Daniela Escobar

El Holocausto es un punto de referencia en la obra de Nelly Sachs: «Qué dirección del cielo has tomado / hacia el norte la lápida es verde / allí crece el futuro / tu cuerpo es un ruego en   el universo: ven / el manantial busca su patria húmeda // Doblegada sin dirección está la víctima».

Ella misma comparó sus poemas con rayos, terremotos y hemoptisis; alguna vez señaló: «La muerte fue mi maestra». En Viaje a la transparencia, edición que contiene la obra poética completa de Sachs (primera escritora judía en ganar el Premio Nobel), es posible leer también analogías con la tradición judía literaria, donde el lenguaje se revela como un puente hacia Dios: porque viene de él nos puede regresar hacia él, nos permite alcanzarlo. Sus primeros libros, influidos por el Antiguo Testamento, el jasidismo y el Zóhar, se abren finalmente a una «mística universal», en la cual no se identifica una tradición específica: «Tu cuerpo abre puntos de observación / perdidas proporciones de pirámides». Es interesante que dé cuenta de la existencia de un Dios que está oculto, y que solo prescindiendo de cualidades y atributos pueda volverse infinito: «…el pan sabe más lejano que el cielo / y el cielo relampaguea lleno de adivinación».

Nelly Sachs, Viaje a la transparencia, Madrid, Trotta, 2009, 376 páginas


Elisa Aguirre

En el breve ensayo Contra los hijos Lina Meruane argumenta –con un paneo por hechos históricos, obras literarias y biografías de pensadoras y activistas– que, pese a los avances en los derechos sociales y políticos de las mujeres como resultado de las luchas feministas, la maternidad sigue siendo «una consigna a prueba de revoluciones», que se mantiene incólume en la arraigada idea de que la mujer solo se completa al tener hijos. Como dice la autora, «aunque no se tengan en la vida, los hijos se tienen para siempre en la cabeza propia y en la ajena. Como huella de una ausencia o de una diferencia o de un error o de un defecto o de una enfermedad o de un cromosoma cojo o de un crimen imaginario (un aborto mental) por el que las mujeres-sin-hijos son llamadas siempre a comparecer». Me gustó cómo Meruane se sacude esa culpa y escribe desde otro lugar para llamar la atención sobre este mandato, sin complejos, con un tono desafiante y sin concesiones sobre un tema que se tiende a suavizar. Establece también una interesante relación entre la literatura y la maternidad, con un recuento de escritoras que dan ganas de anotar para seguir leyendo; habla de los nuevos tipos de madres, de los padres y, claro, de los hijos.

Lina Meruane, Contra los hijos, Santiago, Literatura Random House, 2018, 160 páginas


Verónica Moreno

En mi familia la gente no se muere, no todavía. La última vez que hubo un funeral yo tenía cinco años, había muerto mi abuelo. Y de eso ha pasado mucho tiempo. La muerte no es tema, no se habla, no existe. Por eso cuando leí El padre me enfrenté a la muerte de golpe y porrazo. La autora escribió este libro a lo largo de los nueve años de enfermedad de su padre. Fue la enfermera, la mujer compasiva, la hija que odia y no perdona, la que recapacita, la que a veces parece que se ahoga en un mar de emociones. Y lo escribió en verso.

Es un libro que me dolió leer, me obligó a bailar un rato con la muerte, a entender que es real. Y a pesar de la rudeza no pude dejarlo, tal vez porque quería saber en qué momento Sharon Olds iba a soltarse de la cornisa de la que estaba colgando y, de paso, me iba a arrastrar. En El padre no hay moraleja, solo emoción. Bello y brutal.

Sharon Olds, El padre, Madrid, Bartleby, 2014, 114 páginas

Fe Orellana

Es difícil encontrar elementos que causen sorpresa en la novela negra. Tiene modelos y estructuras tan marcados que preceden y predisponen cierto tipo de lectura, pero cuando uno se encuentra con libros que tuercen el género siempre será revelador y te incitarán a abrir nuevos caminos. Me pasó eso con Amberville, del sueco Tim Davys. Si bien cumple con todos los requisitos de una historia pulp hard-boiled de la vieja escuela, su gran virtud reside en la construcción de los personajes: todo el universo se basa en un mundo de animales de peluche. Al aunar una ciudad violenta y corrupta, algo clásico en este tipo de literatura, con protagonistas que son osos, conejos, lobos y palomas rellenos de algodón, el resultado es la tensión constante entre la sorpresa, el morbo, el suspenso y el absurdo. Muy en la onda del cómic español Blacksad, que ocupa animales para contar su historia, o de los detectives privados de Thomas Pynchon, esta novela me abrió los ojos a que siempre quedan formas de innovar en géneros ya establecidos.

Tim Davys, Amberville, Barcelona, Anagrama, 2009, 352 páginas


Emiliana Pereira

Si de revelaciones se trata, un libro que caló hondo en mí fue Virginia Woolf. A Biogra- phy (Virginia Woolf en la edición española), de Quentin Bell. Este texto biográfico tiene varias características importantes; Quentin era hijo de Vanessa, hermana de Virginia; Leonard Woolf (esposo de Virginia) fue tajante al negarse una y otra vez al ofrecimiento de distintas personas de hacer una biografía de su esposa; es el mismo Leonard Woolf quien invita a Quentin a escribir la biografía; es un texto fundacional, que da origen a las siguientes biografías, que sin duda volvieron una y otra vez a este título. El texto no solamente (por mucho que lo niegue el autor) es fiel a datos biográficos: la narración es capaz de mostrar muy genuinamente la vida de una de las escritoras más importantes hasta el día de hoy.

Quentin Bell, Virginia Woolf, Penguin Random House, 2016, 720 páginas