Conversación con Victoria Ramírez

Victoria Ramírez: Bienvenidos, bienvenidas a la cátedra abierta en homenaje a Roberto Bolaño. En esta ocasión tenemos de invitada, gracias al Centro Cultural de España, a Irene Solà. Irene es poeta, narradora y artista plástica catalana, se licenció en Bellas Artes por la Universidad de Barcelona y obtuvo un máster en literatura, cine y cultura audiovisual en la Universidad de Sussex. Ha trabajado en investigación artística transdisciplinaria, participa en festivales de poesía, ha realizado exposiciones de arte y es cofundadora también de un fanzine de creación contemporánea. Ella es autora de Yo canto y la montaña baila, premio Anagrama de novela en catalán, que ha sido traducida al castellano, al inglés, al francés, al alemán, al italiano, entre más de una veintena de idiomas y que ha sido galardonada con el premio de la Unión Europea para la literatura y los premios Maria Àngels Anglada, el premio Punto de Libro y el premio Cálamo. Su poemario Bestia, que también ha recibido varios premios, fue publicado en edición bilingüe castellano/catalán por La Bella Varsovia, y ha sido traducido al inglés y al italiano. Su primera novela, Los diques, ganó el premio Documenta 2017. Esta novela narra la historia de tres generaciones a través de la voz de su protagonista, mientras su segunda novela, Canto yo y la montaña baila, es una reinterpretación de la vida en la montaña que cuenta las trayectorias de varios personajes basándose en historias y leyendas del Pirineo catalán. Muchas gracias, Irene, por estar acá. Me llamó mucho la atención en tu trabajo el ritmo y la musicalidad de tus textos. ¿Cómo parte esa musicalidad?

Irene Solà: En primer lugar, hola a todos y todas y muchas gracias por estar aquí. Respondiendo a tu pregunta: sí, para mí es muy importante el sonido que hace un libro. Escribí Canto yo y la montaña baila y Te di ojos y miraste las tinieblas leyéndolos en voz alta, para escucharlos, para sentir los sonidos que hacían y los ritmos que adquirían. A mí me interesan mucho las historias, contar historias y que me cuenten historias, pero también me llaman la atención las maneras de decir las cosas, ir por el mundo escuchando cómo cada cual se expresa de manera distinta y cómo en cada región se usan palabras o maneras de decir distintas. Y como siempre estoy intentando escuchar, de alguna manera este interés por el sonido que hacen las palabras está en los libros.

VR: Pensando justamente en las historias, en Canto yo y la montaña baila abordas historias y leyendas del Pirineo catalán, y también en Te di ojos y miraste las tinieblas hay un interés por el folclore catalán. Me recordó mucho a los mitos del sur de acá y en particular de Chiloé: el Trauco, la Pincoya, un barco fantasma. ¿Cómo llegas tú a estas historias? ¿De dónde aparecen?

IS: Pues esta novela está plagada de guiños, de fragmentos, de referencias al folclore, a la narrativa oral y también a ciertas leyendas. Muchas de ellas son historias que tienen que ver con un territorio concreto como Cataluña y, más concretamente, la sierra de las Guillerías. Hay un goce absoluto de que te cuenten una de esas historias. Yo me quedaría aquí sentada ahora, escuchando estas leyendas de Chiloé que comentabas. El folclore me interesa mucho también porque lleva dentro un ADN, le llamo yo, de quiénes hemos sido y cómo hemos mirado el mundo y cómo hemos intentado entenderlo e imaginarlo y darle un cierto sentido, como grupo, desde hace muchos años. Esta manera de contar el mundo que no es simple, que no es neutra, que carga con nuestras virtudes y nuestras faltas, ha sobrevivido de generación en generación y ha llegado hasta nosotros. Analizando eso, jugando con eso, podemos entender muchas cosas que hemos heredado como grupo y saber qué piedras cargamos en la mochila. Por eso me gusta mucho jugar con el folclore, trabajar con él desde una perspectiva contemporánea, crítica, desde el aquí y ahora. Respondiendo a tu pregunta sobre de dónde salen estas historias, algunas de ellas son imaginarios que adquirí al vivir en un contexto concreto, pero hay una parte muy importante de investigación, de buscar y leer folclore de esa región. Yo trabajé mucho con Xavier Roviró, que forma parte de un grupo de investigación folclórica de Osona (Grup de Recerca Folklórica d’Osona), que es una comarca donde se sitúan, en parte, las montañas en las que sucede la novela. Este grupo, desde hace más de 40 años, habla con los abuelos y abuelas de esa zona y van guardando, archivando, grabando y conservando cuentos, historias, canciones, leyendas y anécdotas diversas. Han publicado muchos libros, pero también tienen cajones y cajones de libretas con notas o de cintas antiguas grabadas.

