Autor, editor y “coleccionista empedernido”, el español Servando Rocha aborda sus proyectos como esfuerzos de extendido e intenso aliento por entre recovecos de memoria; a veces, en extremo oscuros: “Es verdad, soy un escritor extraño y singular. Lo que me interesa no es tanto la rebelión ni la disidencia, sino la anomalía, y donde me siento cómodo es en las ideas que están detrás del misterio, la magia, el crimen… como un modo de conocer nuestra historia por la parte de atrás de la cultura. Ahí, en los márgenes, es donde habitan los terrores y miedos de la propia sociedad”.
De llegar a recuperar aquel tiempo libre definitivamente perdido –en su caso, por entre los vericuetos de una improbable trayectoria que ha combinado el ejercicio de la abogacía, la redacción de un fanzine, la administración de una editorial (La Felguera) y la publicación impenitente de libros como autor o editor (por si tener una hija de 4 años y ser baterista en una banda de rock fuese poco)–, Servando Rocha (1974, Santa Cruz de la Palma, Canarias) asegura que se sumergiría en la búsqueda infinita de objetos. Grandes y pequeños. Valiosos e irrelevantes. Hay hallazgos, dice, que pueden pasar de la categoría de fetiches a la de testimonio, prodigándole pistas sobre escenarios extintos, hasta incluso inspirarle (muy peculiares) proyectos de investigación.
“Estamos en una época de desaparición de lo tangible; y entonces tiene algo precioso el poder tocar lo que nos gusta, ¿no te parece?”, dirá, aludiendo a nuestra era digitalizada. Habla al teléfono desde algún lugar de Madrid, algo ofuscado por el ruido ambiente (“se me ha puesto un saxofonista aquí al lado bastante cursi, tocando para los turistas…”), pero no por eso menos categórico: “Mira cómo han vuelto los vinilos: a tope. ¿Y cuánto tiempo llevan con la cantinela de la muerte del libro? Pero ahí siguen; son eternos. Muchos objetos conservan ciertas propiedades, casi espirituales, que nos hablan. Son testigos de un derrumbe o de un paso. Demuestran que ningún crimen es perfecto, y que siempre quedan huellas, rastros o vestigios. Por eso, si encuentro una máscara yo puedo escribir todo un libro. Tal como el punk se puede contar a partir de, no sé, un imperdible [nuestro alfiler de gancho]. De objetos pequeños pasas a historias pequeñas, y luego a crear grandes relatos”.
Hay libros de Servando Rocha relacionados justamente con ese coleccionismo “empedernido” y con una curiosidad innata por los registros más ocultos, que ha llevado a este militante de “la subjetividad radical” por recovecos a veces incómodos, a veces provocadores. En 2023 La Felguera publicó Suburbia. El gran libro ilustrado del erotismo, lo prohibido y la molicie en España, un recorrido de más de cuatrocientas páginas por antiguas publicaciones hispanas (libros y revistas, sobre todo) que quedaron ocultas o fueron censuradas por sus explícitos atrevimientos eróticos. Para noviembre el autor prepara la publicación de De fuego cercada. Geografía secreta de Madrid (Alianza), un libro asociado a la psicografía, entendida como “el impacto emocional que tiene para el paseante el entorno urbano, la arquitectura, las huellas visibles e invisibles”; toda aquella memoria que es capaz de albergar una ciudad.
Ya antes estaban Algunas cosas oscuras y peligrosas. El libro de la máscara y los enmascarados (2019), La facción caníbal. Historia del vandalismo ilustrado (2012) y Agotados de esperar el fin. Subculturas, estéticas y políticas del desecho (2009), entre otros libros suyos hábiles en el cruce de crónica, ensayo histórico y cartografía; y en los que a parte del relato la guía precisamente la acumulación (de casos, de imágenes, de datos reveladores). Hay algo que a este escritor nacido hace cincuenta años en Canarias al fin lo motiva aun más que las palabras y su poder, y es la memoria. Por un lado, la membranza que preservan todos esos objetos que, testigos de la era predigital, esbozan modales y señas extintas de convivencia. Pero está también la memoria histórica, que nos mantiene a salvo de recaídas estrepitosas en la barbarie.
