Conversación con Marcela Aguilar

 

Marcela Aguilar: Tenemos hoy el honor de recibir a Luz Gabás, escritora española que el año pasado ganó el premio Planeta con su novela Lejos de Luisiana. Bienvenida, Luz.

Luz Gabás: Muchas gracias, un placer. Gracias por la invitación.

MA: Luz Gabás nació en Monzón, Huesca. ¿Eso es Aragón? ¿No? 

LG: Así es, es en el norte de España, un lugar muy chiquito, cerca de los Pirineos.

MA: Bueno, Luz ha dicho que desde muy niña leía todo lo que le llegaba a sus manos. Además tiene dos hermanas mayores que parece que le pasaban novelas que no eran apropiadas para niñas pequeñas, pero ella igual se las leía. Novelas de terror, novelas de amor, todo tipo de novelas. Y después estudió Filología Inglesa en la Universidad de Zaragoza, dio clases en la universidad y estuvo a punto de terminar un doctorado, pero parece que no lo terminó porque, por ahí por los cuarenta años, decidió que tenía que hacer lo que se había prometido hacía mucho tiempo, que era escribir un libro ¿verdad?

LG: Ahí quedó la pila de libros, Marcela, de la tesis doctoral. Tenía la de la tesis doctoral o la de la novela que quería escribir y las miraba y me decía: ¿qué? tesis, novela, tesis, novela. Y al final dije novela.

MA: Ganó la novela, claro. Luz dejó la ciudad, dejó la universidad y se fue a un pueblito que está cerca de donde nació. Anciles, se llama. Se fue a una casita como la de las hermanas Bennet en Orgullo y Prejuicio. Ahí en el campo, con muchos animalitos y muy verde todo, se puso a escribir una novela que terminó y envió a unas editoriales. Se postuló a alcaldesa de Benasque, que es un pueblo ahí también en Huesca, y la eligieron alcaldesa. Asumió el 2011 y poco después le avisaron que su novela se iba a publicar. Fue una locura de trabajo, ¿no? En 2012 se publicó esta novela que se llama Palmeras en la nieve, que narra la experiencia de su padre en lo que en alguna época se llamó la Guinea española, que hoy es Guinea Ecuatorial. Y esta novela se convirtió de inmediato en un éxito de ventas, a tal punto que rápidamente la hicieron película, se estrenó en 2015 y fue muy premiada. 

Luz se volvió así una escritora ya súper reconocida. Publicó en 2014 Regreso a tu piel, en 2017 Como fuego en el hielo y en 2019 El latido de la tierra. Y el año pasado ganó el concurso de Planeta, que es uno de los premios más importantes que hay en lengua hispana, con la novela Lejos de Luisiana, de la que vamos a hablar principalmente hoy. Como ustedes ven, es una novela gorda —tiene 765 páginas— y está centrada en una época poco conocida para nosotros, no sé si en España también…

LG: Muy desconocida.

MA: Que son los cuarenta años en que España administró el territorio de Luisiana, donde está Nueva Orleans, San Luis, que fue una región colonizada primero por los franceses. En algún momento Francia sale de ahí, le deja estos territorios a España, y luego España también los pierde, cuando Estados Unidos gana su conformación actual. 

Tú has contado que investigaste dos años antes de sentarte a escribir esta novela y esta cátedra lleva el nombre de este proverbio que citas también en tu novela, uno que dice que se necesitan mil voces para contar una historia, que yo la entiendo de dos maneras. Por un lado, ninguna historia se cuenta sola, todas las historias necesitan dialogar con las historias anteriores, pero también tiene que ver con tu proceso de investigación, con cuántas fuentes tú conociste, revisaste, qué tipo de fuentes fueron. Cuéntanos un poco de ese proceso de investigación.

