Mauricio Electorat: Un rasgo singular de nuestros invitados es que la escritura de ambos es multigenérica. Thomas es autor de Muerte de un perfecto bilingüe, una de las grandes novelas que he leído en el último tiempo. Isabelle es actriz, dramaturga, novelista, cantante y poeta. Hay una novela suya traducida al español, publicada por El Ático de los Libros como Marilyn al desnudo, aunque el título en francés significa Marilyn deshuesada, que me gusta más.

Isabelle Wéry: Sí, la imagen es más fuerte.

ME: Thomas también ha escrito un musical.

Thomas Gunzig: Sí, escribí una comedia musical, pero hay que olvidarse de eso. Lo hice solamente por el dinero.

ME: Pero también has escrito literatura infantil y juvenil, ¿no?

TG: Sí, he escrito para niños, también cómics.

ME: Bueno, como ven, nuestros dos invitados son dos escritores belgas que practican un cruce de géneros, de formatos, de registros. Ahora ellos dos van a tener un diálogo en que yo voy a traducir.

TG: Lo más sencillo es comenzar por el comienzo. Isabelle, ¿cómo empezaste a escribir?

IW: Desde los ocho años caí en la poesía, me impresionó la fuerza que puede tener. Luego empecé a estudiar teatro y a la poesía se sumó el estudio de los grandes dramaturgos: Shakespeare, Molière, Brecht, etc. Como actriz estoy obligada a entrar muy a fondo y de manera muy sutil a los textos de esos autores. Es una relación de cuerpo a cuerpo. Así, de una cosa pasé a la otra y llegué a la narrativa por azar. Un gran amigo belga actor me pidió que escribiera su biografía, así es como sin proponérmelo escribí mi primer libro de prosa, Señor René. El teatro, el trabajo sobre el personaje, la dramaturgia, el ritmo, todo eso me llevó hacia la novela. Por ejemplo, dos autores que me inspiraron desde el comienzo son Shakespeare y Bertolt Brecht. Los dos comparten la característica de ser grandes poetas y tiene gran libertad, utilizan diferentes formas en la escritura dramática: los personajes se dirigen al público, hacen monólogos, cantan, hablan de manera poética, una mezcla de estilos que nutre la dramaturgia. También he escrito cartas de amor, es una buena escuela para persuadir con el lenguaje.

ME: Thomas, la misma pregunta, ¿cómo empezaste a escribir?

TG: Es una historia divertida, que comienza mal pero termina bien. La historia empieza cuando era todavía un niño, tenía seis años. En Bélgica, al pasar del jardín a la primaria se exige una entrevista con un psicólogo, quien dice si todo está bien o no. En general recomiendan a todos pasar, pero en mi caso el psicólogo dijo que todo estaba mal y por lo tanto no podía ir a la escuela primaria. Debía ir a la enseñanza especial, que está destinada a quienes tienen algún déficit intelectual. Llegué a esa escuela con todos los niños un poco raros y me costaba mucho hacerme amigo de ellos, por lo que me quedaba solo en los recreos, lo que validaba la opinión del psicólogo de que yo era un niño raro. Por lo tanto, desarrollé una estrategia que era parecer ocupado: tomaba libros en la biblioteca de mis padres y al comienzo hacía como que los leía, pero terminé por leerlos de verdad. Hacia los siete años me di cuenta del poder de la literatura, que es poder vivir vidas de otros a través de palabras escritas en papel.

Pasaron años y años, pensé en hacer estudios de diplomacia o ciencia y ninguna de esas cosas resultó, pero tuve la suerte de publicar un primer libro de cuentos a los 23 años, Situación inestable hacia el mes de agosto, y así comencé a ser escritor. Con ese libro gané el premio al escritor estudiante de la ciudad de Bruselas. Y tuve la suerte de que fuera leído por algunos editores, quienes me pidieron otros libros. Así comencé.

ME: Isabelle, siempre me interesa saber esto, ¿tienes alguna herramienta de escritura? ¿Rituales? ¿Cosas que te ayuden a escribir?

IW: Lo primero es deshacerme de ciertos miedos, de los sentimientos de ilegitimidad. Intento no dejarme impresionar por todo lo que ha sido ya escrito, sino, al contrario, ver a todas esas autoras y autores como mis amigos, quienes me ayudan a escribir. Lo segundo es encontrar el contexto en el cual la escritura de una determinada novela va a poder desarrollarse bien. Esos contextos son variables: hay libros que escribo en el extranjero, cuando estoy en residencias de escritura, que busco que coincidan con el lugar en que se desarrolla ese relato. Tengo necesidad de viajar para encontrarme con una cultura. Todas mis novelas se ambientan fuera de Bélgica.

