Presentación de Paula Ilabaca

Te recibo en nombre de todas, Mayra. Te recibo en este rincón helado del cono sur. Este  país es una fractura entre el mar y la cordillera. Habitamos estas tierras, esta ciudad, con una leve certeza de que todo podría ir mejor. Todo podría ir mejor, nos decimos, entre todas, abrazándonos, todo pasará.

Te recibo en este país donde se mata a las mujeres, sin importar su clase ni condición. En este país se nos mata. Te recibo en este país donde se nos violenta, se nos anula, se nos silencia. En este país donde se nos enseñó que una otra era una enemiga, una intriga caminante, una extraña. Este país marcado por los estereotipos que soportan y dan soporte al patriarcado. El patriarcado nos consume, Mayra, pero hemos estado trabajando en ello estos últimos años. Sacándonos las telarañas de los ojos. Haciéndonos cariño en la frente, en el corazón. Secándonos la angustia de haber nacido mujeres, de no haber complacido al papá que seguro un niño quería.

Hasta eso nos han metido en la cabeza, Mayra, por eso hoy te digo, ya nunca más.

Estuvimos ayer en mi taller, Mayra. Estábamos  hablando de mujeres escritoras chilenas. Disculpa el color local, Mayra, pero es que ayer ese era el tema de la sesión. Llevo más de 20 años leyendo y escribiendo, viajando, conociendo nuevas generaciones. No pude nombrar más de 3 o 4 mujeres por generación. Sé que existen muchas más, pero el patriarcado nos marcó con fuerza el pensamiento. Nos marcó con hierro y cicatrices. Y ayer yo no podía recordar a más de 3 o 4 mujeres. Les hice saber a las mujeres que estaban asistiendo a mi clase. Les hice consciente eso que me ocurrió. Me miraron con generosidad y  amor, da la curiosidad que a ese taller que doy asisten puras mujeres. Y sentí ese apoyo moral y de entendimiento a la voz del patriarcado que desde mí hablaba. Anoche estuve presentando el libro de la obra reunida de una poeta de escritura revolucionaria en su forma y engranaje. Los hombres presentes en la testera, no hicieron más que comparar su obra con la de otros hombres, como si  gracias a ellos su poesía tuviera la presencia ensordecedora que impacta a quien la lee. Después en el pasillo hablé con otras mujeres sobre ese hecho. Nos sentimos burladas.  Acá en Chile ejercemos las tretas de las débiles, Mayra. En secreto somos matriarcado, ninguna casa u oficina funciona sin nosotras, pero les hacemos creer que mandan ellos. Tanto  así que lo terminamos creyendo. Y nuestra treta se vuelve triste y acompasada en un lavar de platos y limpiar las casas, porque solo nosotras sabemos como hacerlo bien, solo nosotras le damos ese toque femenino a todo. Eso nos dicen, y les creemos, Mayra.

La cartografía actual, nos ha tenido tomadas. Universidades tomadas. Aulas tomadas. La Alameda tomada por un grito único de mujeres pidiendo por sus vidas. Porque siempre se trata de mantenernos vivas, Mayra, siempre el grito es por eso. Devenidas en capuchas y con el pecho al aire. Las otras, las

que miramos en la calle o desde las pantallas con el pecho cubierto y lágrimas en los ojos por ese grito de agotamiento y cansancio que parecía  decir nunca más. Devenidas en yeguas, danzando en la calle con el trasero al aire. Miramos orgullosas a esas otras ahora amigas, ahora hermanas, las jóvenes que aguerridas y empoderadas dijeron basta. Por nuestras vidas, las de nuestras hermanas, madres y abuelas. Ahora todas decimos basta.

Las mismas pantallas de televisión o internet nos tuvieron con el corazón en un hilo esperando junto a las compañeras  de pañuelo verde en Argentina. Porque siempre se trata de la vida, Mayra. Allá pasada la cordillera por la vida también peleaban. Por la vida intacta que siempre hemos  soñado para nosotras. Vidas dueñas de nuestros cuerpos, nuestros órganos, nuestros fluidos y sangre. Siempre se trata de la vida, Mayra.

