Cliquea Latitudenews.com y llegarás a un sitio periodístico cuya nota en portada es sobre la crisis de los niños abandonados en Estados Unidos y Rusia, y los esfuerzos por coordinar leyes que los protejan en ambos países, tan distantes y distintos. De eso se trata el sitio: temas de impacto local con ramificaciones globales, desde el bullying en los colegios hasta la contaminación que provocan las empresas mineras por doquier. Con varios periodistas escribiendo sobre el mismo tema, con sus matices, desde distintos puntos del planeta. Suena interesante. Tanto que el proyecto de Maria Balinska, exeditora internacional de la BBC, obtuvo el apoyo de varias y prestigiosas fundaciones y donaciones de privados para comenzar a andar en 2011.

Maria Balinska estudió en la Universidad de Princeton antes de mudarse a Inglaterra para trabajar en la BBC. En 2009 volvió a su país natal como becaria de la Fundación Nieman en Harvard. Al terminar sus estudios, que enfocó precisamente en comprender el ecosistema digital, decidió lanzarse a la aventura de crear y obtener apoyos para un sitio que albergara noticias con un enfoque local-global, convencida de que si lograba despertar a una audiencia lo suficientemente robusta el avisaje llegaría sin pedirlo y con ello podría financiar el trabajo de un pequeño equipo de colaboradores en Estados Unidos, y el de los periodistas que reportearían para Latitude News en cualquier lugar del mundo. Casi lo consigue: logró mantener un promedio mensual de cincuenta mil visitas únicas. Una audiencia suficiente para llenar nuestro Estadio Nacional, aunque no para atraer avisaje.

Cuando Clay Shirky escribió en marzo de 2009 su columna «Thinking the unthinkable», en la que comparaba el efecto de la revolución digital con el que provocó la aparición de la imprenta en el siglo XV, anunciaba que lo impensable podría suceder: la desaparición de los diarios impresos en papel. En ese entonces, el New York Times aún no decidía si cobrar por su contenido online y, al igual que el Washington Post, no se había visto forzado a vender parte importante de su propiedad para mantenerse a flote. Desde aquella columna, convertida en hito por su presagio temerario y a la vez realista, periódicos cuatro o cinco veces más grandes que El Mercurio se han declarado en bancarrota y han dejado de circular. Los periodistas de medios clásicos y siempre en las ligas mayores de los premios Pulitzer, como Los Angeles Times y el Boston Globe, han tenido que aceptar sustanciales rebajas en sus regalías laborales para esquivar la quiebra y, pese a todo, esos medios siguen sin encontrar un mecanismo que asegure su viabilidad financiera.

En marzo de 2014, en tanto, se anunció en Estados Unidos que por primera vez el gasto de publicidad en Internet superó al de medios tradicionales, incluyendo los diarios. Pero no es cosa de abrir un quiosco de noticias digitales para resolver el problema del periodismo. De manera alarmante, los periodistas del mundo descubren horrorizados que el contenido periodístico corriente es poco atractivo para los anunciantes y también para las audiencias, que encantadas lo reciben pero que se muestran poco dispuestas a pagar por él.

Contra ese muro chocó Latitude News, y a poco más de dos años desde su lanzamiento, el sitio se hunde en el mar de los Sargazos que es para el periodismo el nuevo ecosistema digital. En palabras de Maria, el sitio no ha muerto, solo está hibernando a la espera de que mejores condiciones le permitan germinar. Ella, mientras tanto, ha sido invitada a exponer sus experiencias en centros de estudio y universidades preocupadas por el futuro del periodismo (como el Poynter Institute), porque en el mundo anglosajón están convencidos de que se aprende más de los fracasos que de los éxitos. Como en toda revolución, dicen Shirky, Nicco Mele y otros intelectuales de la era digital, las cosas se van a poner mucho peores antes de que mejoren. La esperanza del periodismo –cuyo valor para las sociedades democráticas pocos ponen en duda– es que de tanto experimento surja una respuesta a la actual debacle.

Nosotros, por qué no, con esta entrevista también intentamos apoderarnos de las lecciones que Maria ha aprendido como pionera en este viaje a lo desconocido.