ME: ¿Por qué? Me llama la atención.

IW: Porque me encanta conocer otro paisaje, otra mentalidad, toca mi imaginación.

ME: ¿Y los protagonistas son belgas?

IW: No necesariamente. En el proceso de escritura, lo que me importa es la preparación del proyecto, el hecho de soñar activamente con él.

ME: ¿Cómo lo haces?

IW: Soy una ex gran insomne. Durante la noche, cuando estoy medio dormida y medio despierta, se me ocurren cosas. Me gustó mucho el libro Atrapa el pez dorado del cineasta David Lynch, donde cuenta cómo la práctica de la meditación, acceder a un estado de conciencia alterado, le ayuda en su creación para encontrar imágenes interesantes, sorprendentes. Practico mucho la ensoñación despierta y luego tomo notas sobre lo que pasa por mi cabeza.

Una de las herramientas que compartimos Thomas y yo es trabajar sobre las imágenes en la escritura. Por eso escogimos el título de este encuentro, porque ambos trabajamos una escritura basada en imágenes. Considero que la mente del lector es una especie de página en blanco en la que voy a depositar imágenes sorprendentes para que se pueda conmover.

ME: Misma pregunta para Thomas.

TG: Como tengo muchos hijos y debo ocuparme de ellos, no puedo esperar la inspiración. Trabajo como si fuera al mismo tiempo mi propio patrón y mi propio empleado: sé que voy a trabajar desde las nueve de la mañana a las cinco de la tarde, tenga ganas o no. Y debo ser capaz de trabajar ya sea en mi casa, en buenas condiciones, o fuera de ella, en un hotel, un avión o un tren. La condición indispensable para que el trabajo se dé bien es una idea, una idea que tengo de antes (un tema, una situación, un personaje), la que va a estimular mi imaginación y es susceptible de ser desarrollada a lo largo de toda una novela.

ME: ¿Cómo sabes de antemano si esa idea puede ser desarrollada durante todo el texto?

TG: Bueno, encontrar una idea es uno de los fenómenos más difíciles del mundo, porque es algo inexplicable. Para retomar el ejemplo de David Lynch, él compara el hecho de encontrar una idea con el de ir a pescar: el pescado no se fabrica, se encuentra, pero hay que ponerse en situación para atraparlo, hace falta una caña de pescar y tiempo. Por lo tanto, la búsqueda de una idea es algo que ocurre durante todo el día, uno sabe que tiene la caña de pescar puesta, y algunas veces hay un pez que pica, uno lo saca y nota que es muy pequeño, no alcanza para una comida.

Doy vueltas alrededor de la idea hasta el momento en que voy a empezar a escribir. Ese es un momento que encuentro extremadamente brutal, porque es enfrentar la idea a la realidad de la escritura y todo lo que uno había imaginado alrededor de esa idea se derrumba en el momento del paso a la escritura. Y la pregunta que surge es si voy a ser capaz de escribir este relato. Esa es para mí la diferencia entre una persona que escritor o escritora y quien no lo es. No tiene que ver con el talento en la escritura, sino con la voluntad de ir más allá, de lograr hacer un relato a partir de esa confrontación de una idea que se derrumba. Es exactamente igual a la voluntad de permanecer en una ducha de agua fría día tras día.

ME: ¿Por lo tanto es un sufrimiento?

TG: Es un trabajo complicado, porque uno sabe que fracasar en eso supone renunciar al hecho de ser escritor.

ME: Isabelle, ¿tienes fuentes de inspiración? Y si es así, ¿cuáles son?

IW: Sí, la granja de mis abuelos. Esa vida en la granja con los animales, en contacto intenso con la naturaleza, fue determinante. La granja es un lugar donde los animales nacen, comen, copulan, mueren, hay una intensidad tan grande como en una obra de Shakespeare, es un lugar de amor y de tragedia. Y también está la matanza del cerdo, que es impresionante.

Luego están los viajes, el encuentro con otras culturas, eso también es una fuente de inspiración, además de la lectura de autoras y autores, como cuando actué en una obra de Alejandro Jodorowsky que se llama Escuela de ventrílocuos, la que representamos aquí en Santiago y en Talca. El universo de Jodorowsky en su cine es una fuente de inspiración muy grande para mí.

También está el hecho de que cuando uno escribe es una especie de papel secante de todo lo que vive, de todas las personas con las que se encuentra. Me transformo en una especie de sismógrafo, extremadamente sensible al mundo que me rodea. Lo que no olvido jamás es que escribo con mis cinco sentidos para los cinco sentidos del lector: lo hago sentir, pero también pensar.

