María Sonia Cristoff

Escritora argentina.

Leo con lupa las columnas de escritores en diarios, todas, o más bien muchas, porque no me tomo el género como algo menor, «eso que los escritores hacemos para ganar dinero cuando bajamos de la torre de marfil», sino como una muy interesante apuesta, una que, por las presiones de tiempo y formato, nos pone contra otras cuerdas. Y así es que ahora tengo entre mis manos un hallazgo, un motivo de celebración: las columnas que Sara Gallardo escribió en la revista Confirmado entre 1967 y 1972 y que Lucía de Leone rastreó, también con lupa, para compilarlas en este volumen, Macaneos.
Vuelvo muchas veces a Sara Gallardo –especialmente a sus cuentos– cuando quiero tomar lecciones de elipsis narrativa. Y sé ya, antes de terminarlo, que a estos Macaneos volveré como quien llama a una amiga cómplice para reírse un rato de los acartonamientos del mundo.

Sara Gallardo, Macaneos. Las columnas de Confirmado, Buenos Aires, Winograd, 2016


Alejandra Costamagna

Escritora chilena.

Hace casi un siglo, cuando la palabra autoficción no circulaba ni por si acaso, hubo un chileno que escribió una novela donde tensionaba al máximo lo biográfico y lo ficticio. Aunque el libro tiene más valor testimonial que literario y está escrito con un estilo engolado y melodramático, resulta delicioso leerlo. Quizás porque el autor y protagonista es Gustavo Balmaceda Valdés, exmarido de Teresa Wilms Montt, sobrino del Presidente Balmaceda, pariente de diputados, políticos, jueces y autoridades económicas, celópata rabioso, oveja negra del clan. En las cuatrocientas y tantas páginas de la novela no deja de hablar del choque entre el conservadurismo de cuna y la sensación permanente de ser excluido por los suyos. Otros dos ejes del libro: la incomprensión familiar desde la infancia y el desastre conyugal. Ambos vinculados por una palabra, fracaso, que se repite hasta el cansancio en la novela y en su vida, y que responde claramente a la visión que el protagonista tiene de sí mismo: «… un ser aislado, perseguido, mal querido de todos». Una historia puertas adentro, chismosa y resentida de la Historia con mayúsculas.

Gustavo Balmaceda Valdés, Desde lo alto, Santiago, Imprenta Universitaria, 1917


Nona Fernández

Escritora chilena.

Todo parte con una tumba sin nombre. El enigma de la muerte de un niño a fines de los años ochenta. Un pequeño sprinter, como le llamaban a los favoritos del tío Paul, que muere en el bosque y con cuyo cuerpo se entierra un secreto, una pregunta sin respuesta que es clausurada por una lápida sin nombre ni epitafio. Un misterio más a resolver en ese territorio ominoso de maldad, tontera y locura que fue Colonia Dignidad. Es el punto de partida para esta novela de Lola Larra que, como un DJ, va mezclando materiales de ficción y de archivo con testimonios, declaraciones judiciales y dibujos del storyboard del guión que intentó escribir la narradora y protagonista de esta historia. Todo para tratar de armar un puzle que parece no tener solución. Un laberinto en el que está atrapada la conciencia de toda una generación que convivió de cerca o de lejos con esta locura. ¿Qué hacemos con Colonia Dignidad? ¿Cómo nos hacemos cargo? ¿Tenemos que hacerlo? Con sensibilidad, distancia y humor, Lola Larra intenta responder estas preguntas y en el intento nos deja este tremendo libro.

Lola Larra, Sprinters, los niños de Colonia Dignidad, Santiago, Hueders, 2016


Natalia Cisterna

Profesora de literatura.

Norah Lange rememora una niñez en el seno de una familia acomodada; niñez marcada por juegos, alborotos y tiernos recuerdos de una madre que bañaba los cuerpos de las hijas, los envolvía en toallas tibias y les daba leche antes de dormir. La primera vez que leí Cuadernos de infancia me generó una sensación extraña: nada parecía conectar ese cúmulo de recuerdos inocentes con su proyecto vanguardista posterior, y sin embargo, a la vez parecía tan conectado con él: de una manera menos visible, esas memorias solo podían ser de Norah Lange. En Cuadernos de infancia encontramos un conjunto de eventos dispersos, sin fechas, pero anclados en una temporalidad personal, cuidadosamente labrada: en cada gesto poco usual y acción ilógica, la niña prefigura a la escritora futura. Lange logra hacer de su cotidianidad familiar un espacio estrambótico y creativo; pero, también, un espacio de complicidades femeninas, tan distinto de la cofradía masculina de la vanguardia bonaerense que ella integrará después. En uno de los pasajes más hermosos del libro, su mejor amiga le dice «Elegiste lo más difícil, lo que yo quisiera ser». Así, en la pequeña Lange no solo se proyecta la vanguardista del futuro, sino también la mujer del futuro, libre de las obligaciones de género. Cuadernos de infancia nos confirma que la memoria, más que entregar una imagen fiel de lo que fuimos, esboza lo que creemos que fuimos.