“Por algo existe hoy un sector político que habla tanto de ‘la guerra cultural’: batallan por reescribirnos el pasado. Y de alguna manera lo están logrando –dirá de pronto, agitado, sobre la contingencia a su alrededor–. Si consideras la amenaza brutal de la extrema derecha que existe hoy en España (a la que ya conocemos gracias a una dictadura, y que es algo en lo que ustedes y nosotros somos como primos hermanos), pues no podemos retroceder ¡ni un centímetro! Evitar la desmemoria es una lucha”.
–Dices que trabajas “en los márgenes”, que no es lo mismo que ocuparte de los marginados.
–Claro. No sé si era Walter Benjamin el que decía algo así como que lo importante no es contar la historia tal y como ha sido (que también, ¿no?), sino apoderarse de los instantes de peligro. ¿Y cuáles son? Pues hoy en día, creo que sobre todo las preguntas que están sin responder, y eso es lo interesante para mí como escritor: tener todas las puertas abiertas. Vivimos una época en la que parece que ya no hay enigmas. Queremos resolverlo todo, ya sea el misterio de si hay vida en otros planetas o más allá de esta vida; cuando, creo, lo interesante es todo lo contrario. Abrirnos a lo desconocido, a lo que nos sorprenda, es algo que la literatura debería cuidar, ¿no? Me atrae ese tipo de lectura que, cuando estás en ella, parece que es como si caminaras en la oscuridad.
En esa preferencia por lo oculto, y en el peculiar panteón de antihéroes congregado a su alrededor, la literatura de Servando Rocha es la de una disidencia persistente, incluso de aquellos círculos que vociferan sobre ir a contracorriente. En general, cada proyecto suyo se arma con mucho tiempo de investigación, pues para asuntos tales como antiguas pandillas afroamericanas sobre motos (El Ejército Negro. Un bestiario oculto de América, 2015) o el turbulento origen de un boxeador madrileño conocido como Dum Dum Pacheco (Todo el odio que tenía dentro, 2021) no es cosa de llegar y guglear. Según él, entre sus publicaciones y las de su editorial “casi podrías escribir una biografía mía”: así de tanto definen al escritor sus intereses y todo el tiempo que es capaz de dedicarles.
–Así como tus temas y los protagonistas de tus libros son atípicos, tanbién lo es el modo en el que los abordas. En tus libros hay mucho de periodismo, por ejemplo. Y también hay cruces permanentes con el rock, en títulos, fotos…
–Sí, sí. Yo soy sobre todo un escritor de ensayos, pero, cuando estoy escribiendo, lo que leo es ficción. Mi objetivo es escribir libros sobre historia que sean como una especie de novela de aventuras, y viceversa. Así como lo hacían los surrealistas con el cadáver exquisito, me gusta poner a dialogar épocas, personajes o hechos aparentemente antagónicos; y que, aunque pueda ser un intercambio casi imposible… intento a ver si funciona. Me gusta estar ahí, en los intersticios de la literatura, en terra ignota.
Rocha admira de nuestra tradición literaria a Vicente Huidobro, ha estado leyendo también a Antonio Gil (“Me encantó Apache”) y llega con ganas de consultar sobre esa crónica del desembarco del líder anarquista Buenaventura Durruti en la costa de Valparaíso, hace casi un siglo. También es consciente del grupo de lectores fieles que lo espera en el Festival Santiago Negro 2024, organizado este septiembre por la Cátedra Abierta UDP, el Centro Cultural de España y la Facultad de Letras UC.
–No pareces el invitado habitual de ferias del libro ni foros de escritores. Quizás puedes resultar hasta incómodo en un contexto convencional de promoción editorial. Hasta te han definido como un escritor “peligroso”. ¿Cómo te llevas con esa dinámica, considerando que tú mismo llevas adelante una editorial?
–Es cierto, sí… pero que a lo que voy se llama Santiago Negro, ¿no? Así es que ya ves que una cierta parte del mundo del libro se ha abierto a la heterodoxia. Incluso en mi época histórica favorita, que es el período de entreguerras, años 20, 30, pues hubo unas sinergias muy interesantes entre escritores de novela negra, el pulp y el crimen real. No es que lo peligroso sea un valor en sí mismo. Lo que al menos para mí resulta interesante es por qué nos fascina el camino oscuro, todo aquello que por ejemplo está en el cine de terror. ¿Por qué no podemos dejar de mirar? Para mí, la respuesta clara es: porque es bello. Porque incluso en el horror hay belleza.
