Por Pola Oloixoarac

 

 

Hola a todos, es un gran honor para mí estar acá con ustedes. En esta charla vamos a examinar cómo Borges usó la confrontación y su status de enemigo político para cimentar su trayectoria estética. Cómo Borges usó lo que en la Argentina contemporánea se popularizó como “la grieta”, la circunstancia que lo había dejado en la vereda opuesta al peronismo —que nunca disoció del fascismo— como parte de un proceso estético y filosófico que tuvo un gran impacto en su escritura. Es decir: cómo Borges se alimentó de su nueva identidad de “enemigo político” (de sentirse señalado por el régimen peronista como enemigo político), y cómo eso tuvo repercusiones directas sobre su proyecto literario. Vamos a ver que en Borges, “la grieta” termina por marcar la vocación metafísica de su literatura, dejando de lado otros motivos juveniles (donde algunos leen, erróneamente, ciertos apetitos populistas en Borges). En efecto, Borges se construye en la disputa política y literaria con los otros pero no meramente como una forma de figuración personal, sino como una forma de organizar sus propias ideas sobre el mundo, lo que por supuesto repercute en su literatura.

Personalmente, el Borges de la polarización, el Borges de la grieta, el Borges cómodo engarzando la violencia elegante, el Borges “gorila”, es un Borges que me encanta porque me lo vuelve real, contemporáneo y urgente —adjetivos que no había asociado antes con Borges. Borges de la grieta coincide con el período adulto de Borges, que deja de publicar poesía y se lanza a publicar cuentos metafísicos y fantásticos: también es el Borges de la proyección internacional. Porque ante el peronismo, Borges tiene la actitud opuesta a Cortázar, que comentó famosamente que “el ruido de los bombos no lo deja escribir”, y parte a París; Borges, en cambio, se queda a escuchar qué hay detrás de esos bombos peronistas, a qué suenan, y entonces su exilio es hacia adentro, hacia el género literario (fantástico) que va a fundar. Y obviamente, hacia esa torre de marfil que construye para habitar.

Gracias al Borges de Bioy Casares pude empezar a redescubrir a Borges, a reconectarme con la obra de Borges de otra manera. (Un intersticio: esa obra no se consigue, aunque circula en pdfs, pero va a salir en traducción al inglés en USA por Valerie Miles, asi que quizás eso ayude a vuelva a circular.) Por muchos años, para mí la prosa de Borges era, más que una torre de marfil, como una ciudad sitiada. Una ciudad sitiada no tanto por su prestigio y su emblema si no por su sucedáneo, el sucedáneo mortal de la literatura inmortal: los malos cultores, por sus imitadores. Es también lo que pasa con Bolaño: si Borges era una capital magnífica, a su alrededor había crecido una especie de Gran región Metropolitana, un enorme conurbano que no tenía nada de hiedras románticas de Haedo (uno de los lugares del conurbano argentino que le encantaba a Borges). Hablo de un cordón suburbano hecho de ladrillos de verbos borgianos como fatigar, conjeturar, de espejos y de manuscritos encontrados que esconden una cifra: con este conurbano me refiero al kitsch borgiano, al Borges trucho. Véase por ejemplo, el ex montonero y ex diputado nacional Miguel Bonasso en Diario de un clandestino, “una lógica que encadena mis pasos en la mañana de otoño”: es decir que hasta un ex guerrilleros posan de borgianos, tiran el pasito Borges como una manera de sonar culto. Para el momento en que yo llego a las lecturas adultas, Borges, o lo que pasaba por la frase borgiana, era la muerte de la frase: sitiada por su propia construcción de que venía a ser el producto borgiano y sus marcas, su kitsch reconocible. Por supuesto, Borges no tenía la culpa de este conurbano: había creado un producto asociado a su figura autoral de ciego visionario y homérico.

Incluso, había llegado a pensar que esa misma ciudad magnífica, olímpica en su lomada de marfil, no era tal. Que tal vez, era solo un gran palacio vacío. El que me metió esa cizaña fue mi ruso favorito, Vladimir Nabokov, que afirmó Que todos esos elegantes juegos de espejos, no escondían más que un edificio completamente vacío, una fachada detrás de la cual no había nada. Porque no pueden tapar la completa ausencia de textura psicológica. (Es curioso peor tal vez Nabokov se adelantaba en el tiempo, y describía a César Aira).

