Mauricio Electorat
Katia Lanero
Mauricio Electorat: Buenos días, estamos esta mañana con Katia Lanero Zamora, que es, como su nombre no lo indica, belga. Nació en la ciudad de Lieja en 1985 y escribe en diversos registros, de los que hablaremos hoy. Bienvenida, Katia, es realmente un gusto tenerte aquí con nosotros. Y antes de comenzar con las preguntas, voy a leer un resumen de su última novela, que en francés se llama La Machine: «En Panim, un país donde la revolución acecha y los antiguos monárquicos preparan sus armas para derrocar a la nueva república, Vian y Andrés Caballol, dos hermanos inseparables, criados en una familia acomodada, tendrán que elegir bando».
Estamos frente a una novela que ha sido calificada como alegórica, pero también un híbrido entre la novela histórica y la ciencia ficción. Lo primero que te quería preguntar es, ¿por qué elegir estos dos géneros? Porque parecería a primera vista que son antagónicos.
Katia Lanero: El tema de esa novela es muy personal, familiar, es una alegoría de la guerra civil española. Soy nieta de inmigrantes españoles que vivieron la guerra civil y mi abuela me contó un montón de historias de la familia, de lo que pasó en ese tiempo y también en dictadura. Así que yo, viviendo en Bélgica, conocía muchas pequeñas historias de España y muy pronto tuve ganas de conocer el periodo histórico y leí mucho, mucho.
ME: La pequeña historia y la Historia con H mayúscula.
KL: Sí, y cuando empecé a escribir y a leer, primero a leer, que soy primero una lectora muy curiosa, me impactaron mucho las novelas de fantasía, de ciencia ficción, de fantástico, porque a mí me ha gustado siempre la mitología, los cuentos. Así que cuando supe que quería trabajar sobre la historia familiar, no pude hacer algo diferente que ir a la ciencia ficción. ¿Por qué? Porque si hubiera tenido que escribir una novela histórica, hubiera pasado un montón de tiempo haciendo investigaciones. Y eso hubiera sido una buena excusa para no escribir.
ME: Para no terminar nunca de investigar.
KL: Claro. Y quería tocar al lector en un nivel emocional, hacer una alegoría que fuera también universal, porque la guerra civil duele mucho cuando se desarrolla en la familia misma.
ME: Probablemente en tu imaginación de niña, cuando tu abuela te contaba esas historias que eran suyas, todo eso te resonaba como una historia de fantasía.
KL: Intenté describirlos de manera realista pero no me sonaba auténtico, algo faltaba… Siempre estaba un poco cortada por respeto también a las personas que habían vivido esas historias.
ME: Bueno y aparte que en la tradición española hay infinidad de novela histórica sobre la guerra civil, es un tema que ha sido vastamente tratado. Hablo de autores que todos conocemos de los años 40, 50 de la posguerra, todo el nuevo realismo español de Juan Benet, Juan García Hortelano, incluso Juan Marsé, que construyen una narrativa en torno a la guerra y a la posguerra. Eso ha sido muy hecho en España. Lo tuyo, sin embargo, es absolutamente novedoso y además está hecho en otra lengua.
KL: Una editora francesa me ha dicho que algo como La Machine, de ciencia ficción, ha podido ser escrito por alguien que estaba alejada geográfica y temporalmente de la guerra civil. Hay dos generaciones y también dos mil kilómetros de distancia que me han permitido tomar el tema y hacer de él algo propio.
ME: En La Machine hay una especie de resignificación de una historia familiar en un contexto de fantasía heroica, de ciencia ficción, de literatura fantástica.
KL: Todo comienza con las ganas de hacer algo metafórico para alejarme de la historia y tener más libertad. Y en francés, pero creo que en español también, el sinónimo de guerra civil es guerra fratricida, la guerra de dos hermanos. Un hermano que se llama Andrés, que es alguien muy romántico, políticamente muy activo, que está por La Máquina, que es el partido popular de las uñas sucias de los obreros, de los mineros, de la gente que trabaja con sus manos.