¿En qué consistía Latitude News?

La idea era presentar al público estadounidense una visión alternativa para la cobertura de noticias internacionales. En Estados Unidos la forma tradicional de hacer periodismo internacional ha sido informar sobre lo que ocurre fuera del país con una pauta definida por las prioridades del Departamento de Estado. Pero no hay que ser científico nuclear para darse cuenta de que hoy, en un mundo globalizado, hay temas que conectan a una remota comunidad estadounidense con el resto del mundo. También sucede que en un mundo interconectado los seres humanos de cualquier parte del planeta tenemos muchas cosas y problemas en común y, por lo tanto, historias que compartir. Hay personas que no necesariamente van a leer el New York Times para enterarse de lo que ocurre en Venezuela, pero en cambio podrían sentirse interpeladas al conocer aquella dimensión internacional que sí impacta en sus vidas cotidianas, incentivándolas a tomar posición y a interactuar.

Maria no inventó el concepto sentada en un café. Ya había experimentado con él durante sus casi veinte años en la BBC de Londres, en particular en los últimos diez, en los que dirigió un departamento que produce programación internacional especial para las diferentes redes de emisoras asociadas a esa cadena británica.

–Pensábamos mucho en una pauta que fuera atractiva para seducir a nuevos públicos consumidores de nuestros programas en línea. También comenzábamos a experimentar en la BBC sobre cómo comunicar ese contenido, tradicionalmente en audio, en distintas y nuevas plataformas, incorporando para una misma nota textos, fotos, videos. Así llegamos a producir documentales radialas de media hora, acompañados por una presentación de diapositivas, un video corto y una versión en texto escrito. Me entusiasmó darme cuenta de que el espacio digital te permite llegar a públicos muy diferentes y, aun mejor, interactuar con el público. Me di cuenta de que era un espacio maravilloso para tocar temas que funden lo local con lo global. Es un desafío muy exigente, pero creo que es más representativo del mundo en que vivimos que poner la mirada solo en la cobertura de la guerra civil en Siria o el tsunami en Japón. Me convencí de que, para ayudar a las personas a entender nuestro mundo, este es el periodismo que debemos hacer.

«La gente lo que espera es una presentación de unas veinte diapositivas, un PowerPoint convincente. Es mucho más difícil, porque debes transformar los números en un lenguaje atractivo y demostrar con pocas palabras que sabes de qué estás hablando. Eso es muy complicado cuando intentas describir algo que aún no existe y en el que nada puede garantizar si vas a tener éxito.»

Tenías una idea, un concepto. ¿Qué pasos diste para que se convirtiera en algo concreto?

Lo primero que hice fue invertir mucho tiempo en investigación de las audiencias. Luego, trabajé a fondo en un plan de negocios. Quería que esta fuera una empresa con ánimo de lucro, porque pensaba que para permanecer en el tiempo no podría depender solo de la filantropía. Mi primer descubrimiento fue constatar que los planes de negocio que se elaboraban hace quince años, unos documentos razonados, de muchas páginas, ya no sirven. La gente lo que espera es una presentación de unas veinte diapositivas, un PowerPoint convincente. Es mucho más difícil, porque debes transformar los números en un lenguaje atractivo y demostrar con pocas palabras que sabes de qué estás hablando. Eso es muy complicado cuando intentas describir algo que aún no existe y en el que nada puede garantizar si vas a tener éxito. No obstante, esa experiencia me permitió cerrar la brecha entre la investigación de medios y su proyección aplicada. Así obtuve la primera donación, de veinte mil dólares, de la International Women Media Foundation. No fue una cantidad exorbitante, pero tuvo un gran impacto en mis propósitos, porque fue la primera demostración de que mi idea convencía. Para mí, significó la validación de mi proyecto.

La donación venía con una invitación a una conferencia en la que Maria pudo seguir predicando sus ideas, y gracias a ese encuentro obtuvo otro conjunto de pequeñas donaciones. Paralelamente, se asoció con una experta en tecnología, quien aceptó embarcarse en la aventura a cuenta de utilidades futuras, un poco como los marineros que acompañaron a Colón en su expedición al Nuevo Mundo.

