Conversación

Catherine Millet

con María Cristina Jurado

Conversación con María Cristina Jurado

Catherine Millet (Bois-Colombes, Francia, 1948) es una figura clave en el campo de la cultura y el arte francés e internacional. Ha cobrado gran notoriedad como curadora, crítica de arte y escritora. En 1972 fundó la revista Art Press, una de las publicaciones de arte más influyentes de Francia. Es autora de numerosos artículos de arte y una experta en las obras de los artistas Yves Klein y Salvador Dalí. En 2001, Millet abordó la escritura desde una faceta más literaria, haciéndose conocida mundialmente por su autobiografía La Vie sexuelle de Catherine M., texto traducido a cuarenta y siete idiomas. En 2008 publicó Jour de Souffrance, libro con el que resuena y en el que se aproxima no solo a los celos, sino también al deseo, al miedo y al dolor. En 2014 la autora publicó Une enfance de rêve, obra por medio de la cual se reencuentra con su infancia, sus padres y los años de la posguerra, para tratar de comprender cómo se puede crecer sin una moral y de dónde proviene el afán de escribir. Este último libro obtuvo el mismo año el Premio Coupole.

En el marco de la tercera versión de la FILBA en Santiago (Feria Internacional del libro de Buenos Aires) y en conjunto con la Cátedra Abierta en homenaje a Roberto Bolaño, Catherine Millet conversa con la periodista María Cristina Jurado sobre arte contemporáneo, libros y la condición humana.

María Cristina Jurado: Nos acompaña una invitada de lujo, Catherine Millet. Se trata de una mujer que ha dedicado su vida al arte, y que el año 2001 se convirtió en escritora de literatura con dos libros extraordinarios La Vie sexuelle de Catherine M. (La vida sexual de Catherine M.) y Jour de Souffrance (Días de sufrimiento), traducido al español como Celos.

Catherine, en su calidad de directora y fundadora de Art Press, tal vez la revista más influyente de Europa en arte contemporáneo, ¿cómo ve usted el arte conceptual en Chile y en Latinoamérica, y qué se debe hacer para acercar este tipo de arte, más difícil, al gran público?

Catherine Millet: Esta es una pregunta que no me esperaba. Estoy muy sorprendida. Imaginé que partiríamos hablando de sexo, en cambio hablaremos de arte, y de arte conceptual. Creo que fue un atrevimiento de mi parte, ayer y antes de ayer, ir a visitar a los artistas, pero una cosa que puedo decir es que me he llevado una extraordinaria sorpresa al ver que su arte es de gran calidad. Verdaderamente, he visto con impresión las generaciones de veinticinco años, de treinta, de cincuenta años. Esta mañana tuve un encuentro muy significativo con Eugenio Dittborn, y me asombré de ver tanta calidad, quedé muy fascinada. No siempre se tiene la ocasión de tener tan lindos encuentros. Y claro, tengo una opinión del porqué se tiene esta calidad artística actualmente en Chile, pero esa será materia de una conversación más larga.

MCJ: ¿Usted no está desilusionada entonces?

CM: No, no estoy para nada desilusionada. Vi obras que son muy diferentes unas de otras, pero eso es muy personal. De hecho, como crítica de arte, occidental, que viaja mucho, a veces tengo la impresión de ver, después de todo, siempre la misma cosa. No es simplemente la cultura global, es también el mercado del arte global que ha puesto un poco el mismo nombre a todo por el mundo. Pienso que aquí en Chile tienen el inconveniente y al mismo tiempo la oportunidad de estar aislados, de estar todavía fuera de circulación en el mercado del arte. No pretendo dar consejo, pero pienso que esto es una oportunidad para los artistas pues les permite afirmar su singularidad –la que se ha perdido en otros lugares– sin perder su voz.

MCJ: Usted es una gran experta en Salvador Dalí y el pintor Yves Klein, sobre los cuales ha escrito libros y ensayos. Su obra sobre arte contemporáneo es leída como una Biblia en Europa. Sin embargo, tuvo que escribir sobre sexualidad para ser traducida a más de cuarenta idiomas y transformarse en un best seller. Desde el punto de vista de su intelectualidad, ¿lo siente usted como una especia de ironía?

CM: En primer lugar, todo el tiempo que trabajé en este libro, La Vie sexuelle de Catherine M., no imaginé nunca que tendría el éxito que tuvo. No, no pensé que traspasaría un círculo relativamente cerrado de especialistas e intelectuales, no pensé que lograría alcanzar el gran público. El primer tiraje de este libro fue de cuatro mil ejemplares, una cifra que para la prensa era ridícula. Pero bueno, es normal que el sexo interese más que el arte conceptual, es normal que más personas se interesen por esta materia que por el arte conceptual.