Pero el Borges de Bioy es una migración, una metempsicosis en vida. Un Borges vital: el universo cuidadosamente narrado de Borges tenía una contrapartida, la vida de Borges contada de a dos, porque aunque lo escriba Bioy es la voz de Borges la que aparece, y el espíritu de esa voz adquiere una nueva dimensión. Cuando sale el Bioy de Borges emergen las cosas que el producto Borges no contemplaba, la psicología escondida. La psicología estaba. Solo había que seguir la sangre.

Pero de verdad es un acto de magia magistral que solo hayamos visto al Borges que Borges quería que viéramos. Esa especie de figura homérica: ciego, alejado, experto en paradojas y laberintos, alejado de lo mundano; una criatura de una biblioteca medieval, un poco eunuco también, a su pesar. Esa figura homérica con una guardia pretoriana, María Kodama.

Por eso mi plan hoy con ustedes es internarnos en el otro Borges: el Borges secreto, el brioso, el cuchillero. Borges Troll. Porque en esa dicotomía famosa cervantina, el hombre de letras versus el hombre de acción, que Borges trabajó tanto (por no decir fatigó); vamos a ver cómo en esa dicotomía, Borges encarnó a un hombre de acción.

Examinemos una de sus trifulcas más famosas, su polémica con el ensayista Ezequiel Martínez Estrada. El tema aparece varias veces en el Borges de Bioy: primero, la mamá  de Borges llama a Bioy. “Me habla la madre de Borges: Martínez Estrada atacó a Borges, llamándolo «turiferario, vendido y envilecido», porque ha elogiado al gobierno. Parece que Borges piensa contestar impersonalmente, con respeto por el escritor. ¿Por qué esa ficción, si sabe que es un hombre equivocado y tortuoso?”.

Turiferario a sueldo. En el léxico actual diríamos: troll pago. Es la misma acusación que se da en la cultura política actual: Borges ganaba un sueldo del estado por su trabajo como Director de la Biblioteca Nacional, miembro de la Academia Argentina de Letras y profesor titular en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Durante el peronismo, Borges había tenido también un puesto en la biblioteca Miguel Cané de Boedo, pero lo había perdido en aquel episodio famoso, cuando el gobierno municipal de Buenos Aires lo remueve del cargo (según las versiones, quizás fuera por antiperonismo o tal por su antinazismo, que para Borges en 1946 debia ser los mismo, dado que el régimen de Peron fue aliado de Hitler hasta la víspera de la rendición del Tercer Reich), ese episodio famoso digo donde al parecer lo nombran Inspector de Conejos y Aves de Corral, o quizás lo nombran en la Dirección de Apicultura, no hay documentos oficiales, en todo caso lo invitan a dejar la biblioteca por algo que no tenía nada que ver con libros, y Borges afirma a María Esther Vásquez —que escribió un libro fascinante, Borges esplendor y derrota, por Tusquets— que fue en castigo por haber firmado algunas solicitadas contrarias al peronismo. Unos años después además, su amiga Victoria Ocampo fue presa por Perón en el asilo del buen pastor, donde también estuvo presa su hermana Norah un mes por protestar (detenida en un episodio muy raro, donde también estaba su mamá Leonor Acevedo). Cuando cae Perón, con la Libertadora, el gobierno que le permite volver a la biblioteca como director, donde se queda 18 años, y ahí va dirigida la invectiva de EME.

(Y para cerrar esta digresión a partir de turiferario de sueldo: EME también había escrito su libro mientras era empleado de Correo argentino, bajo un sueldo del estado, y lo escribió durante las horas de trabajo, y había sido también criticado por esto).

Volvamos al texto de EME, que conocemos porque Borges lo cita. Borges emplea un método muy tuitero, porque cita las palabras de su agresor, como cuando se hace quote and retweet, y se monta sobre ellas: esto está en su artículo de 1956 “Una efusión de Ezequiel Martínez Estrada” (Sur, nº 242):

Cita Borges a Martínez Estrada:

Es increíble el encanallamiento de cierta gente. Naturalmente que nuestros cofrades, como usted anota muy bien, son de la peor calaña, de la mayor ruindad, porque no solamente se envilecen ellos sino que predican el catecismo del envilecimiento. Oiga, por ejemplo, lo que ha dicho Borges en Montevideo: “Aramburu y Rojas podrán estar equivocados pero nunca serán culpables. Por eso considero mala la actitud de EME, que ha dado conferencias y ha hecho publicaciones que significan un elogio indirecto a Perón”. Así piensan de mí muchos turiferarios a sueldo.