Es por eso que hoy te recibo y saludo en nombre de todas, Mayra. Te abrazo junto a:

Gabriela

María Luisa

Mercedes Marta

Marcela Gladys Elizabeth

Analaura Fernanda Claudia

Daniela Cecilia Catherina

María Paz, Carmen, Diamela Nadia

Bárbara Verónica Soledad Alejandra

Damsi Natalia Begoña Carola Malú

Isabel Emilia Stella Roxana

Emiliana Lila Teresa Paulina

Alia Nona Mónica Isidora

Carli Arelis  Catalina Macarena

Francisca Lina Andrea Antonia Julieta

Elvira

Mayra te leí, te  busque por las redes, hablé de ti con Claudia. Solo quería darte una bienvenida en tono masivo, plural, cantante. De escritora a escritora, me pareció relevante decirte que ya no estamos solas. No más, nunca más. Quiero decirte que no volveremos a sentarnos solas en un podio rodeadas de hombres que nos halaguen. Pediremos equidad, igualdad, pediremos a otra de las nuestras sentada también en la mesa.

Por eso, nunca más, querida Mayra, nunca más.

Conferencia

Mayra Santos

Compartiré con ustedes dos cuentos  de  porqué me he tardado tanto en llegar a Chile. El primero es porque antes, hace como diez años,  la ruta para llegar a Chile era vía Miami y yo le tengo terror a Miami. Ahora le tengo más porque Trump hace muy difícil viajar cruzando Estados Unidos hacia el sur. Si te vas a quedar allá, la cosa está difícil , si tienes que hacer un trasbordo al sur y tienes un nombre hispano y a la misma vez tienes esta concentración de melanina en la piel, la cosa en los aeropuertos se pone difícil, humillaciones cada vez que pueden. Por lo tanto, eso retrasó mi llegada a Chile. Suerte que por Avianca o Copa podemos llegar atravesando Colombia o por Panamá de manera más fácil. Entonces no hay que pasar por esa enorme humillación de esta cosa nueva que se han inventado, de estas cosas raciales extrañas que se han inventado, que se llama la categoría hispana o latina.

