Cuesta llegar a los libros a tiempo. Especialmente a los escritos por mujeres. Pienso en el caso de Lucia Berlin, que pasó sin pena ni gloria en su minuto y hoy el mundo se deshace en aplausos por sus cuentos reunidos en Manual para mujeres de la limpieza. O en Shirley Jackson y su horror cotidiano que ahora también revive, tanto en ediciones de sus papeles desperdigados como en una nueva biografía. Rescates con buenas intenciones, claro, con las mejores intenciones. Esas que buscan azucarar en algo la mala decisión de olvidarlas. Y si bien se agradece el esfuerzo, poder leerlas aunque sea después de sus vidas, qué ganas de poder leer durante, de leer mientras.
A modo de intento, acá va un Arca de Noé con tres pares de escritoras. Voces para rescatar del diluvio, voces para el ahora. Dos novelistas: una de las mejores novelas que leí el año pasado fue Umami, de la escritora mexicana Laia Jufresa. El libro ya circula traducido al inglés, en medio de críticas que resaltan su genialidad, pero en Chile todavía no está. Más que perdida en la traducción, perdida en la distribución. La de Jufresa es una voz distinta que se acerca a la realidad de la pérdida desde un ojo atento a las texturas, a los colores. La muerte de una mujer, el accidente de una niña, la desaparición de una madre; la ausencia explota y se esparce por todos lados. O como explica una de las narradoras, «Desde que Luz se ahogó, hay algo siempre ahogándose en la casa».
Otra novela brillante de otra mexicana maravillosa es Conjunto vacío, de Verónica Gerber. Trata de relaciones que se acaban y de las geometrías imposibles del deseo. El inicio es brillante, con alguien que afirma que su «expediente amoroso es una colección de principios». Y que dice que «cuando te conviertes en un coleccionista de inicios también puedes corroborar, con precisión casi científica, la poca variabilidad que tienen los finales».

Dos cuentistas: Marina Mariasch y Fernanda Trías. La primera, argentina, me deslumbró con una novela brevísima llamada Matrimonio y hoy circula su volumen de relatos Estamos unidas en el que se exploran las relaciones entre una madre y sus dos hijas, y todos los intentos de familia que se acumulan alrededor. La segunda, uruguaya, acaba de publicar No soñarás flores con la editorial chilena Montacerdos. Una colección donde la muerte se queda, como un aroma, en los objetos, en la ropa, en la piel.
Dos poetas: Natalia Litvinova y Valeria Tentoni. Ambas sacaron libros en Chile recientemente.
Ambas argentinas con raíces europeas, ambas feroces y despiadadas en su manera de retratar el mundo. En Antitierra (Tentoni), conviven imágenes de ciudad y animales. Si el corazón, como dice la hablante, es un «animal que late en otro animal», las relaciones de pareja también se definen en esos términos: «Yo me saco esto que traigo / y te lo dejo / como dejan algunos perros / pájaros muertos en la puerta de sus dueños. //
Con inocencia / y con exceso». O, en otro momento: «Le pregunto cuánto me quiere / y le pido que lo cuente en kilos de alfalfa, enjaulas de / leones, en latas de duraznos en almíbar». La inocencia y el exceso se acompañan en estos poemas en los que el lenguaje desfila como cantando: «Un corazón italiano como el mío / no puede menos que servir / en el plato / mucho más de lo que se puede comer / sin empacharse». Y también: «Hay una foto de Pizarnik en mi cocina, ella mira las hornallas. / Me gusta echarle la culpa / de todo lo que se me quema». En Siguiente vitalidad (Litvinova) la memoria es una bestia imposible de domar. Los poemas se acercan al cuerpo con curiosidad y fascinación («Percibo el olor de mi cuerpo / que desea huir pero se queda»); se detienen en rostros apasionados («Yo llevo la sangre de las mujeres / que vuelven a casa enrojecidas / como si ocultaran un amor»); en cuerpos que van mutando y empequeñeciéndose producto de la enfermedad.
De bonus track otras dos, para traducir, urgente: Megan Mayhew Bergman con Birds of a lesser paradise, y Leanne Shapton, que en una de sus obras más geniales (Important Artifacts and Personal Property from the Collection of Lenore Doolan and Harold Morris, Including Books, Street Fashion, and Jewelry) configura la separación de una pareja como el catálogo para una subasta. Y por mucho que Baudrillard diga que los objetos son los más domésticos de los animales, aquí cada uno de ellos muestra los dientes, afilados.