LG: Buenos días, como sois estudiantes de Literatura en su mayoría, voy a intentar dar respuestas prácticas. Lejos de Luisiana es una novela histórica, por lo tanto, se ajusta a los cánones del género. Eso me obliga a mantener un difícil equilibrio, un doble compromiso con la Historia con mayúsculas y la literatura. Al ser novela histórica, yo recupero un contexto desconocido y tengo que recrearlo de una manera veraz. No me puedo inventar nada en cuanto a los hechos históricos que sucedieron. Si tuvo lugar tal batalla, tuvo lugar tal batalla; no puedo de repente inventarme una batalla. Por lo tanto, los escritores cuando afrontamos una novela histórica, tenemos el reto de que no somos historiadores y de que tenemos que empezar a estudiar como si fuese una tesis doctoral. Entonces, yo dediqué dos años a la preparación del material y esto quiere decir que tengo que estudiar toda la historia universal y la voy acotando hasta centrarme en el territorio de la Luisiana francesa, la Luisiana española, que ahora solo es un estado, pero para que nos hagamos una idea de la magnitud del territorio, la Luisiana de finales del siglo XVIII ocuparía unos diez o doce estados estadounidenses actuales. Bien, entonces, organizo la información histórica, como si fuese una historiadora. De momento me olvido de lo que es trabajar una novela y preparo carpetas de documentación: parte histórica, parte social, grupos sociales, comerciantes, religiosos, militares, africanos, nativos americanos, hombres, mujeres, bien, y qué personajes voy a ir creando de esos grupos sociales para luego armar la trama. Y de la parte histórica, cuarenta años de la vida de un territorio, me hago un planning, año por año, con qué sucesos ocurrieron. Porque una cosa es que el escritor tenga muy asimilada la información histórica y otra cosa es lo que no hay que hacer con una novela histórica, que es convertirla en una lección de historia. Esa información tiene que aparecer disuelta y va a ser el telón de fondo donde se mueven los personajes y ahí entra la literatura.

MA: Hay escritores que dicen que arman un mapa y otros que tienen una brújula ¿no? Tú eres una escritora que trabaja con un mapa, te armas un gran escenario y además te haces la línea de tiempo, o sea, tus personajes se van moviendo entre o a lo largo de ciertos hitos históricos. 

LG: Para escribir una novela histórica hay que trabajar en modo mapa, no puedes ir sobre la marcha a ver qué se te ocurre, eso no es posible. Si tengo los acontecimientos históricos que condicionan y modifican la vida de mis personajes, no puedo esperar a ver qué se me ocurre que pase en 1783. Por lo tanto, uso un mapa muy detallado e incluso una escaleta, que es lo que emplean en el mundo cinematográfico. Yo digo: esta novela va a tener cuatro partes, que se corresponden con la imagen del río Misisipi: curso alto, curso medio, curso bajo, mar. Cada parte va a tener prácticamente el mismo número de páginas. Yo en eso soy muy obsesiva. Cada parte va a tener tantos capítulos y en los capítulos va a suceder esto: empezamos la novela, la familia, los viajes, va hacia arriba, se conoce con este, se conoce con otro. Antes de sentarme a escribir, me preparo un índice de escenas. Todos los capítulos tienen tres escenas, cada escena técnicamente es introducción, desarrollo y conclusión, o sea muy, muy, muy preparado. Cuando me siento a escribir, al cabo de los dos años de preparación, voy siguiendo la escaleta y ahí puede aparecer la inspiración en momentos concretos. Y ya la última parte de la escritura de la novela, es lo que yo llamo pintar y colorear. Es decir, puedo tener una escena en la que está una familia comiendo y puedo ponerme entre paréntesis «menú» y ya pondré el menú, para no romper el hilo de la narración. Luego ya me documento y busco un menú que encaje en ese momento ¿no? O la terrible inundación o el incendio de tal año, puedo ir escribiendo y marcarme: «Aquí recuerda que es el momento del incendio». Bueno, estas cositas las puedes encajar después. 

MA: Tú decías antes que además al investigar te vas imaginando, vas pensando cuáles van a ser tus personajes. ¿También les haces su carpeta? Porque sería una locura, me imagino, en la página setecientos, acordarte de lo que hizo este personaje en la página, no sé, cinco, diez. Entonces, ¿también te vas ayudando con ese archivo?