ME: Por eso se llamaban «los uñas sucias».
KL: Sí, eso decía mi bisabuela porque tenía una obsesión por la limpieza, por siempre estar limpia y los niños también.
ME: Como buena española.
KL: Claro jajaja, y su hermano que tiene dos años menos, se llama Vian, y él es más discreto, más tímido, le gusta el orden, la jerarquía y es un buen militar. Los dos hermanos están en una familia que fue ennoblecida por el rey dos generaciones antes, que antes eran uñas sucias. Y el padre, que tiene que vigilar el patrimonio, al éxito de la familia, tiene dos hijos que son muy diferentes. Los problemas políticos del país estallan en un golpe de Estado y los dos hermanos van a enfrentarse. La realidad de Panim es nuestra realidad, como los datos físicos de la ciencia y todo, pero aquí estamos en un país paralelo a la España de 1936.
ME: ¿Por qué La Máquina?
KL: La Máquina es un partido político que defiende que cada uno es una parte de la sociedad, como una pieza pequeñita. Una máquina puede funcionar si todas las piezas están muy bien en su sitio, si no, toda la máquina puede explotar. Es el concepto de un personaje que fue mujer de minero y que tiene mucho que ver con mi bisabuela.
ME: Estaba pensando que no se parece en nada a La Pasionaria, que era una de las líderes del bando republicano en la guerra civil española, comunista, llamada Dolores Ibárruri, cuyo sobrenombre era La Pasionaria, porque era una mujer de un gran arrojo, pero también de una gran convicción ideológica. Era una figura impresionante.
Kl: Muchos personajes históricos me inspiraron, pero no tenía la obligación de retratarlos como en una novela histórica.
ME: Pero de todas maneras hay un trabajo con la historia y con la resignificación de la historia a través de un dispositivo poético, en el sentido literario, que justamente tiene que ver con esta ficción abierta.
KL: Totalmente, es como si hubiera mezclado todo lo que he leído en veinte años de libros históricos y de novelas sobre la guerra, como si hubiera tamizado.
ME: O sea, lo que hiciste fue tomar dos tipos de relato que te formaron desde niña: el relato histórico o relatos de tu abuela y los relatos de ciencia ficción, y los mezclaste.
KL: Mezclar es algo que me gusta mucho hacer y es algo que creo que hacemos muchos en Bélgica, los escritores.
ME: ¿Por qué?
KL: No sé, tal vez porque nos definimos, nos sentimos, como algo distinto y aparte de la literatura francesa, que es una gran literatura.
ME: ¿Sería la hibridez un arma de los pequeños? En Chile también hay una enorme tradición de hibridez, sobre todo en la poesía. ¿Sería un arma la hibridez de las literaturas periféricas o pequeñas respecto de los grandes?
KL: Bueno, no es hecho adrede tampoco, pero como Bélgica es un país también con mucha mezcla, muchas culturas, varias lenguas, es natural que ocurra.
ME: Has trabajado también en literatura infantil. Partiste haciendo cuentos para niños, ¿no?
KL: Eso fue una ocasión, porque encontré un dibujante belga también a quien le gustó mucho un texto que escribí que se llama Albigondine est une fée.
ME: Podría ser traducido como Albigondín es un hada.
KL: Le gustó mucho y empezamos a trabajar juntos y la esposa de René Haussmann, que es un gran dibujante belga también, quería lanzar una editorial muy pequeñita y eligió nuestro cuento para empezar.
ME: Y luego publicaste otra novela, ¿no?
KL: Sí, un segundo volumen que se llama Günther le menteur, que son cuentos donde un niño, una niña, tiene un defecto o un problema en la realidad pero, cuando se duerme, en otra realidad es un héroe.