VR: Hablemos de la trama de Te di ojos y miraste las tinieblas. En él aparece una familia de mujeres cruzada por la tragedia a partir de un pacto con el demonio. Mucho de lo que les ocurre se sitúa en la casa familiar. ¿Cómo apareció esa casa? ¿Cómo terminó siendo tan central en la novela?

IS: Pues sí, hay un personaje que se llama Joana, que es una mujer que en el siglo XVI hace un pacto con el demonio. Esta historia está presente en el folclore catalán y en muchas otras tradiciones ¿no? Joana pide al diablo un marido, pero especifica que debe ser un hombre entero y que tenga una casa. Joana se casa con el heredero de una masía, una casa autosuficiente en medio de estas montañas. Esta es la casa en donde toda la novela se sucederá durante un solo día en el presente. Lo que pasa con Joana y el pacto es que a su marido le falta el dedo pequeño de un pie, por lo tanto, no es un hombre entero y Joana puede romper el pacto con el diablo y conservar la casa, el alma y el marido. Pero muy pronto Joana empieza a sospechar y luego a creer que hay consecuencias de este pacto roto: a todos sus descendientes les falta algo. Joana transmite esta creencia a toda su familia, que vive entonces convencida de que está maldita. Es muy relativo eso porque, según cómo mires y desde dónde mires el mundo, siempre puedes pensar que te falta algo. La novela es también el último día de vida de una mujer muy vieja. La acompañan todas las mujeres que han nacido, vivido y muerto en esta casa, que preparan una fiesta para cuando ella muera. Es desde esa casa, y en gran parte desde su cocina, desde donde se nos van contando la historia de esta familia, desde el pacto con el diablo que lo inauguró todo hasta hoy. Hay un juego constante con la casa, con la materialidad de la casa y la cocina, que es el corazón de esta casa, este lugar de encuentro, el lugar en donde se cuentan historias.

VR: La novela está estructurada en madrugada, mañana, tarde y noche, y a la vez hay muchas épocas mezcladas. ¿Cómo trabajaste los tiempos en esta novela, donde lo vivo y lo muerto conviven constantemente?

IS: Cuando empecé este libro no sabía qué iba a escribir. Yo empecé investigando y descubriendo qué me interesaba y sobre qué quería escribir, entre otras cosas. Me interesaba investigar la memoria y el olvido y la idea de que al narrar cualquier hecho o recuerdo ya estás manipulando, eligiendo unas palabras y no otras, unos fragmentos y no otros. Empecé a pensar mucho, también, en cómo nuestra propia historia familiar nos llega de manera absolutamente fragmentaria a través de los años, a veces de manera contradictoria. Un día escuchas lo que te dice tu madre, años después tu abuela te cuenta otro trozo. A veces te vuelven a contar lo mismo, pero de manera distinta y vas construyendo esta historia familiar a partir de estos fragmentos, a lo largo de toda una vida.