–Pero en algunos de tus libros no sólo lidias con lo oscuro sino además con lo perverso, como la lista de crímenes y criminales que congregaste en La facción caníbal. ¿No hay tensión entre esa comprensible fascinación que describes y la condonación ética de ciertas radicalidades auténticamente crueles?
–Es una pregunta que yo también me he hecho, pero por supuesto hay una distancia entre una y otra. Por ejemplo, yo soy un declarado antifascista, pero me fascina la extrema derecha, porque de alguna manera me ayuda a comprender cómo es la naturaleza humana y la historia política. Por supuesto que en eso no hay una condonación moral, todo lo contrario. Toda fascinación, es verdad que tiene una parte de deleite. Si no, no nos fascinarían las figuras de Hitler, Charles Manson o cualquier otro tirano o monstruo de nuestra época. Existe en torno de ellas una cultura visual simbólica que atrapa, y que es tan poderosa que se ha vuelto imperecedera (¡ya ha parado el saxofonista!). Por eso me encanta el título de ese texto de Susan Sontag [sobre la fotografía de Leni Riefenstahl]: Fascinante fascismo.
–¿A eso te refieres cuando hablas de tu escritura como la de un “subjetivismo radical”?
–La naturaleza humana, la tuya, la mía, es contradictoria. Ojalá que seas una bellísima persona, pero seguro que nuestro expediente no está limpio del todo: somos luz y oscuridad, somos ángel y demonio, somos contradicción. Y todos tenemos una manera única de relacionarnos con el mundo. Del mismo modo, hay que comprender que a veces la historia es caprichosa. Y que las cosas suceden porque suceden. Esto es como el amor. El desamor llega, no lo entendemos entonces, y al paso de los años decimos: “Tenía que pasar”.
La Felguera y Agente Provocador: Universo transgresor
Nacida en los años noventa como fanzine, devenida luego distribuidora de libros, y asentada desde 2010 como una editorial, el espíritu tras el recorrido de La Felguera ha sido el de un colectivo de agitación cultural, ocupado, según su propia declaración de principios, en “indagar en las mejores experiencias y fenómenos culturales de las últimas décadas, tanto en su calidad a la hora de ‘revelar secretos’ como en su cualidad transgresora (…). Nuestros libros tienen como protagonistas a perdedores, outsiders, rebeldes… hombres y mujeres al límite de todo, historias fascinantes y singulares”. Su nombre tributa a un pueblo asturiano de activo anarcosindicalismo, y su catálogo incluye a peatones del lado salvaje tales como Alan Moore, Aleister Crowley, Emma Goldman y William Blake.
“Venimos de la cultura de la autogestión y el do-it-yourself, y en esa persistencia han sido importantes el juego, el secreto y el contagio –describirá sobre el emprendimiento Servando Rocha en esta entrevista–. Partimos muy vinculados al arte político, a las vanguardias, al situacionismo y el dadá. No editábamos libros aún, pero hacíamos acciones callejeras (algunas legales, otras ilegales), hasta que, con todo tipo de fanfarria, pues hay que darle glamour a la vida, nos disolvimos como colectivo de trabajadores culturales y fundamos la Sociedad Secreta de La Felguera, que fue a través de la cual llegamos a los libros”.
En torno de su equipo congregan una cofradía de “agentes secretos” –una comunidad de lectores acreditados como tales por un selectivo carnet– dispuestos a consagrarse “al espionaje y la sedición literaria”. Han mantenido un podcast (Brutalistas) y renuevan con periodicidad la web Agente Provocador, cantera de textos e imágenes sobre los más improbables experimentos, personajes y conquistas del siglo XX. “No tiene otra pretensión que compartir conocimiento –cuenta Rocha–. Es allí donde congregamos todas esas cosas que vamos encontrando en archivos, hemerotecas… todo ese universo que no tenemos dónde más compartir. Y, entonces, mucha gente viene por Agente Provocador y así conoce La Felguera”.
Es periodista y magíster en arte, pensamiento y cultura (IDEA-USACh). Editora de CIPER-Opinión e investigadora independiente en música chilena. Ha publicado entre otros títulos Canción valiente (2013, 2023), Llora, corazón. El latido de la canción cebolla (CIP-Catalonia, 2017), Claudio Arrau (Hueders, 2018) y Al estilo Pánico (Clubdefans, 2023). Más detalles en www.marisolgarcia.cl