LG: Sí, sin duda. Un escritor toma decisiones continuamente. Narrador, ¿voy a escribir en primera persona o en tercera persona? Bueno, hay muchas novelas históricas escritas en primera persona. ¿Qué problema ofrece la primera persona? Ya lo sabéis: que solo conocemos el mundo a través de unos ojos, una focalización única. Entonces, claro, yo tengo varias familias y quiero una representación más cinematográfica, es decir, las escenas con sus personajes, por lo tanto, tengo que ir a un narrador multiperspectiva, como se le llama ahora. Esto me permite meterme en la piel de cada personaje. Yo, en la documentación, lo primero que encuentro es que la sociedad de Luisiana de finales del siglo XVIII es multicultural, multiétnica. ¿Cómo no voy a reflejar el mundo nativo americano al mismo nivel que el mundo europeo? No puedo, porque entonces estaría haciendo una novela colonial. De alguien que fue allí y triunfó. No, yo quería un reflejo de la vida en ese momento. Entonces, de estos grupos sociales, incluyo a los nativos americanos. Tengo tribus, muchas. ¿Cuál elijo? Otra decisión. Entonces, me topé con la leyenda de un nativo americano de la tribu kaskaskia, hijo de un jefe que se enamora de una francesa. Huyen y al cabo de dos o tres días los capturan, a ella la encierran y a él lo atan a un tronco y lo mandan Misisipi abajo. Por supuesto muere y antes de morir lanza una maldición. Y dije, bien, voy a hacer uso narrativamente de esta leyenda, y además me sirve para decidir que la tribu protagonista va a ser la kaskaskia, que cumple además otros requisitos que yo buscaba. Y es que es una tribu educada por los jesuitas franceses, por lo tanto, conoce la cultura y la religión francesa, pero está ubicada en territorio inglés. Cuanto más te documentas, más ideas encuentras. Y tenía claro que quería que hubiese personajes importantes de cada grupo social. Aunque en la novela hay dos protagonistas, hay ocho personajes a los que el lector quiere seguir la pista. Está el esclavo que huye a los pantanos y se convierte en cimarrón. Tengo el grupo de los religiosos, porque también hay una transición religiosa, se expulsa a los jesuitas, es un momento histórico fascinante. Tengo el mundo de los comerciantes, el de los aventureros, el de las mujeres, mayores, de las más tradicionales, de las más avanzadas. Cada personaje tiene su ficha que contiene desde la descripción física
—porque de repente estás en la página seiscientos y no te acuerdas de qué color tenían los ojos—, el carácter, sus frases posibles, en qué momentos va a aparecer o con quién se va a encontrar para que la acción avance. 

MA: Un tema que recoges en tu novela es cómo en esa época las hijas eran casadas con fines muy concretos y estratégicos. Algunas de tus protagonistas son sumisas o pragmáticas frente a esto y otras son rebeldes. ¿Lo escribes así pensando en la actualidad? ¿Quieres plantear una mirada crítica de ciertas prácticas? 

LG: Un error que puede ocurrir con la novela histórica es utilizar nuestra mirada del presente para crear personajes que no existieron o que resultan inverosímiles. Los personajes que yo creo son verosímiles. En aquel contexto las mujeres se casaban a los 14 años y a los 18 ya eras una solterona. El índice de mortandad era tan elevado que en cuanto una mujer ya podía tener hijos, pues debía cumplir con la obligación de tenerlos para poblar el territorio. Estamos hablando de que Nueva Orleans era una gran ciudad de dos mil quinientos habitantes. En ese contexto se puede entender el personaje de la hermana de la protagonista que se llama Margaux, que cumple con el objetivo de casarse con alguien que tenga dinero, porque entonces va a tener una vida más fácil. Es una mujer muy práctica. Si Margaux representa a la Ilustración, al siglo de la razón, su hermana Suzette es un personaje prerromántico, insatisfecho, al que le cuesta encontrar su camino. Lo que me gustó de la relación de las hermanas es que siendo tan diferentes, realizan el viaje de su vida juntas, aun en la distancia, y se aman a pesar de la diferencia. Si yo hubiese elegido como protagonista a un personaje secundario de la novela, que es Cecil, me hubiesen dicho que estaba escribiendo desde el presente y que me había inventado un personaje feminista. Pero resulta que Cecil existió en la realidad. Hubiese dado para una biografía. De hecho, pensé, ¿y si escribo la novela desde el punto de vista de Cecil? 

