El crítico chileno presenta a tres cuentistas eslavas (de Macedonia, Croacia y Eslovaquia) cuya producción reciente ya está disponible en nuestro idioma. 

 

Acá, aunque sea a beneficio de inventario, puede valer el viejo dicho de “dos son compañía, tres son multitud”. La lectura de tres escritoras eslavas, dos de países que formaron parte de la antigua Yugoslavia y una de Eslovaquia, y todas de países jóvenes que pasaron por enormes traumas en el siglo XX, muestra una literatura de singular fuerza e interés, que se rearma sobre aquellas heridas históricas para proponer temas y miradas que superan largamente la determinación territorial y la coyuntura histórica; no solo porque, a pesar de la división política, Eslovaquia –de donde viene Ivana Dobrakoková– y la República Checa tienen en común mucho más que una frontera; o porque Macedonia, la tierra de origen de Rumena Bužarovska, casi no puede apelar a una tradición propia, con una historia que se alimenta de viejas dominaciones imperiales y alianzas casi siempre forzadas; y Croacia es apenas el lugar de nacimiento de Lana Bastašić, de familia serbia, que creció en Bosnia y Herzegovina e hizo su maestría en Belgrado, lo que la convierte en la más “yugoslava” de las tres (también ha residido largos años en Barcelona). Todas pertenecen a organizaciones que reivindican los derechos de las mujeres en culturas tradicionalmente machistas; y Bastašić, la más tocada por las guerras balcánicas, es también la que muestra un compromiso más decidido por causas como la guerra en Palestina. 

 

Mi marido 

Rumena Bužarovska 

Impedimenta, 2023 

200 páginas 

 

En Mi marido, Rumena Bužarovska juega con los clichés del patriarcado, es cierto. No muestra nada nuevo en esto. Y recarga las tintas casi hasta la caricatura y se complace en ello, a tal punto que el lector (y especialmente la lectora) no puede menos que regocijarse ante el certero retrato de esos maridos que sueltan frases como “los hombres son el espíritu; y las mujeres, el cuerpo. Los hombres son creativos; y las mujeres, prácticas. Los hombres miran hacia arriba; las mujeres, hacia abajo. Las mujeres no pueden ser artistas, no está en su naturaleza”, o que, antes siquiera de escuchar lo que la esposa quiere decirles, ya la retaron, la interrumpieron y se instalaron en el living a ver fútbol, esperando que les lleven una cerveza. También aborda temas tópicos –la infidelidad, los celos, el alcoholismo, la inseguridad– así como explora respuestas clásicas, como, en el caso de los celos, la revisión del teléfono o el correo y de la ropa en busca de pistas que refuercen las sospechas. Hay otros cuentos más sibilinos y sutiles; sin dejar los clichés, se adentra en esos misterios de la predilección por uno u otro hijo y el peso (mucho más imaginario e ideológico que real) de la genética en el comportamiento, o en cuestiones que tienen que ver más con la identidad. También hay personajes femeninos que salen muy mal parados, como la señora con vocación de artista que es un caso ejemplar de siutiquería y arribismo.  

 

A través de ese juego desembozado con los lugares comunes que se acomodan perfectamente en argumentos ya no tan manidos y que, mediante la estrategia del final abierto, se convierten en relatos que pueden ir y venir, que invitan, incluso, a una segunda lectura y que desafían las convenciones del relato breve, Bužarovska da en el clavo y ofrece eso tan escaso que es una nueva manera de narrar; aunque, cuando el final no es abierto, pasa lo mismo pero es todavía más demoledor; el ejemplo perfecto es el cuento “Néctar”, que tiene un cierre perfecto y totalmente inesperado. También es sumamente divertida. A ratos provoca una risa nerviosa, sí, por dejar tan al descubierto la fragilidad y la miseria humanas. No en vano la autora, académica de Literatura en la Universidad Estatal de Skopje, su ciudad natal, escribió un ensayo sobre el humor en la ficción corta tanto estadounidense como macedonia contemporánea. Con estos cuentos, Bužarovska demuestra que siempre –talento mediante– se puede hilar un tapiz nuevo con el viejo hilo negro. 

 

Dientes de leche 

Lana Bastašić

Sexto Piso, 2022

148 páginas 

 

Los cuentos de Dientes de leche retratan infancias que distan mucho de la habitual imagen idílica de aquella etapa de la vida. Cuando Lana Bastašić publicó el libro en España, la entrevistó el diario El País y el periodista dice, mientras elabora su pregunta, que “su libro se vende con el gancho de la violencia de los Balcanes”. Y luego agrega: “¿La situación que se vive allí crea un caldo de cultivo para que se den estas paternidades e infancias o diría que las historias de sus relatos podrían adaptarse al contexto de cualquier país europeo?”. Es fácil adivinar el hastío en el tono de la voz en la respuesta que entrega la escritora: “Siempre escribo sobre Bosnia y los Balcanes porque es lo que yo conozco”, aunque –supongo que para no ser tan cortante– algo le reconoce en asuntos como el dogmatismo religioso (que no es solo balcánico) y “la idea tóxica y purista de nacionalidad”, que, aunque también es un fenómeno desgraciadamente muy extendido, alcanzó en los Balcanes una cota altísima que tuvo un enorme costo en vidas humanas y fragmentación social. Bastašić abordó esa temática en su primera novela, Atrapa a la liebre, publicada por Navona en 2020, la historia de dos amigas que se reencuentran tras diez años de lejanía y emprenden un viaje que recorre, más que la geografía, el pasado devastado de la antigua Yugoslavia. 