MCJ: Y a propósito de eso, más de tres millones de lectores en el mundo leyeron La Vie sexuelle de Catherine M. y Jour de Souffrance, que aquí se tradujo como Celos. ¿Qué mensaje fue el que usted quiso entregar y por qué quiso hacer pública esa faceta tan íntima de su vida, que es tan inusual?

CM: Escribí este libro porque, en primer lugar, pensé haber adquirido cierta experiencia en cuanto a la sexualidad que podría compartirse. Yo tenía una práctica sexual extremadamente libre, como algunos otros de mi generación. Sin embargo todo esto ocurría en un momento donde el discurso sobre la sexualidad y la liberación sexual me molestaba. Me pareció que la gente no era siempre muy honesta en sus maneras de relatar la vida sexual. Había en mi generación, ciertamente, una idealización de la utopía de la liberación sexual. Mi experiencia, por cierto que me aportó cosas muy positivas, pero claro que no es la solución milagrosa para encontrar sabiduría en la vida. Lo que deseaba era aportar con un testimonio muy preciso y lo más realista posible sobre esta libertad sexual de la que tanto se hablaba. No quería otra cosa. No había un mensaje, de hecho. Yo escribí sobre la vida sexual más bien para escuchar una respuesta, creo, a mi testimonio. Esto, de alguna manera, también es una utopía, pero no me desilusioné de ella, porque debo decir que recibí muchas cartas y muchos comentarios de la gente. Y no para comentar mis libros, sino para hablarme de ellos, de sus propias experiencias sexuales, y a veces de los sentimientos que les permitieron tener un discurso, una voz sobre la sexualidad. Eso fue lo que me interesó de esta experiencia.

MCJ: Fue como abrir una ventana, ¿no?

CM: En verdad lo que abrí fue la boca. Bueno, para ciertas edades sí fue como abrir una ventana. Fue maravilloso que se acercaran a mí y a veces me dijeran «¿Sabe? No imaginaba que pudiera ser posible algo como lo que usted relata. Yo también tengo fantasías y no las he vivido como usted, pero comprendo que es posible que estas fantasías puedan ser realizadas». Pienso que algunos de los lectores se sintieron autorizados a tener ciertas ideas, a tener ciertos pensamientos por cuenta propia.

MCJ: Catherine, el escritor Roberto Bolaño, a quien está dedicada esta cátedra de literatura, y el premio Nobel peruano Mario Vargas Llosa aplaudieron sus textos literarios y les llamaron valientes, libres y con sentido del humor. Sin embargo, me imagino que no todo ha sido color de rosa. Quisiera saber cómo usted vivió y ha vivido las críticas de sus detractores con estos libros.

CM: Cómo he vivido las críticas, los detractores… De hecho, para nada mal. Usted ha citado dos nombres muy prestigiosos de la literatura. He tenido la suerte de ser nombrada y bien considerada por artistas, por intelectuales, por otros escritores, lo que de alguna manera me ha protegido contra los ataques. Claro, ha habido algunos que me atacaron. Recuerdo, por ejemplo, a Jean Baudrillard, cuya figura es muy reconocida y leída, quien escribió un artículo muy irónico y negativo sobre mis libros. Sin embargo, no me parece tan grave, pues había muchos otros que tenían comentarios positivos. No he sufrido realmente por esos ataques. Además, una cosa que fue extraordinaria es que estos libros tuvieron muchas traducciones, viajé muchísimo, me encontré mucho con el público, y verdaderamente, jamás, jamás enfrenté discursos hostiles o gestos hostiles de parte del público. Ha sido, después de todo, una experiencia muy feliz.

MCJ: Y a veces puede ser sorprendente, porque se habría esperado que habría una parte dolorosa para usted debido a las críticas.

CM: No. Como sabe, en mi otra novela doy a conocer una historia que se relaciona con una forma de sufrimiento que conozco, aunque no creo que sea una mujer sensible. Sin embargo, respecto a los ataques, los únicos que de verdad me tocaron son aquellos que vinieron de personas que pensé que eran amigos, que eran cercanos. Por ejemplo podría mencionar a Annie Le Brun, gran especialista en la obra del Marqués de Sade, que ha realizado una exposición magnífica el año pasado en Musée dÓrsay en París; ella publicó un artículo que me dolió mucho, porque la consideraba una amiga, pero si no, prometo de verdad que esto no me afecta demasiado.

MCJ: Como creadora y mujer de arte y habiendo sido traducida a tantos idiomas, alguna vez reconoció que se interesa, sobre todo en el arte, por lo que jamás se ha hecho antes. A mi manera de ver, eso la situaría en la frontera entre la innovación y la ruptura. En este sentido, ¿siente que sus libros autobiográficos van en esta corriente que es, de algún modo, una corriente de avant-garde?

