Ocurre en las reuniones de pauta de diarios y revistas, en la radio, en la televisión, en medios digitales, en todas partes. Muy posiblemente ocurra en la mayoría de los casos; cada vez menos, esperamos, pero aun así en la mayoría. En estas reuniones en que el equipo editorial discute y decide de qué se va a escribir, o qué se va a comunicar, y quién va a hacerlo, y a quién se va a entrevistar para hacerlo, cuando hay que proponer nombres de escritores, periodistas, críticos, columnistas, entrevistados y colaboradores invitados para cada número, sin querer, sin pensar, y sin importar los contenidos que se vaya a cubrir, lo que surge en una primera ronda es una lista en la que hay muchos más nombres masculinos que femeninos.
¿Por qué? No porque haya escasez de mujeres que escriben, opinan y reportean, ni por política editorial en los medios que consumimos en general, en las librerías, en la prensa diaria, en la actividad cultural.
Más bien por un atajo mental, por algo parecido a lo que los sicólogos cognitivos llaman sesgo de disponibilidad: lo que primero se nos viene a la mente es lo que tenemos más a mano, las categorías más numerosas, los casos más inmediatos, los nombres que hemos visto u oído recientemente. Y esos nombres, esas firmas, serán de hombres en su mayor parte porque, como dice la historiadora Ana María Stuven en este número, «[d]espués de un siglo de crítica feminista, la figura del macho continúa siendo la que domina la manada». Por si quisiéramos reforzar esa verdad evidente, no hay más que seguir el tumblr chileno Panel de Hombres, que se dedica a documentar –de un modo muy simple y eficaz: con fotos– la recurrencia de actividades oficiales o congresos, conferencias y eventos políticos o culturales en que todos los expertos invitados son hombres.

De esta forma se perpetúa el círculo vicioso: por restricciones de tiempo y recursos, y porque la mente es muy sensible a los atajos, esa lista provisoria de autores por contactar muchas veces es la que queda, y así nuevamente vuelve a girar la rueda invisible. Sin embargo, esta vez en Dossier, en busca de nuevas voces, decidimos resistir el tirón de la inercia y llamar a más mujeres, más, muchas más que lo habitual, forzándonos hasta que se nos haga costumbre. Escritoras y periodistas de Bolivia, Colombia, México, Argentina y Chile, y una veterinaria española que escribe poemas mientras cuida un rebaño de ovejas: todas están aquí mismo, y todas, por supuesto, son capaces de escribir sobre cualquier cosa. Si se reitera en este número el tema de la violencia machista es porque está en el aire, porque es «el reverbero flotando en el aire después de un gran impacto», como dice Sol Lauría; porque poco a poco una tarea de décadas comienza a hacer mella. Si queremos más mujeres, mujeres visibles, opinantes y diversas, en lo que nos toca no hay otro camino: empecemos por llamarlas a escribir.