 

Y precisamente por eso es que la primera frase citada del periodista apunta exactamente a cómo no se debe mirar (toda) la narrativa reciente de los Balcanes, y menos la de un libro cuyo primer cuento, “El bosque”, comienza así: “Me costó mucho estrangular a papá”. Esa decisión de una niña es el punto cúlmine de un tramado de infelicidad familiar y maledicencia pueblerina que rezuma cansancio y derrota, pero también la vigencia de una cultura muy antigua que impone sus códigos de prejuicio y maltrato por sobre cualquier modernidad. Lo que no contiene son ajustes de cuentas con la balcanización. De ahí en más, la violencia ejercida sobre los niños se vincula mucho más con el juego del poder al interior de un grupo familiar, tanto con la ancestral historia de la dominación masculina, que viene de mucho más atrás y de más lejos del amargo presente que retrata Bastašić, como con distorsiones perversas en la exhibición de los cuerpos. Uno de los cuentos más perturbadores establece una chocante relación especular entre dos mujeres que atrapa en su interior a tres niños –“mis hombrecitos”, dice una de ellas–, y basta con un par de escenas para mostrar cuánta y cuán dañina violencia puede haber sin que medien golpes y gritos. 

 

Otras narraciones exploran tópicos también a lo menos inquietantes, pero abiertos a otros matices de lo que puede significar una infancia que se aparta de los cánones establecidos. Por ejemplo, la difícil asimilación de conceptos abstractos como la existencia de Dios y la eficacia de la oración; o la incubación, en una familia a todas luces dentro de los márgenes de la normalidad más tópica, de una personalidad psicopática; la muerte de la abuela y el misterio de los dientes; es bien probable que de este cuento, “El hada de los dientes”, venga el título del libro.  

 

Madres y camioneros 

Ivana Dobrakovová 

Sexto Piso, 2021 

204 páginas 

 

Ivana Dobrakovová viene de un país mucho menos conocido, Eslovaquia, territorio que albergó a una de las comunidades más pobres y reprimidas de Europa del Este, y tiene una historia traumática en buena medida porque fue, durante siglos, un lugar de disputas entre los húngaros y los turcos. No tuvo autonomía nacional hasta bien entrado el siglo XX, aunque también gozó de algunas décadas de tranquilidad cuando formaba parte de Checoslovaquia. De sus vecinos y parientes lingüísticos muy cercanos sabemos bastante, por Kafka, Kundera, los hermanos Čapek (uno de ellos, Karel, creó el concepto de robot) y otros nombres que han alcanzado algún grado de presencia en la literatura mundial. Y Praga, por cierto, forma parte del patrimonio universal; pero ¿quién ha visitado Bratislava? ¿Quién sabe algo de letras eslovacas? 

 

Esa cortina ha comenzado a levantarse desde hace pocos años. Dobrakovová y la poeta Mária Ferenčuhová fueron invitadas a la FIL de Guadalajara en 2023; la primera, con el libro que comentamos en esta nota, Madres y camioneros, ganó el Premio de Literatura de la Unión Europea en 2019 (destinado a promover talentos jóvenes, se entrega a al menos doce escritores por año); la segunda ha sido traducida y publicada por Vaso Roto (Tierra negra, 2022). 

 

Los cuentos de Dobrakovová cabalgan entre su natal Bratislava y Turín, esa ciudad en que Cesare Pavese, pocos días antes de suicidarse, escribió el verso “Vendrá la muerte y tendrá tus ojos”. Literatura no le falta a Turín, donde vive la escritora eslovaca, dedicada a la traducción a su lengua nativa de autores italianos y franceses. Y si Bastašić, a pesar de su residencia en Barcelona, no abandona todavía los paisajes de su tierra, Dobrakovová tiende una especie de puente sumamente firme, porque los pesares y sentires de las cinco mujeres que protagonizan sus relatos tienen un territorio común que sobrevuela la geografía. Son cuentos largos, a tal punto que dos de ellos, tanto por extensión como por su compleja estructura, podrían calificar como nouvelles. Más allá de ello, también, como Bužarovska, otorga la presencia principal a mujeres. Quizá su personaje más característico es Olivia, profesora en Turín, que creía que desde su pupitre docente no podía solo dar clases de inglés, “sino también del sentido de la vida y del mensaje del libro Juan Salvador Gaviota”. La fragilidad de Olivia viene de ahí, de una idea estereotipada de la cultura, de la vida y de las relaciones humanas, que la ha lanzado a una soledad de donde no la salvan ni los suplementos nutricionales ni los muchos intereses culturales que le evitan pasar los días rumiando su “triste destino de divorciada”. Olivia lo pasa mal, muy mal, pero, ante ella misma, cree que lo disimula bien. 

 

Ese tipo de malestares, más cotidianos, más insidiosos, son los que afligen a las protagonistas de Madres y camioneros, y que le permiten a la autora internarse en profundidades que, aunque a ratos parecen extraviarse en el exceso de detalles y los giros mínimos de las tramas, revelan, tras varias capas, que la presencia de las madres en la vida de sus hijas, más que un refugio o un alivio, puede ser un peso aplastante. 

Rodrigo Pinto

Hizo estudios de filosofía y literatura. Es escritor de discursos presidenciales y fue durante dieciocho años el crítico de la revista Sábado de El Mercurio.