–Mi socia me enseñó mucho acerca de la gestión de contenidos en línea, diseño web, audiencias. En la BBC yo no tenía que siquiera pensar en esto, había un departamento entero que lo hacía por mí. Ella me ayudó a encontrar a las personas adecuadas, me guió en el proceso. Hay un montón de cosas en las que pensar antes de iniciar un proyecto como este: por ejemplo, hay que encontrar abogados, no solo para darle existencia legal al negocio, sino porque desde que empiezas a publicar contenido estás expuesta a demandas. Tuve mucha suerte: encontré un estudio que me asesoró pro bono por un año, solo porque también creyó en el proyecto. Y tantas otras cosas, pequeñas y grandes, como el diseño del logotipo, o encontrar oficinas apropiadas y asequibles; en este caso usamos uno de esos espacios compartidos que se habilitan para negocios que comienzan (start ups). Fue una curva de aprendizaje muy empinada sobre cosas con las que nosotros los periodistas no estamos acostumbrados a lidiar. Así subimos el sitio en octubre de 2011, gracias a un pequeño capital inicial que salió del bolsillo de mi familia y de un grupo de amigos.

Luego parte de los fondos para partir los conseguiste a través de un sistema de crowdsourcing. ¿Cómo fue esa experiencia?

Sí, con la Fundación Kickstarter. Fue una experiencia fascinante. De nuevo, el reto era cómo comunicar el mensaje en forma breve, clara y arrebatadora. Tuvimos que producir un video contra el tiempo para acompañar la campaña. En la primera semana Kickstarter nos puso en una categoría que se llama algo así como «proyectos que nos gustan», a los que vale la pena prestar atención, y eso nos dio un empujón importante. En todo caso, aprendí que estar en esa vitrina y en esa categoría no sustituye el trabajo duro y de viejo cuño. Durante un mes, estuve junto a mis colaboradores pegada al teléfono llamando una por una a las personas que pensábamos podrían apoyarnos. Hay que tener una red de gente que no solo esté dispuesta a donar algo de dinero, sino que a aportar un poco de trabajo para atraer a otros. Las redes de contactos son indispensables.

La meta de Maria era sobrepasar la barrera de los 44 mil dólares. Si no lo lograba, perdía todo lo recaudado. En febrero de 2013, a pocas horas del cierre de la campaña, una última donación de la Fundación Knight le permitió llegar casi a 48 mil.

¿Y entonces, cuál fue la evolución de Latitude News? ¿Por qué tuviste que ponerlo en el congelador?

Creció gradualmente. Había ciertas notas que acaparaban más atención que otras. Para un sitio pequeño, que publicaba un par de artículos nuevos diarios, alcanzamos un promedio decente de más de cincuenta mil visitas únicas al mes. Nos alegraba tener esa cantidad de visitantes, pero no nos alcanzó para atraer publicidad. El siguiente paso fue licenciar nuestro contenido para venderlo a otras publicaciones. Así conseguimos poner semanalmente nuestros reportajes radiales en una estación pública del área de Cambridge-Boston, y vendimos reportajes escritos a la agencia AP y a The Chicago Tribune, que tiene un diario en inglés y otro en español (Hoy). A estos últimos les gustó mucho lo que hacíamos, valoraron tanto la calidad de nuestro material como la «voz» que usábamos en los artículos, que era mucho más cercana y cálida que la de los reportajes periodísticos clásicos; eso resultó ser muy atractivo, en especial para los jóvenes. Sin embargo, para convertirnos en proveedores interesantes necesitábamos ofrecerles un menú diario con muchas más historias de donde pudieran escoger, y los recursos no nos daban para eso. Estoy muy orgullosa de lo que hicimos con un pequeño grupo de periodistas y colaboradores, pero no alcanzamos a terminar la carrera. Para que un proyecto digital sea viable, creo, tiene dos opciones: o provee un tipo de contenido ultraespecializado por el que la gente está dispuesta a pagar (como la información de mercados financieros) o, si uno quiere proveer información generalista, como el caso nuestro, necesita volumen y, por lo tanto, una inversión inicial importante. Hace poco leí el comentario de un columnista especializado que calculaba que 45 millones de dólares era el presupuesto anual que un medio de comunicación pequeño como el nuestro necesitaba para partir. Nosotros no logramos ni una vigésima parte de eso. Nos alcanzó para experimentar, pero creo que para transformar el proyecto piloto en un modelo viable necesitábamos un socio capaz de aportar esa inyección de capital inicial, que en el fondo le da tiempo a la propuesta para desarrollarse y levar anclas.

