Volví a ver noticiarios el 17 de abril pasado, cuando Santiago se inundó. Llevaba cuatro meses de abstinencia porque los consideraba aburridos y malos.
Ahora los veo todas las noches, pero, más que las noticias, lo que me interesa son los conductores.
Estar en cama con gripe justo en la semana de la inundación dejó secuelas. Pasé esos días atenta a los noticiarios, que contaron la tragedia desde todos los ángulos posibles, pero hubo un momento en que el agua y el barro ya no fueron lo más importante y solo pude concentrarme en los conductores, en la manera en que hablan, cómo mueven las manos, los breves silencios y la expresión de la cara. Pienso en Zubin Mehta y en Lorin Maazel, grandes directores de orquesta. Supongo que conducir un noticiero se parece un poco a dirigir la orquesta que tienes dentro de la cabeza: hacer que cada idea esté relativamente afinada, que cada dato salga de la boca en el momento preciso, que la pronunciación esté en el tono correcto.
Gracias a mi pequeña nueva obsesión me di cuenta de que hay ciertos protocolos que los lectores de noticias siguen, sobre todo los que tienen que ver con las manos. Hay noticias que ameritan un compás binario: la mano sube y baja cuando se trata de información simple, como la moda de las clases de zumba. Para noticias un poco más complejas usan un compás ternario: la mano parte desde abajo, se mueve hacia la derecha y sube. Y si lo que toca es una noticia muy importante, como un desastre natural, lo que corresponde es un compás cuaternario: la mano parte desde abajo, va hacia la izquierda, hacia la derecha y arriba. Esos son los movimientos básicos y no importa cuál noticiero vea, no importa el canal, no importa la franja horaria, todos siguen el mismo patrón.
Hay otros movimientos también comunes, pero más avanzados. Si la noticia tiene muchas cifras, el conductor levanta una mano casi a la altura de la boca, junta el dedo pulgar con el índice formando un círculo y lanza una frase del estilo «siete de cada diez chilenos tienen internet», mientras la mano con la figura perfecta marca cada una de las sílabas. Arriba, abajo, pausa.
Si se trata de un escándalo político o económico, el conductor levanta las manos a la altura del pecho, con las palmas abiertas y enfrentadas como si estuviera afirmando una caja; el cuerpo va hacia adelante justo antes de pronunciar la primera palabra. En la medida en que la historia avanza inclina un poco la cabeza y entrecierra los ojos para dar énfasis: «¿Quiénes son los responsables?». Breve aleteo de manos, que marca el ritmo y al mismo tiempo permite no botar la caja. «¿Quién era el encargado de fiscalizar?» Junta las manos en forma de oración y casi se toca el mentón. «La justicia será la encargada de determinarlo.»

Vamos a comerciales, y a la vuelta más informaciones.
Intento recordar si cuando estudiaba periodismo me enseñaron a hablar en esta clase de periodistés gestual en el curso de televisión. Creo que no. Recuerdo vagamente que solo me recomendaron que no fuera aburrida, que intentara ser más ágil, cosa que nunca logré y no me importó mucho, para serles franca.
Pero lo que sí recuerdo bien es que en cuarto año, cuando ya algunos de mis compañeros estaban haciendo la práctica profesional, el argentino Daniel Santoro, editor de Clarín, hizo un taller para alumnos.
En una de las clases pidió que alguno de nosotros leyera un reportaje de investigación que había traído para discutirlo.
Una compañera se ofreció y comenzó a leer como conductora de noticiario. Tenía un ritmo y un tono televisivos que sonaban totalmente fuera de lugar en la sala de clases. Voz profunda, entonación perfecta, una mano sostenía las hojas, la otra se movía profesionalmente. Arriba, abajo, pausa.
Nadie pudo concentrarse en el reportaje. Cuando terminó la lectura se dio cuenta de que la mirábamos con cara de no entender nada. «Así es como se debe leer. Estoy haciendo la práctica en Canal 13. Tienes que parecer serio, eso es lo más importante. Podrían aprender», dijo orgullosa.