 

El comentario de Borges había sido un “mala la actitud”: esto EME lo escala, llamándolo envilecido, troll pago, ruin. No es raro que a Borges tampoco le interese recordar que EME venía de publicar ¿Qué es esto? Catilinaria, el libro donde EME condenaba duramente al peronismo, y también a los que lo derrocaron. Es decir que EME tiene sus credenciales de antiperonista intactas, pero Borges las ignora olímpicamente, porque el fenotipo del ataque de EME lo hace caer en el ritual de “la grieta”. ¿Quiénes llaman trolls pagos a los que critican al peronismo, si no los militantes peronistas? Es justo el olvido de Borges, porque refleja que EME, el fan de Montaigne, olvidó ese detalle también.

Sigue Borges, en pleno control de su prosa, y de su presa.

Falsas piedades, ironías, injurias pintorescas y un aparato desdén exige el género polémico: a mis años, me creo autorizado a prescindir de estas vanidades retóricas y paso directamente al asunto.

Aquí pasa algo muy interesante: Borges va a decir yo prefiero al hombre de la calle, que sabe la diferencia entre el bien y el mal. Lo organiza en la forma de una demostración lógica, aunque es más bien la sátira de una demostración, que resumo: es innegable que no hay cosa en el mundo (…) que no comprometa (…) todas las demás. (Pero) el hombre que llega tarde a una cita no suele disculparse (…) alegando la invasión germánica de Inglaterra o la aniquilación de Cartago. (aunque sean verdaderos, no vienen al caso). Este laborioso método regresivo parece reservado a los comentadores del peronismo, que cautelosamente hablan de necesidades históricas, de procesos irreversibles, y no del evidente Perón. (Es decir, hablan de cualquier otra cosa que no sea los hechos mismos de Perón, no toman responsabilidad).

Y ahora lo importante:

A estos graves (graves, no serios) manipuladores de abstracciones prefiero el hombre de la calle, que habla de hijos de perra y de sinvergüenzas; ese hombre, en un lenguaje rudimental, está afirmando la realidad de la culpa y el libre albedrío. Está afirmando que en el universo hay dos hechos elementales, que son el bien y el mal, o como dijeron los persas, la luz y la tiniebla. 

La crítica literaria se rasga las perlas acá. Cómo va a preferir Borges al hombre de la calle, si “la obra de Borges es la dinamitación del habla habitual” (Enrique Pezzoni). Otro tropo común de crítica es que Borges desdeña al actor político colectivo, no lo ve; por ejemplo, la crítica Magdalena Cámpora dice que Borges reduce el tema a un duelo entre dos, que no está viendo que hay persecución a opositores (es decir, que el problema de la persecución a opositores que había iniciado Perón continuaba furiosamente durante la Libertadora). Los críticos parecen ignorar que Borges había publicado en 1933 “El arte de injuriar”. En ese ensayo, Borges teoriza sobre un tipo de combate retórico donde el quid es no tocar al otro. Porque no es una destrucción: para destruirlo, habría que crearlo primero. Y una injuria mal hecha lo crearía, le daría entidad. Se refiere al “maligno esplendor” de este estilo de articulación y no esconde su admiración por este arte del a mano a mano —cada hombre con su pluma. Estos críticos tampoco registran el placer de Borges, que resulta evidente en el Borges de Bioy, por masacrar a sus contemporáneos. Lo cierto es que el enunciado del hombre de la calle no cuaja a menos que se lo lea con la lógica troll: como una proyección de Borges troll, de Borges hacia esa sensibilidad contemporánea de la provocación en un espacio cifrado hecho de palabras.  Un Borges compadrito, que toma ese lugar del pogo democrático, como es el troll, y se arma contra la relativización argumental de que acusa al peronismo. Lo que hoy llamaríamos decir “es más complejo”. Borges está marcando que no, que no es más complejo. Que hay bien y mal.  Y luego se lanza a la hipérbole, una hipérbole es parte de la danza troll, de la escalada retórica de la aniquilación que es también un goce delirante, un rapto de descontrol.

Turiferario a sueldo me llama Eme: la injuria no me alcanza, porque yo sé que la felicidad que sentí, una mañana de septiembre, cuando triunfó la revolución, fue superior a cuantas me depararon después honras y nombramientos cuya esencial virtud fue la de ser reverberaciones o reflejos de aquella gloria.