CM: En este caso la respuesta es sí. De hecho, lo que me llevó a escribir La Vie sexuelle… fue que no se había visto un libro como este hasta entonces. Lo pienso como crítica de arte. Cuando enfrento por primera vez una obra, la primera pregunta que me hago es si ya he visto aquello antes. Si la respuesta es no, solo por ese hecho empiezo a hallarlo interesante. Bajo esa lógica vanguardista, que consiste en tratar de hacer aquello que no se ha hecho antes, se escribió mi libro sobre la sexualidad. El año pasado publiqué en Francia Un Enfance de reve, un libro sobre las memorias de la infancia, y para esta publicación adopté el mismo principio, remontando del fondo de mí misma recuerdos de mis primeros años de vida, de la infancia más pequeña. Pienso que hay muchos escritores que abordan el tema de la infancia, pero no creo que muchos lo hagan de esta manera, retrocediendo en el tiempo tan profundamente, hasta la edad de tres o cuatro años, para intentar encontrar ese flash de imagen que conserva aquello que marca más profundamente cuando se es niño. Fue un desafío distinto al que me planteé con La Vie sexuelle…, de una naturaleza muy diferente, que incluso se volvió una prioridad. Los vanguardistas son conocidos por ser personas que se salen del programa.

MCJ: Sí, pero el vanguardismo no siempre es fácil, y usted es una respetada intelectual a la cabeza de una gran revista, al mismo tiempo es un personaje público y una escritora best seller, todo junto. ¿Qué costos, Catherine, ha tenido la exposición a la fama?

CM: El tiempo. Es mi problema principal. Olvidé vivir porque me negué a renunciar a mi vida profesional. Esto es algo que me provoca mucho sufrimiento. Cuando el tiempo pasa sufro más y más, y esa es una sensación que comparto con muchas otras personas. He tenido que pagar el costo del tiempo, a veces ha sido doloroso y lamentable, pero es el trabajo del escritor. Se trata de un espacio de honestidad absoluta. Ese mismo espacio es un lugar difícil. En el contexto de La Vie sexuelle… realicé un encuesta que apliqué en mí misma y entre mis más cercanos, para verificar los hechos, que las fechas fueran lo más exactas posibles, y para comprobar las relaciones que se formaron. Diría que fue una instancia divertida, un momento lúdico. El trabajo del escritor demanda exactitud, muchas veces sobre cosas que han sido difíciles de vivir y de abordar. Ha sido así en mi caso, pero principalmente fue lúdico. La Vie sexuelle… es un libro que exigió una exploración personal muy profunda que hizo resurgir sensaciones extremadamente dolorosas para mí, muy lamentables. Por ejemplo, en el libro hay un pasaje en el que debí citar extractos y frases de las cartas que mi marido me envió durante un período en que estuvimos en conflicto. Leí y releí esas cartas y no fue fácil revivir aquello que nos había ocurrido, pero era necesario. Fue difícil ser honesta conmigo misma. Me ayudé del psicoanálisis para comprender qué sucedía con la memoria, con los primeros recuerdos y con aquellas cuestiones que nosotros construimos y que aparecen como recuerdos permanentes no necesariamente buenos. Esto es tremendamente difícil. El trabajo de escritura es lentísimo, y demanda regresar no solo a las memorias sino una y otra vez al texto para releer y corregir. En mi caso todo este trabajo fue enorme, la reescritura de los textos que reservaba en mi computador, por ejemplo, me resultó difícil hasta que llegué a mi pequeño núcleo de verdad.

MCJ: No hay ninguna duda de que sus textos son honestos, muy honestos, sin embargo, creo que hay quienes confunden a la escritora con la experta en arte, una gran experta en arte. Hay quienes han visto sus libros sobre sexualidad como una acción de arte más en el mundo visual en el que se mueve hace cuarenta años. ¿Hay algo de performance en su idea de revelar su intimidad a través de la literatura?

CM: Performance no. Si tomamos el concepto de performance diría que la califico más como una experiencia de encuentro con el público, sobre todo porque la escritura misma de un libro significa desnudarse ante otro. Aunque en mi caso no hay pudor. Como autora hablando de un personaje que se llama Catherine, no siento pudor. Sin embargo, esto no significa que esté llevando a cabo una performance. Pero incluso en mi primer libro, y también en parte en el segundo, me encontré en la situación de revelarme y exponerme frente a muchas personas. Esto me pareció muy liberador, porque evidentemente se habla de uno mismo y porque la gente espera que esto se haga de una determinada manera. Podría decirse que incluso con tanta atención puesta sobre mí, me sentí libre. Tengo la impresión de que me disperso y me diluyo en dos puntos de vista, el de la autora y el personaje. Finalmente dejé y delegué en otros la tarea de criticarme y juzgarme, y esto me dio una sensación de gran libertad. Usted citó mi trabajo sobre Salvador Dalí, y al respecto, creo que fue su trabajo el que me ha ayudado a comprender esta sensación de sentirse observado, porque él mismo como artista tuvo que vivirlo y lo explotó muy bien, y además aceptó y recibió las críticas de muy buena manera. Cuando a Dalí le decían «Eres un payaso», él respondía «Sí, soy un payaso»; cuando le decían «Usted es un genio», lo aceptaba y afirmaba «Sí, lo soy». Yo, personalmente, comprendo bastante su comportamiento, y pienso que no existe la unidad de una persona, no creo en eso. Por eso la experiencia de esta exposición de mí misma ha reforzado esta convicción.