Tú perteneces a una generación de periodistas que partieron trabajando en un mundo que parecía seguro y estable y en el que durante muchos años nadie se preguntó cómo había que hacer para solventar el periodismo. Ahora, desnudos del soporte institucional que proveían los grandes medios, tienen que sacarle brillo a su producto, tratar de convencer de que sirve para generar ganancias, sin saber si esto es cierto. ¿Crees que existe un modelo de negocio que pueda sustentar al periodismo o que, en realidad, ese modelo murió?

Esa es la gran pregunta. No soy tan tonta como para pretender que sé cómo se va a solucionar, pues aún hay barreras muy importantes que derribar para encontrar la salida. Realmente creo en la importancia de un periodismo de calidad para explicar el mundo en el que vivimos y para fiscalizar a los poderosos. Creo que ese periodismo es absolutamente indispensable para el buen funcionamiento de una sociedad democrática. Sin embargo, está por verse en qué modelo esto va a prosperar. Probablemente sucederá en plataformas y medios muy distintos a los que tú y yo conocemos.

Hay una serie de experiencias que me hacen mirar el futuro con optimismo. Primero, hay millonarios interesados en invertir en periodismo de calidad. Eso le ha dado una segunda oportunidad al Washington Post (comprado por el fundador de Amazon, Jeff Bezos) y al Boston Globe (cuyo principal inversionista, John Henry, es dueño del equipo de béisbol Red Sox). Pero lo que me da más fe son experiencias como la de Buzzfeed.com, que empezó como un agregador de fotos, chismes y cosas extrañas, pero le ha ido tan bien que ha empujado a sus dueños a decir bueno, ahora invirtamos en periodismo de verdad, así que ya tienen un editor internacional y corresponsales cubriendo temas como el conflicto en Ucrania.

Tengo curiosidad por saber cuántas personas están leyendo esos artículos, aunque si se piensa bien, en el viejo modelo de los periódicos no se sabía cuánta gente leía los reportajes de investigación en comparación con la que solo miraba las páginas de deportes o el horóscopo. Creo que es muy importante tener a la vista la historia de los tabloides, que comenzaron como Buzzfeed, publicando rumores y chismes, porque algunos de ellos usaron esa información liviana, que les atraía una gran audiencia, para incorporar luego buen periodismo de investigación e interpretación. Otro ejemplo que sería bueno observar con atención en esta línea es Vice.com, un portal de televisión que empezó orientado a la música y a la entretención y que, sin perder su objetivo de atraer audiencias jóvenes, está haciendo cada vez más temas de investigación e incluso tiene un programa que se realiza en conjunto con HBO y que se ocupa de temas relevantes de orden mundial. Y tienes Vox.com, un sitio cliente del Washington Post que, también orientado al público joven, se propone explicar todo lo que hay que saber en torno a asuntos de política contingente, apoyándose en todas las herramientas de las nuevas tecnologías. Es periodismo del bueno y con buen tráfico.