Eso me hace pensar mucho en algo que quería hablar, acerca de “¿Quién le teme a la literatura? El asunto de las razas, y el asunto del género,” como esas dos cosas se juntan y hacen difícil que los libros y las personas que están en estas posiciones viajen a encontrarse con sus homólogos en diferentes lugares a crear alianzas amplias y poderosas. Entonces, el otro cuento, es que yo le tenía un poquito de miedo al cono sur porque era muy blanco. Y ustedes se deben imaginar, o si no déjenme contarles, porque es difícil, a veces, contar esto. Cuando una persona negra está en un lugar donde todo el mundo es blanco, o cuando una persona caribeña está en un lugar donde todo el mundo tiene la misma tonalidad de piel, cuando desde el Caribe uno viaja a un lugar donde todo el mundo se parece, da terror, porque es bien extraño, es como estar en Marte  o en Júpiter. ¿Qué es eso de todo el mundo con el mismo color de piel? Cuando, por ejemplo, yo que tuve dos niños, tu pones mi color de piel y de mis dos niños y no se parece en lo más mínimo. A mí la pureza me da miedo. Todos los cuentos de la pureza de sangre, todos los cuentos de la pureza racial nazi, todos los cuentos de las purezas y las purgas puestas como un espacio al que todos tenemos que alcanzar, porque también ha pasado desde el espacio negro, la pureza de la sangre negra. ¿Qué rayetes es eso? Eso no existe. El golpe de ojos me daba miedo. Entonces, llegar a Chile y ver a tanto colombiano, a tanto coreano, a tanto haitiano, a tanto peruano, a tanta más gente visiblemente mapuche caminando por la calle mezcladas con blancos, con criollos, se los agradezco muchísimo, porque ahora me siento parte del mundo y mientras el mundo y   la gente siga siendo más diversa, pues entonces me alegra la posibilidad de que lo que yo escribo pueda completar una visión de mundo que nunca debió haber sido, nunca debió haber sido ni pura, ni homogénea, ni piramidal, ni patriarcal. En cuanto a la cuestión de la literatura,  yo quería simple y sencillamente hablar un poquito de lo que es literatura y de donde viene una racionalidad caribe que estoy pensando que está apareciendo por muchos lugares y quería hablar del mundo de las validaciones, que todavía veo en la literatura, que a veces hace que sea bien difícil la inclusión de los que históricamente hemos sido marcados cómo más animales que otros. Todos los seres humanos somos animales. Me enorgullezco mucho de mi animalidad. Sé que vivo en un mundo que se asusta de su animalidad y que ha puesto a ciertas personas  del lado de lo animal y a estas personas del lado de esta otra cosa que tampoco sé a quién se le ocurrió qué es lo humano. Entonces, lo humano es lo trascendente, lo que no tiene cuerpo, esta racionalidad totalmente desvinculada de la materia, este cogito ergo sum que nació con Descartes, que implica tener la facultad de la razón que te aleja del mundo animal, lo cual no es cierto. Lo que nosotros tenemos es un embuste, una mentira, como muchas, que son muy importantes para los seres humanos decir mentiras, es de las cosas más importantes que hemos hecho los seres humanos. Yo estaba leyendo los otros días un texto que me tiene alucinada, que se llama A brief history of humankind de Yuval Noah Harari. Hace un cuento maravilloso y dice que los seres humanos somos los depredadores, los animales más poderosos, ahora mismo en el planeta nosotros somos tan poca cosa, una bolsita de agua realmente, nos hemos convertido en los animales más fuertes, por decir de alguna manera o los más letales, porque tenemos la capacidad del lenguaje y el lenguaje nos ha ayudado a crear organizaciones más complejas por los relatos  que nos contamos. Cuando solamente éramos personas que trabajábamos en clanes y en familias, bandas de veinte, treinta personas, podíamos hacer poquito, porque con veinte, treinta personas tú no puedes levantar la torre Eiffel, no puedes organizar una ciudad grande, no puedes hacer una gran represa para el agua, no puedes desarrollar grandes cultivos. Los clanes eran pequeñitos y los clanes familiares más pequeñitos aún. Pero de repente, apareció la capacidad de relatar cuentos, cuentos que crean una realidad imaginaria, que no por eso es inexistente, sino por eso, una segunda realidad. Cuentos como Chile, o Puerto Rico, son cuentos, o raza, eso es otro cuento, o el pueblo prometido, eso es otro cuento, o Dios, ese es un cuento bien chévere, a mí me encanta ese cuento, o dioses, ahí hay un montón de cuentos. Pero esos sistemas, esas historias, esos cuentos que nos contamos, logran que los seres humanos se puedan identificar con cosas más amplias y por lo tanto, a organizar bandas de gente más amplia. Paz, ese es otro cuento, pero que bello cuento, libertad.

Entonces, yo vengo de un cuento que se llama Caribe y de otro que se llama mujer, que no es lo mismo que tener tetas, porque los hombres también tienen, lo que pasa es que son más cuadraditas y más apachurradas. La verdad es que el diseño varia en bien poquito, porque cuando uno se pone a pensar bien, el hombre y la mujer es lo mismo, pero con un diseño levemente diferente. Tu tienes unos pechos, los de nosotros se salen levemente para afuera, los de ellos se quedan para dentro. Ustedes también tienen una matriz, lo que pasa es que la de ustedes sale para afuera  y la de nosotros es para adentro. Entonces, los ovarios, los de ustedes, son como unos saquitos que les combina con los zapatos, esa carterita donde guardan los huevitos y nosotros los tenemos adentro. Pero en  realidad,  básicamente es el mismo modelo. Sobre esa diferencia hemos creado un cuento impresionante que se llama patriarcado, que le hace daño a todo el mundo, menos al patriarca, porque los hombres y los patriarcas no son lo mismo, y los hombres y las masculinidades se ven muy afectadas con el patriarcado también. Yo creo que cuando muchos hombres se den cuenta de lo miserables que son, porque están anhelando ser solamente  hombre de una manera, entonces piensan, o soy esto, o soy mal, cuando hay tantas maneras de ser hombre, y tantas maneras de ser mujer. Pues el patriarca se quedará sólo ahí dentro diciendo: “No, todo lo de ustedes es mío, mueran por mí”. Entonces, esa construcción de género crea, esto es lo que a mí me parece bien interesante, una relación particular con la racionalidad y con la escritura.