Es tremendo lo que dice: la mañana de esa “gloria” es el bombardeo a la Plaza de Mayo; dice Wikipedia que fueron 30-34 aviones y que murieron 308 personas y hubo 800 heridos. Es decir: no solo no me arrepiento, sino que redoblo la apuesta y muestro hasta qué punto tomo cartas en el asunto donde leo que hay bien luchando contra el mal. Se proyecta así, en el duelo a mano a mano, a pesar de hacer creado una literatura de elevación: después de todo, si Borges tiene su torre de marfil es también para subir y bajar a la calle a trompearse cuando le parezca. Con el duelo, lo saca de donde la crítica peronista lo quiere, en la relativización y la abstracción, y se mete con su contendiente en una escena borgiana. El duelo, como sabemos, es uno de los tópicos de Borges (en El Informe de Brodie, por ejemplo, hay dos cuentos, que se llaman “El duelo” y “El otro duelo”). Ya lo tiene donde quiere: ahora va a divertirse. Borges empieza citando a Montaigne, que es el muso confeso de EME, a quien le dedicó un ensayo seminal. Desde Montaigne, el escritor propende a dramatizarse, a ser el más tenaz de los personajes creados o proyectados por él. Ese personaje, en el caso de EME, es un profeta bíblico, una especie de sagrado energúmeno. El profeta comporta impíos y malvados que apostrofar y Borges ha sido uno de ellos. No un Borges verdadero y verosímil, sino el Borges que exigen las convenciones del género profético.

Esto me da risa porque es una de las primeras apariciones del giro maradoniano en Borges, cuando Borges habla en tercera persona de Borges. Lo hace para marcar que Borges como personaje de Martínez Estrada no es una buena creación, y la desarma. Con sublime perversidad, Borges cita a Montaigne, el dios de los ensayistas, bajo cuyo patrocinio Martínez Estrada soñaba estar: había traducido a Montaigne, lo había prologado con un ensayo larguísimo, lo había antologado.

Esta escena del duelo, de un hombre contra otro, va a ser un motivo que va a tomar ribetes metafísicos en Borges, que va a empezar a explorar la cuestión del individuo y su destino: su poema más famoso, “Poema conjetural”, lo publica en La Nación en 1943, cuando lo que resuena es el golpe del GOU.

se dispersan el día y la batalla

deforme, y la victoria es de los otros.

Vencen los bárbaros, los gauchos vencen.

Yo, que estudié las leyes y los cánones,

yo, Francisco Narciso de Laprida,

cuya voz declaró la independencia

de estas crueles provincias, derrotado,

de sangre y de sudor manchado el rostro,

sin esperanza ni temor, perdido,

huyo hacia el Sur por arrabales últimos 

(…)

Yo que anhelé ser otro, ser un hombre

de sentencias, de libros, de dictámenes

a cielo abierto yaceré entre ciénagas;

pero me endiosa el pecho inexplicable

un júbilo secreto. Al fin me encuentro

con mi destino sudamericano.

 

El hombre solo ante su destino sudamericano, el hombre de letras que se ve transformado en otra cosa por su destino. El 29 de octubre de 1945, a doce del 17 de octubre, Borges lee este “Poema conjetural” y dice estas palabras, en evidente alusión al peronismo triunfal. Agradezco a Santiago Llach la cita, no la encontraba:

Muchas noches giraron sobre nosotros y aconteció lo que no ignoramos ahora. Entonces comprendí que no le había sido negada a mi patria la copa de amargura y de hiel. Comprendí que otra vez nos encarábamos con la sombra y con la aventura.

Esa sombra, esa aventura, es el otro lado de Borges. Me recuerdo a Stendhal cuando conoce Milán, al fin aquí encontré la fresca oscuridad. Es al calor de esa aventura, de esa clandestinidad que no termina, donde Borges va a reordenar su estética. Una digresión: un tipo llamado Dale Carnegie escribió un best seller cósmico Como ganar amigos e influir sobre las personas, mayor  best seller cósmico: expresa un deseo, y a la vez es la anti literatura. La verdadera literatura sería la antítesis absoluta de este libro. El arte al que no le importa hacer enemigos. Tendemos a mirar las influencias por la positiva. Amigos que leen o estudian solo a los amigos, o sienten la necesidad de disfrazarlos de tales. Pensamos la cultura como una especie de Facebook, poblada de friends, amigos. Pero ser enemigo también es una forma de estar juntos. Grupos no homogéneos que incluyen personas que piensan distinto a nosotros. La pregunta sería cómo entender la disputa en su valor como concepto creativo, no meramente oposicional. Y decididamente no fundado en un concepto tan banal como el odio, que es la novedad retórica peronista actual. A Borges el enemigo lo potencia. No quiere decir que no lo sufra. Pero cuando es marcado como enemigo, Borges entra en la sombra, en la aventura, en la clandestinidad y se despliega como guerrero. Me gusta pensar que estuvimos mirando el lado equivocado: Mirábamos el espejo, el producto. Prefiero verlo así, como un guerrero agachándose en bastardilla entre la prosa, donde esas letras de mármol le sirven para camuflarse. Y que ese límite del bien y el mal, donde Borges no ceja, es el punto mismo donde su ética se vuelve estética, como en ese pasaje de Parsifal que dice “ahora el espacio se vuelve tiempo”.

