en países anglosajones. Pero no puedo dar números, porque creo que es un ejercicio fútil. ¿Qué es lo que haría si pensara que son quinientos? No sé. ¿Qué haría si no hubiera muchos? Y si son diez mil, ¿seguiría? No, no, no. Voy a seguir igual, independientemente de la cantidad de personas. He publicado a personas como Raúl. ¿Por qué me gustaría detenerme y dejar de hacer esto de publicar?
RR: ¿Cuáles son las conversaciones que suceden en Almost Island?
SM: Las conversaciones comenzaron desde que yo pensé, ya, tengo una revista o una publicación pero sería mucho mejor reunirnos cara a cara. El internet, después de un cierto punto es bastante limitado o limitante, siento yo. Y ahí es cuando comenzamos. Tuve una editora, una asociada, una poeta india muy buena que en estos momentos vive en Estados Unidos y comenzamos juntas invitando a personas del exterior y de India para que se hiciera una reunión entre escritoras fantásticas de la India o escritores y los escritores también de fuera. Muy a menudo también invitábamos a los traductores. Y esas conversaciones, y es un placer poder decirlo, fueron bastante íntimas. Creo que pudimos hablar de cosas de las cuales uno nunca habla en un festival, porque una discusión, una conversación, dura tres horas. Muy a menudo a las personas, los grandes poetas del mundo que iban, yo les decía que hablaran sobre su propio trabajo, lo que Raúl también hizo en 2015. Y ha sido asombroso… Han sido asombrosos los encuentros de ambas partes.
Y quiero contarle una pequeña anécdota. Es que en bengalí hay un gran poeta, Joy Goswami, y él y Raúl estaban en las mismas conversaciones de Almost Island. Y después de que Raúl terminó de leer –y nunca me voy a olvidar de su lectura, porque todo el mundo se puso de pie, había personas llorando–, este poeta bengalí, Joy, me dijo: “¿Qué más puedo hacer acá después de escuchar a este poeta, excepto tocarle los pies?”. Porque en nuestra cultura, cuando uno realmente respeta a alguien, va y le toca los pies. Entonces él se acercó a Raúl y le tocó los pies, y Raúl se echó hacia atrás, se asustó, porque no sabía por qué este hombre le tocaba los pies. Pero fue un momento hermoso. Muy humilde, mucha humildad de ambas partes. Y lo he visto realmente en los grandes poetas. Y creo que hay muchas personas, muchos de los que yo he invitado allí, que no son solamente poetas geniales sino también seres asombrosos. Y eso es lo que activan estos diálogos, lo que permiten.