Muchas personas me decían, sobre  todo mi madre, mi madre no, sino mi abuela: “Nena no leas tanto que te vas a volver loca, a los hombres no le gustan las mujeres inteligentes, te vas  a volver ciega”. Había un temor profundo al conocimiento, que todos sabemos de donde viene, que se supone que Dios es el conocedor de todo y tú tienes que seguir por fe lo que te digan y eso es ser obediente y ahí serás recompensado. Todo lo que es curioso es pecador. Por ahí viene eso. Pero también viene por cosas muy específicas. Ese cuento mujer y ese cuento de la animalidad ha creado también una exclusión de mucha gente del inmenso poder que es el poder contar otros cuentos. Así que eso es una de las cosas  que me llaman mucho la atención y cómo hay  un profundo miedo a la literatura, hay un profundo miedo al conocimiento que está dentro de todos nosotros. La verdad es que yo lo tenía, yo le tenía mucho miedo al conocimiento. Eso es un tipo de racionalidad que tenemos que seguir explorando. Por otra parte, ese miedo al conocimiento nos lleva a unas tretas de validación.  Tú estabas jugando como Josefina Ludmer y ese ensayo maravilloso de “Las tretas del débil”, que a veces uno se tiene que hacer la bobita o el bobito para que no te cueste. En el código negro  de Juan Print, por ejemplo, en Puerto Rico, si agarraban a cualquier pardo, mulato, o esclavo, con material impreso, te daban de 27 a 52 latigazos. Entonces ahí el miedo era real. También era real el hecho de que, no sé aquí, pero hasta el año 1956 no se firmó el acta en la ONU de los derechos a la mujer que garantiza el derecho de la mujer a la educación. Esto fue hasta 1956, yo nací diez años después, eso fue ahorita. Entonces, el que nos demos cuenta de eso, históricamente, me llena de alegría, porque sé que estamos adelantando, que estamos creando nuevos espacios  y que estamos

conociéndonos mejor. Ese miedo intelectual te lleva a un sistema de validaciones que es el que tenemos en las universidades. Yo muchas veces  pienso  que  los  títulos  literarios y los premios literarios son como que la nueva nobleza. “Mayra Santos-Febres, graduada de bla bla bla University… ganadora de bla bla bla” que sí, que a mí me encanta ganarme todos esos premios, que cosa más divertida que  ganarse una Rockefeller Foundation Scholarship, y que cuando tú estés caminando con el turbante en la cabeza, el escote y el fundillo bien parado, la gente diga: “Aaaah” y uno “No me viste llegar, tú como que no creías que iba a llegar aquí, dame  el premio ese”. Se asusta la gente, se asombra, porque no esperaban que fueras tú, no esperaban que fuera un hispano, no esperaban que fuera una mujer, no esperaban que fuera un negro, no esperaban que fuera un hombre de clase trabajadora, no esperaban nada de eso. Y de repente uno llega y la gente no sabe qué hacer contigo. Gracias al cielo eso no me está pasando ya tanto. Pero ese sistema de validaciones que crea esas exclusiones de poder y de conocimiento, también nosotros participamos de ella porque necesitamos validación. No tan sólo validación personal, sino también de los conocimientos  y las estéticas que nos son propias. Y es bien importante que las universidades, que los espacios de validación se abran a nuevos estudios y a nuevas maneras de organizar y codificar el conocimiento. A veces se nos olvida que el peor racismo en realidad es el racismo de la razón. El pensar que todo el mundo tiene la misma racionalidad y la misma manera de pensar lo bello, lo alto, lo trascendental, por ejemplo. Y eso es algo que no es cierto. Hay otras filosofías que no son la eurocéntrica y al hablar de eurocéntrica  no hablo de Europa, sino del constructo europeo de lo poderoso y lo normativo de lo que es modernidad No hay Hungría, los finlandeses lo que hacen es dar premios, pero esa gente no escribe nada. Interesante. Eso no es. Estamos hablando de un constructo que yo creo que nos hace falta desmontar y ese proceso de validación intelectual lo tenemos que estar mirando.