Norah Lange, Cuadernos de infancia, 10ª reimpresión, Buenos Aires, Losada, 2008


Cristina Vega

Artista visual y editora.

Llegué a este libro sin querer, o más bien queriendo leer sobre el Polo Norte pero sin tener que aguantar la ya latera carga épica del hombre-conquista-polo. La contratapa cuenta cómo Onfray a los diez años, le pregunta a su padre cuál sería el viaje de sus sueños, y que él responde: «El Polo Norte». Así es como Onfray hace realidad el sueño de su padre cuando este cumple ochenta, llevándolo a Baffin, «más allá del círculo polar». Misión cumplida, contratapa.
El relato, más que una bitácora, pone la atención en el frío y el aislamiento, y en una cultura que se está perdiendo entre la televisión, los turistas, el asistencialismo y el consumismo (en un lugar donde, literalmente, no hay lugar para consumir). Sin embargo, los inuit aún intentan mantener sus creencias, y el autor lo deja ver mediante sutiles fragmentos del viaje, respetando la intimidad del pueblo que le permitió ver alguno de sus secretos. La escena de un anciano ofreciéndole la silla al padre de Onfray solo por ser un par de años mayor que él es conmovedora.
El libro es exactamente lo que promete: una estética. Pero es también la forma que tiene el autor de contar parte de su historia y vincularla con una completamente ajena a través de lo mejor que sabe hacer, la filosofía. Uno, simple lector, es el testigo silencioso de una cultura misteriosa y de la unión de un padre con su hijo; personalmente, leí con envidia la aventura de lograr pisar esa tierra congelada. Espero poder llegar, antes de los ochenta, al lugar que señala la estrella polar.

Michel Onfray, Estética del Polo Norte, Madrid, Gallo Nero, 2015


Alia Trabucco

Escritora chilena.

El tono reflexivo, poético, apenas melancólico de Bachelard obliga a leer este libro muy lentamente. A alterar el ritmo de lectura para descubrir al fondo de la letra (al fondo de la sombra, de la propia luz) el resplandor de una idea brillante. En la lectura, como en la llama, el tiempo está en vela. Como en todos los libros de Gastón Bachelard, los objetos murmuran sus verdades. «¿Acaso la lámpara no es una mirada?» Un conmovedor ensayo sobre la naturaleza del fuego domesticado, sobre el tiempo y la imaginación nocturna. «La llama nos obliga a imaginar.»

Gastón Bachelard, La llama de una vela, Buenos Aires, El Cuenco de Plata, 2015


María Lucía Miranda

Estudiante del magíster de edición UDP.

Me gusta que un libro con un título que se ve pedagógico no intente responder preguntas.
Esta es la transcripción de un curso que dictó Simondon en la Universidad de Poitiers en los años 60. Recorre, sin abusar de tecnicismos, la discusión científica, filosófica y moral que se ha sostenido sobre qué tan cerca o lejos estamos los humanos de los animales, desde la Antigüedad hasta las teorías de los siglos XIX y XX. Contrapone distintas perspectivas de naturaleza, instinto, intelecto: palabras sobre las que todos tenemos algo que decir, o sobre las que al menos algunos hemos discutido hasta el cansancio. A un ser humano que se pregunte a menudo qué sucede en el corazón de un animal no humano le recomiendo este libro. Pero aviso: no contiene respuestas. Pienso que es otra invitación a preguntarnos qué es lo que ven los gatos cuando fijan la mirada en una parte del living y comprobamos, con horror, que ahí no hay nada.

Gilbert Simondon, Dos lecciones sobre el animal y el hombre, Buenos Aires, La Cebra, 2008


Andrea Palet

Editora.

He estado leyendo mucha literatura latinoamericana y de jóvenes, y los padres y madres ya me salían por las orejas. (Parece queja pero no, solo es ansia de variedad.) Por eso encontrar esta rareza renacentista, editada por una pequeña editorial y librería viñamarina, fue como oler un buen grano de café para limpiar los sentidos y ver todo más transparente. Iommi me habla de Maquiavelo, de Pico della Mirandola, de Poggio Bracciolini, el «perseguidor de manuscritos», y del pintor Lorenzo Lotto como si vivieran a la vuelta de la esquina, ya retirados, ya no siendo lo que han sido, y encuentra en esos espacios a trasmano de la fama unas preocupaciones que refutan la demoledora, terrible sentencia de Roger Fry acerca de la obra de Lotto en particular: «Interesting but minor».
Bueno, ¿y quién no?

Alfonso Iommi, La orden infeliz. Cuatro ensayos renacentistas, Viña del Mar, Catálogo, 2015