ME: ¿Y tu inspiración, Thomas?

TG: Yo no tengo fuentes de inspiración demasiado precisas, pero algo que me mueve es la fascinación por la manera en que funciona la escritura literaria. Hay una breve frase que describe muy bien esto en el ensayo El arte de la ficción de Robert Louis Stevenson, que dice que toda lectura digna de ese nombre debe arrancar al lector de sí mismo y debe ser absorbente y voluptuosa. En esa idea hay dos aspectos: la voluptuosidad y la alegría de entrar en un texto literario, y lo fundamental, el ser arrancado de sí. Es un fenómeno que uno conoce como lector y que persigue como escritor, que el lector de los textos que uno escribe se olvide de sí mismo, entre en la historia y siga a esos personajes.

Esto me hace pensar en otra fórmula que me gusta mucho, que es la frase del poeta inglés Coleridge, en la que habla de la suspensión momentánea de la incredulidad, es decir, que una novela es una mentira, es una historia que es falsa, pero cuando está bien construida, el lector cree en aquello que se le está contando y, por lo tanto, se vuelve crédulo. Me fascina la capacidad de los escritores y de la mente de los lectores, la capacidad de entrar en ese juego, es decir, de creer una mentira, como dice Umberto Eco, que dice la verdad. Y ahí me vinculo con lo que dice Isabelle sobre la importancia de las imágenes y la escritura como un arte visual. Esto lo decía Calvino, una de las facultades humanas fundamentales es la visión nítida con los ojos cerrados. Cuando el texto tiene la capacidad de hacer aparecer en la mente del lector imágenes que tienen la fuerza de la realidad y conllevan emociones, entonces se puede decir que el trabajo del autor ha tenido éxito.

ME: Isabelle, ¿estás de acuerdo?

IW: Sí. Mi mayor placer es no olvidar al lector y construir para él un mundo que tiene una lógica propia.

ME: ¿Qué llamas lógica?

IW: Que todo sea coherente.

ME: ¿Incluso en la incoherencia total?

IW: Exacto. Incluso si uno escribe algo muy loco, tiene que ser coherente en su locura.

ME: Thomas, tú escribes guiones de cine y literatura, ¿hay diferencia entre estas dos escrituras? ¿Cómo se aborda cada una?

TG: Prefiero obviamente la literatura, porque una novela es un objeto completo, que se basta a sí mismo. Además, es un arte extremadamente modesto desde el punto de vista de los medios necesarios, y extremadamente potente en cuanto a los resultados. Para mí la literatura es el arte narrativo absoluto. Sin embargo, algunas veces, por razones financieras, utilizo mi práctica narrativa para escribir guiones. Pero un guion es mucho más simple que la literatura.

ME: ¿Por qué?

TG: Porque un guion es solo una etapa del trabajo, es únicamente la descripción de todo lo que se va a escuchar y ver en la pantalla. No hay que trabajar la frase, sino que es el resultado de un proceso de síntesis que llega a lo que se va a ver en la pantalla. La dificultad del guion no es literaria o artística, sino el hecho de que es un trabajo muy colectivo, en el cual todo el mundo va a querer meterse. Muy a menudo uno escribe un guion para un cineasta y el cineasta va a tener su opinión, el productor va a tener su opinión, el actor va a tener su opinión, el agente del actor va a tener su opinión, y todo el mundo va a venir a explicarte cómo tienes que escribir ese guion. Y en la medida en que esa gente es la que paga, hay que hacer lo que quieren ellos, incluso si uno sabe que eso perjudica el producto final.

ME: Es una escritura mercenaria.

TG: Absolutamente, pero no tengo ningún problema en practicar esa escritura mercenaria, porque es también una excelente escuela. Te obliga a comprender mentalidades, peticiones y demandas de gente que no eres tú, y también a trabajar en plazos muy reducidos. Una escritura mercenaria te obliga a hacer movimientos de escritura a los que no estás acostumbrado, entonces también aprendes de ellos.

IW: Como cuando te encargan de una revista un cuento sobre un tema preciso, te obliga a desplegar otras capacidades.

ME: A menos que uno mismo sea el director. Pienso en el caso de los guiones de Marguerite Duras.

TG: Sí, pero hay un gran peligro, que es que a menudo los novelistas y guionistas son malos directores. Aunque creo que no resistiré mucho tiempo la tentación de dirigir mis propias películas.

ME: ¿Lo has hecho?

TG: Hasta ahora no, pero tengo algo en mente.