MCJ: Catherine, entrando en temas más íntimos, usted vivió muchas veces un ambiente de violencia en su casa paterna, en su casa de origen, que después revivió con una de sus parejas, con Claude. Quería preguntarle si considera que el artista debe ser un sujeto sufriente, por un lado, y por otro, si el arte le ha servido como escape de algunas situaciones difíciles en su vida.

CM: Usted sabrá que no es solo sufrimiento por escribir, sino sufrimiento por la vida, por vivir simplemente. Yo conocí el sufrimiento en la infancia, pero otros artistas conocen el dolor de la prisión, conocen la represión o conocen la guerra. Mi generación es de posguerra, nuestra experiencia del sufrimiento se relaciona con todo lo que acarreó ese período. Ahora bien, no pienso que sea necesario el sufrimiento para realizar una obra o hacer un trabajo, a nivel general. Es una visión completamente romántica aquello del sufrimiento obligatorio, no creo para nada que esto sea un elemento imprescindible para la creación.

MCJ: ¿Le ha servido el arte como escape de alguna situación dolorosa?

CM: Claro, el arte, la literatura, por cierto son formas de escape. Por ejemplo, en las artes plásticas contemporáneas, tenemos el ejemplo de las vanguardias del inicio del siglo xx, que surgen como oposición y producen un florecimiento de las artes plásticas. Aunque no son situaciones que se puedan comparar con la actualidad. Pienso que este fenómeno –porque para mí el arte contemporáneo es un fenómeno– en Europa, en Estados Unidos, tiene una función, que es la de crear un espacio de libertad en la sociedad que a veces es coercitiva con los sujetos. En definitiva, creo que el arte contemporáneo es una forma de libertad precisamente.

MCJ: Catherine, usted ha hablado del efecto de seducción que busca el arte. Desde Dalí a La Vie sexuelle de Catherine M., ¿ha buscado la seducción en su obra? ¿Qué rol cree que juega el sexo en la creación?

CM: Defino la seducción como el modo y el efecto con el que el autor busca retener a su lector con frases y palabras con las cuales el lector se siente, básicamente, bien. Cuando escribí La Vie sexuelle… estaba consciente de que ciertos temas que abordé, ciertos pasajes y escenas que escribí podían, eventualmente, resultar chocantes o de mal gusto para el lector. Así que intenté instalar a mi lector en una lectura confortable, aunque estoy segura que hubo muchos que cerraron sus libros mucho antes de estar cómodos. El lenguaje que empleo es justo, es preciso, es exacto para representar al objeto. Escribo y reescribo el texto hasta tener la impresión de instalarme en un bote que navega por aguas tranquilas. Si trabajo con esta imagen en mente es porque deseo que mi lector tenga la misma sensación de estar siendo llevado en barco sobre aguas tranquilas. No sé exactamente si se trata de seducción, pero es una búsqueda de complicidad con el lector. Respecto al sexo, pienso que es el motor. La libido es el impulso para todo, de hecho la literatura se nutre de la pulsión sexual. Para mí los ojos son un órgano sexual, eso es algo que comprendí como crítica de arte involucrándome con la obra de Dalí, y también como escritora.

MCJ: En su nuevo libro sobre la infancia, usted se interna en lo más profundo de su crianza, de su casa, de su familia, y también de su madre. Quisiera preguntarle cómo influyó su familia en su infancia y adolescencia, y cuáles fueron sus grandes dolores mientras crecía.

CM: El objetivo que descubrí que deseaba lograr con la escritura de este libro era explicar cómo ingresé a mi vida adulta sin una moral. Era claro que si tenía esta vida sexual tan libre es porque carecía de ciertos principios morales que no me habían sido inculcados en mi educación. Mis padres tuvieron muchos conflictos y se comportaron violentamente delante de sus hijos. Por supuesto que cuando veía a mis padres pelearse sufría como cualquier niña cuando ve que sus padres se maltratan, pero finalmente eso me mostró la realidad de la vida, una realidad dura, por cierto. El libro explica simplemente cómo crecí sin una educación moral proporcionada por mis padres, sino más bien aprendida por mí misma, muchas veces gracias a la lectura, pues de niña fui una buena lectora.

Traducción de Marianela Pérez Cornejo