ME: Me gustaría saber cuáles son tus lecturas de ciencia ficción y de fantasía, y también si nos puedes recomendar autores belgas y francófonos de esos géneros.
KL: Cuando tenía catorce o quince años, un profesor de francés nos hizo leer La nuit du temps de René Barjavel. Y esa novela estalló en mi mente porque es una novela de ciencia ficción y a ese momento pensé, ¡eso existe! y abrió una puerta, una ventana o lo que sea en el género y leí muchas cosas. La nuit du temps fue algo que me abrió los ojos. Otra novela que sigue siendo un ideal para mí es Flores para Algernon de Daniel Keyes. Es la historia de Charlie Gordon, que tiene una discapacidad intelectual, encuentra a un doctor y se apunta a un experimento. La novela está escrita desde el punto de vista de Charlie, que al principio no es muy inteligente y a medida que avanza en el tratamiento llega a ser el más inteligente del mundo. Entonces se va dando cuenta de lo que vivió, de lo que pasó, de su historia familiar, de cómo es vivir cuando uno no es muy inteligente en nuestra sociedad. Y bueno, cuando uno termina esa novela, se queda sin poder hablar. Yo estaba en una playa, la terminé y fue como un golpe. Más contemporáneo, puedo hablar de la editorial La Volt, una editorial que tiene un montón de novelas muy buenas. Y la última que he leído, que claramente me dejó asombrada, es La Trama y es pura fantasía, es una utopía, es una historia que sigue varios protagonistas de una sociedad nómada en un contexto donde, en el futuro, la naturaleza ha decidido tomar su revancha.
ME: Te quería preguntar, cuando te enfrentas a escribir de tu vida, y lo mezclas con la ciencia ficción, en el proceso de escritura, ¿dónde está el límite en que decides, aquí dejo la vida personal y paso a la ciencia ficción?, ¿tienes un método o es más una intuición?
KL: Ese consejo que siempre escuchas, que se debe escribir sobre lo que conoces. Creo que funciona a un nivel filosófico, pero no hay que tomarlo al pie de la letra. Al menos yo no soy una escritora de autoficción o de biografía, no me siento cómoda con eso, no puedo escribirla porque es muy invasivo. Así que lo que pueda haber más personal, para mí, es eso que puede ser muy filosófico y puede ir a tocar a cada uno de los lectores, las lectoras, de una manera universal.
ME: A pesar de esto, ¿buscas con tus libros ahondar en tu identidad, en tus raíces españolas?
KL: Para la anécdota, empecé a escribir La Machine cuando estaba embarazada de mi hija, como si hubiera sido el momento para mí de enfrentarme a ese tema. Es siempre una búsqueda personal, porque si no hay una búsqueda personal en la novela que estoy escribiendo me voy a fatigar muy rápidamente. No sé, hay autores que dicen que solo quieren divertir a sus lectores, pero creo que de un modo inconsciente hay que enfrentarse a algo muy personal para seguir el proceso tan lento y largo de la escritura.
ME: ¿Te condujo a algo esta novela?
KL: Creo que tenía una motivación muy personal de también dar la palabra a personas que nunca la tuvieron, como las personas de mi familia, mis tíos, mis tías, que son mineros, obreros, personal de limpieza, que tienen trabajos muy físicos. Hay dos generaciones que se han sacrificado en el exilio. Mi abuela, cuando tenía cuatro años, fue recogida en un hogar católico y su madre decía: no digas que eres roja, no puedes decir la palabra rojo, rojo no existe, no lo diga nunca y la maestra hace un ejercicio de colores y mi abuela dice: azul verde, amarillo y colorado. No era capaz de decir rojo. Colorado siempre, siempre. Y bueno, hay cosas así que desaparecen, porque la gente no se da cuenta de lo interesante que es. Hay que decirlo y como soy la primera de mi familia en dedicarse a escribir, porque mis padres siempre me motivaron a que escribiera, pues es también un homenaje a mi familia, porque ellos no se dan cuenta de lo valerosos que son, de los peligros que han atravesado, de lo interesante de sus vidas. Así que los personajes secundarios de mis novelas tienen mucho que ver con personas que han existido de veras y muchas situaciones que son verdaderas. Y algunas veces tengo una lectora o un lector que viene y me dice: eso es muy fuerte, creo que no sería posible. Y yo le digo: pues sí, sí, pasó en la realidad.