Fui entendiendo el proyecto a medida que trabajaba en él. Por ejemplo, aunque esta novela se pasee por más de cuatrocientos años de historia en el pasado y también hacia el futuro, entendí que esta novela debía suceder desde el presente. En un momento entiendo que la novela va a pasar en un solo día, que no nos moveremos de esta casa, que nos quedaremos aquí dentro y entiendo también que la voz narrativa estará del lado de estas mujeres que ya son fantasmas o espíritus, o como queramos llamarlas. Para mí era muy interesante jugar con esta elasticidad infinita en lo narrativo, en lo literario, del tiempo y el espacio. Es dentro de este solo día que caben centenares de días y de recuerdos y de momentos. Es dentro de esta sola casa que caben centenares de historias.

Además, yo era muy consciente de que no quería hacer una novela histórica, sino al revés: hacer una novela contemporánea con una mirada crítica, con una mirada feminista desde el presente. Quería, por ejemplo, jugar con el tiempo desde premisas del folclore. También me interesaba esta maleabilidad, esta subjetividad del tiempo. La novela se fija mucho en todo lo que es subjetivo. La novela te va diciendo no, no hay una historia familiar objetiva. Hay tu versión o tu verdad o tu manera de verlo y no hay una historia en mayúsculas, objetiva. Hay ciertas voces que han podido contar ciertas cosas, ciertas voces que hemos escuchado. Ciertas voces que han decidido qué es lo importante, qué es lo relevante. Aquí entra en juego la subjetividad del tiempo y un uso del tiempo desde las premisas del folclore. Esa Bella Durmiente que se echa una siesta de cien años. O ese monje Virila, que aparece en una leyenda de Galicia, que escuchando un ruiseñor se duerme y pasan trescientos años. Entonces, cuando regresa a su monasterio nadie lo reconoce, hasta que encuentran una notita en los archivos en la que dice que el monje Virila se fue al bosque una mañana y nunca regresó. Así que en mi novela hay un juego constante con el tiempo y también una reflexión sobre el tiempo. Me interesa mucho que el tiempo es maleable, muy subjetivo en relación con las historias o fuera de ellas. Las historias manipulan el tiempo dentro de su estructura, porque te pueden pasear por mil años en un momento, pero también fuera de su estructura, porque te pueden hacer sentir que una hora ha sido como como un minuto y medio.

VR: En tu novela se nota mucho la vitalidad de los personajes, que se refleja sobre todo en esa algarabía de la cocina y que abre espacio al humor. ¿Cómo se puede relacionar el placer de la comida con el horror? Pienso en la escena en que desuellan el cabrito. ¿Cómo incorporar las recetas, que pareciera que también son muy tradicionales?

IS: La novela está llena de dualidades y de contrastes. En un momento dado me di cuenta de que era una novela de mujeres fantasmas, porque el fantasma es esta figura clásicamente ligada a la idea de la memoria, del olvido. Pero el fantasma también es una figura relacionada con lo incorpóreo, con lo intangible, con el aire, con el polvo, y yo quería establecer un contraste y escribir una novela obsesionada con lo corpóreo. No solamente el cuerpo de las mujeres, sino el cuerpo de todo. Como el cuerpo de la casa…

VR: … De los animales, también de los colores.

IS: Exacto. El cuerpo del paisaje, o sea, una novela muy física. Una novela que está llena de olores y malos olores y referencias al tacto y al gusto. Es una novela en la que se hacen descripciones constantes de todo lo que pueda tener que ver con lo corporal, con lo físico. Descripciones de escenas de violencia, pero también descripciones de placer: de cómo se cocinan los materiales, de cómo se mata al cabrito, de cómo se transforma en comida. También descripciones de cómo se preparan trampas para lobos, infinidad de descripciones, de partos, de nacimientos. En relación con la comida y el comer y el cocinar, investigué mucho y leí muchos recetarios catalanes medievales. La manera en que las mujeres cocinan este cabrito se saca de un libro que se llama Llibre del Coch y otro que se llama Llibre de Sent Soví, que son muy antiguos y que leí con los originales escaneados, al lado del PDF transcrito, porque es terriblemente difícil de leer y de entender, ya que usan vocablos complicadísimos y su manera de contar o de explicar cómo cocinar ya no es la manera de cómo cocinamos nosotros hoy. Todo eso me interesaba mucho también, de nuevo, en relación con el recuerdo y del olvido. Esa manera de cocinar ya no es la manera contemporánea, ni tampoco una abuelita catalana te cocinaría algo de ese recetario. Pero no hace tantos años sí cocinábamos así. Me interesaba también esta idea de que simplemente hemos olvidado o hemos optado por cocinar de otras maneras. Son formas de cocinar que tal vez ya no son las nuestras, pero que de alguna manera también lo son.