Con el peronismo, Borges afianza su compromiso con la metafísica, con el más allá del mundo. Como muestra el académico italiano Luigi Patruno en un paper que les recomiendo, Borges, Perón y el mito del pueblo, con el golpe de estado de 1943 del GOU para Borges se vuelve imperante corregir su trayectoria política y redefinir su programa político. Desde el surgimiento del peronismo, Borges abandonará cualquier seducción que pudo haber tenido por ideas de algún corte populista.

Es decir que el peronismo interrumpe un proceso de romantización de lo telúrico, una forma de Borges de participar en un trend de la moda literaria global que fue el modernismo. Desde T. S. Eliot a Leopoldo Lugones, lo propio del modernismo del siglo XX fueron los escritores que se preguntaron cuál vendría a ser su rol en la construcción de las naciones: y Borges creyó, junto a ellos, que estaba llamado a crear mitologías, a proponer un sistema divino del origen de la nación, como cuando escribe en 1926 en El tamaño de mi esperanza: “La pampa y el suburbio son dioses”, junto a una constelación derivada de la cultura popular donde están el compadrito, la daga y el malevo, la sangre criolla, el tango y “las trucadas largueras”: esos fueron los juegos de Borges con el populismo literario: una mitología librada de “las contingencias del tiempo” al servicio de un nacionalismo naciente, del que, por supuesto, como patricio, se sentía llamado a pertenecer. En 1943 todavía no había pasado gran cosa, pero Borges lo veía como un movimiento de masas fascista y su condena al nazismo había sido inmediata, a diferencia de otras zonas del campo intelectual argentino. Con el ascenso del peronismo Borges cambia los motivos, y pasa a desarrollar la idea del hombre individual ante su destino, el hombre que solo es el mismo que otro, siempre a partir de su individualidad. La forma literaria de una filosofía liberal.

Borges no cambió nunca. No le gustó el golpe del 1930, saludó a los que quisieron sacar de la proscripción a los yrigoyenistas, y tampoco le gustó el golpe de 1943, donde estaba Perón. Pero si en 1934 escribe un prólogo a Arturo Jauretche (el libro El paso de los libres)  elogiando “la patriada”, después de 1943 mirará con recelo y será mucho más cauto a la hora de usar figuras y retóricas populistas. (Intersticio: ahí llama “la patriada” al levantamiento militar ocurrido en Corrientes en 1933. Una tropa de radicales yrigoyenistas comandados por el teniente coronel Bosch contra el fraude que proscribía al yrigoyenismo. La patriada ahí era querer recuperar la democracia). Con la conciencia del fango político, del peso que le revelan las palabras, es que se lanza a publicar el anverso total: las Ficciones, el terreno donde todo es representación, hasta volverse un visionario de la metarrepresentación.

Para terminar, el último duelo. En 1982, en pleno delirio por la guerra de Malvinas, Borges publicó un poema anti bélico. El último duelo que escribió, “Juan López y John Ward”:

 

López había nacido en la ciudad junto al río inmóvil; Ward, en las afueras de la ciudad por la que caminó Father Brown. Había estudiado castellano para leer el Quijote. El otro profesaba el amor de Conrad, que le había sido revelado en una aula de la calle Viamonte. Hubieran sido amigos, pero se vieron una sola vez cara a cara, en unas islas demasiado famosas, y cada uno de los dos fue Caín, y cada uno, Abel. Los enterraron juntos. La nieve y la corrupción los conocen.

 

Me contaron que por publicar este poema, Borges, que ya era grande, tuvo que esconderse en varias casas quintas, porque lo estaban buscando. ¿Cómo osaba poner en duda la justicia de la guerra de Malvinas? Con los militares, Borges tuvo que volver a ser un clandestino, como lo había sido durante Perón, porque le llegaron rumores de que iba a ver represalias contra él de grupos nacionalistas. La de Borges es la desilusión con el cuerpo militar de la nación, que tiene su anverso en una obsesión con el cuerpo militar secularizado en la figura de Juan Perón. Que sigue cantando a un general, que sigue sosteniendo el autoritarismo si es propio, y las prácticas de acosos a los que piensan diferente. Lo cual solo termina por acicalar su desprestigio. Espero que les haya gustado mi Borges troll.