Ahora yo voy a hablar de lo Caribe. Y yo creo que la mejor manera de hablarles de lo Caribe y de esta nueva racionalidad que yo estoy tratando de apalabrar, quizás la mejor forma de hacerlo   es leyéndoles un poquito. Por mi país pasó un enorme huracán y se cayó la realidad imaginaria, se cayó completa. Y entonces no volvía la luz, todavía hay sectores que no tienen luz. Pero no volvió como en ocho meses. En mi caso no volvió como en cuarenta y siete días, y empezaron a pasar cosas muy interesantes. Y, esto empezó a pasar. Esto es de un libro que yo publiqué en abril, Huracanada, que es poesía.

VI

Estamos sin agua y sin luz desde la madrugada del martes. Creo que hoy es viernes.

Cobijo a una amiga que lo ha perdido todo. Ella está sola con su hijo.

Yo ando sola con los míos. Se me mojó poca cosa.

Mi casa es modesta

pero vivo rodeada de edificios exclusivos que dan al mar.

Su altura no es la medida que busco ni la que negocio con la realidad.

Mi amiga viene de otro rumbo diferente al mío.

Viene de otra realidad,

de otra piel, de otro color, de otros dolores.

Lo ha tenido todo

y todo lo ha perdido varias veces. Nos cobija el techo de mi casa. Criatura de mangle,

yo vengo de las casas levantadas, a la vera de las lagunas.

Vengo de en medio,

heredera de las tablas y techos de zinc, de gente que con sus manos sucias levantó

el primer cemento.

El bloque y la sangre se entremezclaron, la arena y los vientos de mar,

la sal y el azufre,

la clorofila y el escombro se entremezclaron para levantar y destruir.

Lo otro es el poder que es un juego muy sucio.

Quien se acerca al poder

no tiene de otra más que negociar

y debe permanecer luchando una batalla sin fin. Juicios, abogados, títulos de propiedad, papeleo,

seguros, repartición de bienes, custodia, requisiciones, banca rota, cotizaciones, contratos,

adquisiciones, fraudes, impuestos, desviaciones de fondos

y otra vez a levantar cemento. Sin embargo, el cemento,

el vidrio y los metales,

son frágiles, ante el viento.

VII

Hoy, al fin, tengo señal. Entra una llamada apenas. “Ay Mayra” -suspira-

“lo juro; te voy a sacar para que descanses, aguanta,

falta poco ya”.

Mi prima, que es mi hermana, que es mi sangre le hace frente a su lado del huracán

desde un exilio que  escogió hace diez años que parecen mil;

hace mil años que parecen un minuto y una vida entera.

Ella se fue a levantar familia,

escapando de donde ser familia era imposible. La islahambre la quería devorar.

Cayó en manos de la  devoración

de la cual ahora escapa. Escapamos juntas. Cimarronas. Fundamos palenque a dos orillas.

Una nueva isla se extiende desde mi sangre a la suya

en viaje de ida y vuelta;

desde su casa azotada por el frio  y también por este otro huracán. Del otro lado del auricular,

intento disfrazar mi pena, guardarla para mi sola.

“No te preocupes prima que acá estamos bien, no es tan malo como dicen en las noticias”.

Miento.

Flaqueo en la espera.

Sin ella

soy hoja que descuartiza la brisa.

Pero después empezaron a renacer las cosas. Todo siempre renace.

El susto de la validación a veces nos lleva a falsear una voz, lo mismo pasa con la literatura latinoamericana, que quiere ser tan y tan francesa, que termina siendo como una burla de sí misma.

III

Tú querías esta destrucción. La estabas esperando.

Lloras y ríes ante la isla caída,

te alegras de que todo se derrumbe herido ante tus manos.

Te alegras

de tener las manos sucias.

Lloras y sonríes de haber sobrevivido, tú también,

junto a otras mujeres,

y junto a tus hijos y tu clan, gozar de la impunidad

de probar tu poder.

IV

Ya regresan los colibríes a libar de las flores del roble que quedaron abiertas

después de la tormenta.

Ya regresan las reinitas y los zorzales, las libélulas.

Las abejas y las moscas regresan también. Regresan las ratas,

suben por los escombros y los cables caídos. Hay que seguir limpiando,

acomodando, sembrando.