MA: Cecil es extraordinaria, claro, porque ella abandona a un marido, se va con otro hombre y se va a colonizar, se hace comerciante.

LG: Es que yo no me lo invento. Es que es un personaje real y su vida está recogida, escrita ya por norteamericanos. A los quince años la casan con un señor mayor, tiene un hijo, el marido se va a Francia a sus cosas, a ver a su familia pero, claro, un viaje de antes, tardaban en volver cuatro o cinco años. Cuando vuelve, su mujer ya se ha enamorado de otro, un hombre de los Pirineos que fue uno de los fundadores de San Luis de Misuri. Se enamoraron, sobre todo por la pasión por los libros y por el espíritu aventurero. Con este señor tiene cuatro hijos y como es muy práctica, y para que no tachen a sus hijos de bastardos, les pone el apellido del marido fugado en Francia. Y luego, cuando el marido viene de Francia, la reclama. Porque la ley obliga a que la mujer viva donde vive el marido. Y ella dice sí, que le manden soldados a buscarla, que no se va a mover de allí. No hace caso a los requerimientos legales y nunca vuelve con el marido. Se quedó con su amante, con el que nunca se casó y ayudó a sus hijos en el negocio de las pieles. Y fue conocida en la zona porque, bueno, su negocio era bastante grande. Y murió con ochenta y tantos años después de una vida intensa. 

MA: Tú has tenido que responder también varias veces por el tema del romance en tus novelas y has dicho que cuando la novela la escribe una mujer es romántica y que cuando lo hace un hombre, es histórica. Has dicho también que la novela romántica ha cambiado, ha evolucionado. ¿Cómo crees que es hoy la novela romántica? 

LG: Este es un tema muy, muy, muy amplio. Y es cuestión de etiquetas. Dentro del género histórico prácticamente todas las novelas que leo en la actualidad incluyen una historia de amor. Y fuera del género histórico, yo diría que en el noventa por ciento de la literatura que se escribe, sea del tipo que sea, hay una historia de amor también. Insisto, se pone la etiqueta de histórico/romántica cuando la escribe una mujer. Novelas con la etiqueta histórico/romántica, hay muchas en Latinoamérica. Vengo de Argentina donde hay muchísimas escritoras de histórico/románticas, quienes realizan una labor de documentación increíble, o sea, representan el momento histórico elegido con una minuciosidad admirable. Pero insisto en que a mis amigos en España, colegas escritores con los que comparto encuentros, jornadas de novela histórica, yo les digo: a ninguno de vosotros os preguntan si escribís histórico/romántica. Y tienen historias de amor en sus novelas. Para mí Lejos de Luisiana es una novela histórica. Hay una historia de amor, sí, como en mucha novela contemporánea. Es que así lo veo yo. Y claro que ha evolucionado la novela romántica. Hay muchas autoras y autores también escribiendo para jóvenes, diferentes públicos, y hay otros que tampoco se consideran autores de novela romántica, aunque los cataloguen como tales, quizás como estrategia de marketing. Mi opinión es que mi concepto de la cultura y de la literatura es muy amplio. Hay muchas voces y cada escritor escribe lo que puede, lo que sabe, y el lector lee, juzga, se enamora o no de una historia o de otra, independientemente del género. 

MA: Ahora, tener una historia de amor dentro de la novela ayuda, ¿no? Es un hilo conductor de muchas cosas que ocurren alrededor. 