VR: Sí, totalmente. Yendo al panorama latinoamericano, aquí se habla mucho de realismo mágico, pero también de narrativa fantástica, de real maravilloso. Leyéndote, recordé un poco a Marosa de Giorgio, esta poeta uruguaya que trabaja con la figura de los animales. Y también pensé en Pedro Páramo. ¿Cómo dialogan tus libros con la tradición latinoamericana?

IS: A mí me interesa mucho, desde hace mucho tiempo. Desde que empecé a interesarme por la literatura me interesa muchísimo lo que se escribe desde Latinoamérica. Podemos hablar de Pedro Páramo, pero también podemos hablar de Pedro Lemebel. Yo llegué muy tarde a Tengo miedo torero, pero podemos hablar de Lemebel, y es que podríamos ir diciendo nombres: Mariana Enríquez, Fernanda Melchor, podríamos hablar de Elena Garro, de Gabriel García Márquez. No solamente de escritores, también de cineastas como Lucrecia Martel, por ejemplo. Así que sí, me interesa mucho, muchísimo. Intento alimentarme de todo lo que uno pueda alimentarse, leer tanto como pueda, ver cine, ir a expos, etcétera, y lo que se está escribiendo y lo que se está moviendo a nivel creativo desde Latinoamérica creo que es muy, muy, muy potente.

VR: Tú vienes de las artes visuales, pero también has escrito poesía, narrativa. En algún momento hablábamos de cómo la poesía ingresaba en tu narrativa. Entonces, me gustaría preguntarte cómo dialogan estas distintas disciplinas en tus proyectos. ¿Cómo se van enhebrando? ¿Cómo vas generando diálogo?

IS: Yo no separo mucho cuando pienso en ello. No pongo en una caja distinta lo literario, lo narrativo, lo poético, el arte visual o arte contemporáneo, sino que entiendo todo como un conjunto de intereses que van tomando distintas formas. Al menos así es como vivo mis procesos creativos. Como tú decías, pues yo lo primero que publiqué fue un libro de poesía que, de hecho, escribí desde un taller de bellas artes. Y antes de ser libro fueron poemas colgados a la pared en un taller. En ese momento estaba haciendo instalación, vídeo, dibujo y escribiendo esos poemas. O sea, para mí eran lo mismo, simplemente que la materia prima que utilizaba, en vez de ser un papel y un lápiz, en vez de ser imagen digital, pues eran palabras. Y así es como sigo sintiendo las novelas para mí. La novela es un proyecto artístico que toma esta forma. Aprendí a trabajar desde ese taller de bellas artes, donde todo no significa dibujar o pintar, sino desarrollar un proyecto creativo que nadie te ha pedido y estar años poniéndole tu energía. tu tiempo. Mi sensación es la de trabajar desde metodologías del arte contemporáneo, dándole al proceso tanta o más importancia que al resultado final. Intentar entender en profundidad qué te interesa y a partir de ahí alimentar esos intereses, esas curiosidades. Estar aprendiendo constantemente en ese proceso, hacer una investigación que no termina nunca. Una novela es el fruto que sale de una rama, pero el tronco principal siempre está.

VR: Esas ganas de aprender…

IS: Esas ganas de preguntar y preguntarse. Ese es el trabajo: esa constante exploración.