En aquellos apacibles tiempos cuando había sólo unos pocos robos y asesinatos, no importaba mucho que las cárceles fueran unos ruinosos caserones. Pero hoy las circunstancias son muy diferentes. Hoy la cárcel debe ser objeto de nuestra más viva preocupación. En primer lugar, ahora las cárceles deben tener una enorme capacidad. Algo que supere muchas veces el Estadio Nacional y el Arca de Noé. Y respecto a su resistencia, no podemos pensar, para compararla, en la Línea Maginot, que fue abatida, ni en la Muralla de la China, que ya se desmorona. Tenemos que volver los ojos hacia los sitios inexpugnables. A Verdún o a las piedras invencibles del Alcázar de Toledo.

Felices aquellos tiempos cuando nada nos afanó tanto como la construcción de escuelas y caminos. Hoy no podemos apartar nuestra atención de la seguridad de las cárceles. Un reportero que hace poco tuvo que ir a buscar unos datos a los establecimientos penales, me dice que es increíble la cantidad de gente que está en presidio. Jóvenes que encontrábamos todas las tardes en la calle Ahumada, ahora cumplen la pena de tres meses y un día. Personajes que creíamos que estaban desempeñando una misión en el extranjero, ahora duermen en la celda 78 del Patio 4. Yo que vivo aislado entre mis árboles en la comuna de San Miguel no había reparado en ciertas ausencias. Pero el reportero me asegura que la gente que hace vida social, ya está acostumbrada a muchas sillas vacías, a muchas cartas que no tienen contestación, a muchas agradables partidas de canasta que no se pueden reanudar.

Las Últimas Noticias, 1957.