LG: Claro, porque yo no quiero dar una lección de historia. Yo quiero que el lector aprenda, se entretenga y se conmueva. No hay una historia de amor, hay varias. Hay varias porque ¿qué es la vida? Pues lo que está en una novela de estas características. Amor, deseo, política, el contexto social que te ha tocado vivir, las decisiones, la pelea entre la razón y la pasión, eso es la vida de cualquiera. Ahora, hace doscientos años, hace mil y dentro de doscientos años. Entonces, yo digo, son novelas sobre la vida. En mi caso, articularla a través de la relación entre Ishcate y Suzette me pareció fantástico, porque claro, vienen de dos mundos diferentes, muy diferentes. No son libres para decidir, pero aun así lo intentan y lo intentan. 

MA: Sí, y es verdad que uno no sabe qué va a pasar. 

LG: No sabe qué va a pasar, como la vida. 

MA: Tú elegiste además este escenario porque estaba la comunidad de esta tribu a un lado del río y al otro lado estaba la ciudad o el asentamiento de los franceses. Entonces, era muy posible ese contacto. 

LA: Había mucha relación entre los europeos y los nativos americanos. En el caso de Illinois, todos los censos de la época recogen que todos los franceses que llegaron por la parte alta del Misisipi trabajaban en el negocio de las pieles. Llegaban sin esposas, entonces se casaban con las nativas americanas. Y en los censos, prácticamente desde el principio, quiero decir, principios y mediados del XVIII, aparecen nombres de nativos americanos con apellido francés, ya son mestizos. Por lo tanto, yo lo que percibo es que hay más interacción, más relación de lo que nos parece o de lo que reflejaban quizás las películas del Oeste de nuestra época, que han quedado ya superadas, creo yo. Lo que aprendimos nosotros de ese mundo era muy de Hollywood y creo que no aprendimos mucho. 

MA: Ahora hemos tenido que desaprender algunas cosas. 

LG: Sí, ha habido que desaprender efectivamente y quizás habría que volver a construir nuevos discursos cinematográficos sobre ese momento. Cuando te encuentras con algo tan interesante como las actas de las reuniones de los nativos americanos con los gobernadores y lees con atención sus palabras, aunque evidentemente son traducciones del intérprete español y francés del momento, te haces una idea de cuáles son sus preocupaciones, cuáles sus miedos. Se ve que eran conscientes de que en sus tribus cada vez había menos guerreros y que ese mundo nuevo que venía de fuera era imparable. Eran muy conscientes. Yo entendía a mi protagonista, Ishcate, que es el personaje más trágico para mí de la novela, porque es consciente de lo que le va a suceder a su país, a su tribu, la pérdida que van a vivir y la transformación imparable. 

MA: Tú has contado que eliminaste muchas cosas de esta novela. Y debe ser terrible, me imagino, también para las personas que están acá hoy, tomar la decisión de tirar a la basura diez, veinte, treinta páginas que te costaron horas de trabajo. En tu caso, por ejemplo, escenas de batallas. Esa decisión fue difícil, ¿no? 

LG: Es difícil, pero tiene que ser. Y un escritor tiene que estar dispuesto a cambiarlo todo, aunque lleve doscientas páginas, y volver a empezar, y a reescribirlo todo si algo no funciona. Hay una vocecita interior que no te engaña. E insisto en que estamos en un género muy concreto. Lo digo porque no es lo mismo escribir de un dolor, un trauma interior, que puedes dar mis vueltas, porque es otro tipo de reflexión. Esto es otra cosa. Claro, entonces, ¿qué me pasó? Yo me atascaba siempre en las batallas del famoso gobernador español de Luisiana que llegó a ser virrey de Nueva España con cuarenta años. Y entonces, claro, ya que estaba en ese contexto de Luisiana y lo más importante que hizo él fue arrebatarle tres fuertes a los ingleses en el lado este del Misisipi y luego recuperar Florida para España, que la había perdido tras la Guerra de los Siete Años, por lo que es como un héroe nacional. Y yo creo que estaba un poco obsesionada con que se sepa cómo conquistó los tres fuertes ingleses y cómo ganó Luisiana cuando él no es un personaje principal en la novela. Entonces, claro, hay un momento en que dices, estoy cayendo en el error que critico, que no es una lección de historia: treinta páginas de cómo puso los cañones, de cómo no los ponía, de la estrategia, de lo hábil que fue. Y al final dices, esto no importa, no importa. En la novela aparecen dos momentos importantes de coaliciones nativas. Una inicialmente contra los ingleses y otra, liderada por Pontiac, contra los estadounidenses. Entonces me pareció que era mucho más interesante centrarme en esas batallas, porque implican al protagonista.