ME: ¿Cómo leyeron después tus familiares estos relatos?
KL: Tengo que confesar que en La Machine los personajes secundarios se portan muy bien, es una imagen positiva. Si hubiera sido algo más negativo no sé, pero conté algunas cosas que se pueden valorar. Al salir la segunda novela, hice una fiesta y mi editor abrió los ojos así porque la sala estaba llena, pero había, no sé, cincuenta personas de mi familia. Me sostienen un montón y están muy orgullosos. Si los personajes tuvieran algo negativo o yo contara secretos familiares o temas más oscuros, claro que tendría miedo, claro. Se necesita mucho valor para escribir sobre esos temas. Por eso la ciencia ficción, la fantasía, son géneros muy cómodos, porque puedes metaforizar un montón hasta que la persona ni siquiera se dé cuenta de que estás hablando de ella.
ME: ¿Corriges mucho?
KL: Sí, un montón, hago tres o cuatro versiones de la novela. Yo avanzo sola a la forma número uno, la versión número dos, la tres. La tercera habitualmente alguien puede leerla.
ME: Recuerdo que un invitado a la cátedra dijo que él hace una novela, una versión de la novela y la tira a la basura, la tira a la papelera y comienza de nuevo de cero y así cinco veces. Es un método bastante sorprendente.
KL: En mi caso es como un patchwork. Hago distintas versiones, pero no las desecho, voy guardando y mezclando retazos.
ME: ¿Qué sucede cuando no puedes escribir? ¿Tienes alguna rutina para salir de ese bloqueo?
KL: Dicen que entre los escritores hay arquitectos y jardineros. Los arquitectos construimos un montón antes de escribir. Yo construyo un montón la estructura, los personajes antes de escribir. Así que cuando sé el tema del cual estoy hablando, quiénes son mis personajes, dónde se desarrolla la historia, tengo un mapa de hacia dónde voy. Cuando estoy escribiendo y me empiezo a aburrir es porque hay algo que no funciona y voy hacia atrás para ver dónde las cosas se han desviado. Voy al mapa y miro si hay algo que ya no está de acuerdo con lo que quiero hacer, lo borro, lo corrijo y adapto. Como soy muy estructurada, si en un momento me aburro, pero hay otra escena en otra parte que me da mucha alegría y que quiero escribir, voy a escribir esa parte y colocarla para después. Me funciona por mi manera de ser.
ME: ¿Y los jardineros cómo lo hacen?
KL: Ellos escriben una palabra después de otra, y no saben dónde van. No construyen nada, se dejan sorprender por los personajes, y es que a mí me trae mucha angustia.
ME: ¿Hay algún escritor que ha logrado publicar una novela sin saber a dónde va?
KL: Bueno, no saben a dónde van al comienzo, pero después encuentran su camino. Para mí, en cambio, la primera versión está muy construida al principio. Yo empiezo a escribir sólo cuando conozco el final de la historia.
ME: Es un método completamente flaubertiano. Así lo llamaba Flaubert: tenía que guionizar cada capítulo, cada escena al máximo.
KL: Sí, porque hay que mezclar la intuición cuando estás escribiendo y que el mapa tampoco sea demasiado definido, porque si no, no puedes escribir.
ME: Y además el mapa puede ser contradicho llegado el caso.
KL: Muchas veces los personajes hacen otras cosas que lo que había puesto en el mapa, pero si tú no tienes sorpresas, el lector tampoco. Hay que dejarse sorprender.