Por lo tanto, yo creo que en el futuro seguirán existiendo algunos de los faros más importantes, como The New York Times o The Economist, y medios subvencionados por los Estados, como la BBC, junto a una serie variopinta de todos estos actores que están entrando al mercado y que logran generar modelos híbridos en los que el periodismo puede desarrollarse. En algunos casos serán periodistas individuales que obtendrán financiamiento directamente de las audiencias, como Andrew Sullivan, con su sitio The Dish; en otros sitios, plataformas tipo tabloides como los que ya comentamos; y aparecerán terceros, como las escuelas de periodismo, algunas de las cuales se están convirtiendo en laboratorios mediáticos. En la Universidad de Missouri, por ejemplo, se formó una alianza público-privada para fundar Newsy.com, un proyecto elaborado por estudiantes que intenta abordar las distintas perspectivas de un hecho noticioso en un informe compacto. Medios importantes como The Huffington Post y The Daily News comenzaron a levantar su contenido después de un golpe noticioso que dieron, y les resultó tan bien que lo vendieron a Scripps1 por mucho dinero. Creo que esta es una oportunidad inmensa para las escuelas de periodismo de todo el mundo, porque pueden darse el lujo de experimentar y eso es lo que necesitamos ahora.

Los periodistas que trabajan en este nuevo entorno tienen que preocuparse de la audiencia como nunca lo hicieron antes. Nadie necesitó medir cuántos clics tuvieron los reportajes de Watergate, pero ahora los profesionales saben exactamente cuánto tráfico tienen sus notas y reciben comentarios directos de esos lectores.¿Esta nueva realidad ha mejorado el trabajo periodístico o se están contaminando los valores de la profesión por esa ansiedad de captar visitas?

Creo que no hay una respuesta fácil a esta pregunta. Por un lado, en el viejo orden era fácil para los periodistas tener la boca grande y las orejas pequeñas. Se podía avasallar a los oyentes o lectores y no creo que eso haya sido bueno. Me parece que es muy importante estar en sintonía con las audiencias y es algo que tuve la suerte de experimentar en la BBC, pues debía estar atenta a lo que decían de nosotros, a lo que les interesaba escuchar. Ahora que las audiencias pueden exigirnos, debemos esforzarnos por ser más transparentes en la forma en que tomamos las decisiones editoriales y sobre cómo hacemos nuestro trabajo. Las personas pueden decirte directamente que un trabajo está mal hecho, que un dato está equivocado o que faltó incluir un punto de vista. Esto, por cierto, nos hace sentir más vulnerables, pero creo que al final contribuye a un periodismo de mejor calidad.

Por otro lado, creo que es muy importante que la decisión editorial no se base exclusivamente en lo que la gente pide, porque ceder a esa tentación tampoco sirve al interés público. Por eso creo que es muy importante que se fortalezcan los ecosistemas que contengan tanto contenidos atractivos para grandes masas como otros menos masivos pero relevantes. En este punto me parece que el papel de los editores es muy importante, porque son ellos los que deben regular esa pauta.

En esta misma línea, es relevante que haya más precisión en las mediciones de audiencia. No debiéramos quedarnos solo con el número de visitas de un sitio, es necesario incorporar otras variables, como el tiempo que la gente se queda leyendo un determinado contenido. Otra medición que importa es cuántas veces un determinado contenido ha sido compartido. Son cosas que nos pueden ayudar a entender mejor el impacto de un artículo. Un sitio interesante que se dedica a esto es Upworthy.com.

Pero son variables que les pueden interesar a los periodistas y no a los anunciantes.

No soy experta en publicidad. Sin embargo, creo que depende de qué tipo de anunciante se trate y de su forma de participación en los medios de comunicación. Por ejemplo, es posible que las grandes empresas se preocupen más por el perfil de tu audiencia y el compromiso que tiene con tu medio que por el número de visitas que muestres. Los investigadores en esta área ya han descubierto que, por ejemplo, hay una correlación entre el tipo de gente que visita un sitio y los eventos a los que asiste.

Me imagino que congelar Latitude News no fue fácil. ¿Cómo calibras la experiencia? ¿Como un fracaso o como un proyecto en desarrollo?

Creo que el concepto de fusionar lo local con lo global merece seguir probándose. Mi aspiración es aliarme con una escuela de periodismo. Nosotros creamos un laboratorio en el que construimos una balsa. Ahora los estudiantes pueden continuar ensayando y, en una de esas, inventan una nave que merezca echarse a la mar.

1 Scripps es un consorcio mediático estadounidense que posee 19 (próximamente 21) canales de televisión locales y diarios en 13 regiones del país.