MA: Implican un avance en la historia. 

LG: Efectivamente. Y pongo otro ejemplo, que a algunos puede resultar práctico. En la segunda novela que escribí, Regreso a tu piel, el rey de España, Felipe II, llega a una localidad y ahí se celebran cortes. Bueno, coincide que ese es el lugar donde yo nací. Entonces, claro, yo estoy escribiendo una novela sobre el siglo XVI y sucede algo en presencia del rey. Como yo soy de allí, me documento tanto que escribo doce páginas de descripción de mi ciudad natal en el siglo XVI por la llegada del rey. Claro, oye, preciosas, doce páginas de verdad. Una descripción detallada. Yo leía y me atascaba, me atascaba. Y entonces pensaba: no, esto me ha pasado a mí porque soy de esta población. Si yo fuese de Australia, esto no lo hubiese escrito. Esto es un error, esto hay que eliminarlo. ¿Qué es lo importante en esta escena? Lo importante es lo enfadados que bajan unos de las montañas, cabreados contra el rey, que le van a recriminar algo. Eso es lo importante. El foco de la escena es eso. Lo demás es un adorno innecesario. 

MA: ¿Cómo cierras una novela como esta? ¿Ya la has revisado mil veces, cortaste todo lo que pensaste que sobraba y al final llegas a estas 765 páginas y dices: ahora sí que está? 

LG: Todas las historias que he escrito hasta ahora se cierran cuando una noche estás en la cama y ya no visualizas ese párrafo donde hay una palabra que no te gusta. Hay un día en que de repente ya no te viene a la cabeza ni una palabra que esté mal. Entonces, llega una noche en que duermes bien. Cuando eso sucede, escribo la nota de la autora y si hay algo más que quiero aclarar. En el caso de Lejos de Luisiana añadí unos comentarios sobre personajes. Hay gente muy curiosa que quiere saber, ¿qué pasó con este personaje? ¿quiénes son reales? ¿quiénes son inventados? 

MA: Tú reivindicas escribir en un género y bajo ciertas convenciones de ese género que a ti no parecen incomodarte, las tomas como unas reglas del juego ¿Es algo que puede cambiar en el futuro, te puedes ver por ahí experimentando con la hibridez de los géneros? ¿O crees que este género de la novela histórica se debe sostener? 

LG: Que la novela histórica siga teniendo su público tiene una explicación exactamente igual que la tuvo cuando surgió en el siglo XIX con Walter Scott y Ivanhoe. La novela histórica lo que hace es permitir al lector una evasión en tiempos de incertidumbre: me voy a otra época y a otro lugar. En todo viaje al pasado, sobre todo los autores de novela histórica actual, aunque estén hablando de Roma, están encontrando similitudes con nuestro contexto. Y esto al lector le gusta. Dice «Mira, no somos tan originales, esto ya pasaba hace mil años, dos mil años, esto ya ha pasado, esto ya ha sucedido». Y de alguna manera produce cierto sosiego. Que yo haya escrito cinco novelas históricas creo que tiene que ver con mi gusto por aprender. Y del pasado se aprende. Pero además yo quiero hablar sobre la identidad, yo quiero hablar sobre el miedo a la muerte, yo quiero hablar… En cada una de mis novelas hay un titular. En esta yo quería hablar sobre el esfuerzo, en realidad era eso. Igual que ahora estoy pensando en mi siguiente novela y tengo ya el tema, me refiero al tema inicial, la palabra, el pálpito. 

MA: ¿Ya estás investigando para tu próxima novela? 

LG: Ya estoy preparando mis cositas, mis libretas y mis mapas, y cuando esté, estará.