Entonces, yo creo que hay un conocimiento mujer, que lo llamo así por llamarlo de alguna manera, que no es lineal, no es piramidal en muchos casos. Todas sabemos que hay mujeres malas, y bien malas, y no solo la mala mujer, o sea, yo soy una mala mujer. Por ejemplo, yo soy mamá soltera, me he casado como setenta y cuatro veces, me gusta mucho divorciarme, no sé por qué lo sigo haciendo, ya llevo como cuatro divorcios, pero es que es divertido. Entonces, y me gusta bailar y me gusta viajar sola y me gusta hacer lo que me da la gana y me gustan mucho los hombres bellos, no proveedores, lindos, me gustan los hombres lindos. Hay muchos hombres lindos y yo creo que explorar ese deseo en las mujeres es bien importante. Porque muchas veces estamos “yo no soy el objeto del deseo”. Si soy el objeto de deseo de alguien aquí, por favor su teléfono cuando me vaya, porque lo podemos negociar. Pero, el asunto es si usted es el objeto del mío, mi deseo. Yo tengo uno y es voraz. Entonces, eso es ser una mala mujer, porque se supone que la mujer no tenga ningún deseo. Pero si tú no tienes ningún deseo, tú no tienes ningún espacio para ensayar tu libertad. Ojo, que algunas veces a uno se le va la manito con decir yo no soy tu deseo, pero si el deseo es tuyo nada más y yo me quedo sin ninguno, entonces, cómo es posible que yo vaya a encontrar mis espacios de efecto, de volición, esa fuerza que  construye. Y para mí que esa línea es importante, pero también hay un pensamiento cíclico mujer que yo creo que tenemos que empezar a recuperar. Las mujeres pensamos en ciclos, ¿Por qué? ¿Lo tengo que explicar? ¿Verdad que no?  Entonces, esa reivindicación del tiempo cíclico a  mí me parece que es bien importante reivindicar-  la, no sólo del tiempo lineal, del eje del espacio tiempo, de causa y efecto, donde tú haces una cosa que controlas para que te lleve a otra. Es el tiempo de la producción, pero el tiempo de la reproducción es otro. Y nos completamos, estoy hablando aquí, quizás, de nuevas maneras de contarnos el cuento de la razón que deberían ser incluidas dentro de las categorías de pensamiento. Otra de las cosas que me parece importante que tenemos que recuperar en esto, yo no sé, pero yo me tiré a la calle durante el huracán, y luego me encontré con mucha gente de la ONU, muchas mujeres que trabajaban en la ONU que terminaron llegando a Puerto Rico. Todas las líderes comunitarias, y todas esas mujeres que lidian con catástrofes, en su mayoría son mujeres. Porque el tiempo de lo cotidiano es importante, porque el conocimiento de lo cotidiano, los ciclos cotidianos son los que pueden salvar vidas o muertes cuando el mundo de las validaciones se viene abajo. De hecho, cuando el mundo de las validaciones se viene abajo, y tú  no  sabes cuál viene la cadena de mando, se mueren más personas, porque estás esperando que alguien te den el permiso para hacer lo que sabes que tienes que hacer, pero necesitas tener el permiso para hacerlo ya. A nosotros se nos murieron cinco mil personas en este huracán, esperando que alguien me diera el permiso para yo llevar a una persona a una sala de emergencia, o llevar unos medicamentos, porque los expertos no estaban, entonces, no sabía que cantidad… Esto  es todo mentira, digo, es necesario para trabajar en comunión en otros lugares. Entonces, ese conocimiento de lo cíclico y de lo cotidiano lo tenemos que volver a poner en su sitio.

Lo otro es la relación entre mujer y literatura. Vamos a hablar un ratito de la relación entre mujer y literatura. Yo he leído  mucha literatura de mujeres que a veces me asusta, porque tiene tanta, pero tanta necesidad de validación que la voz sale como travestida. Ustedes lo han visto. Las hiperteóricas de la teoría feminista. Tú las lees y dices “¿Qué coño dijo esta señora?” yo no entiendo que dice, está hablando con otra persona, porque yo no entiendo y no es que yo sea bruta, así que aquí hay algo diferente que se está operando. El susto de la validación a veces nos lleva a falsear una voz, lo mismo pasa con la literatura latinoamericana, que quiere ser tan y tan francesa, que termina siendo como una burla de sí misma. Nos pasa en toda América Latina. De repente hay un flâneur caminando por las playas, y se sienta a hablar sobre la serie del tiempo y tú dices “hermano, ¿qué tú te metiste esta mañana? Esto no es posible, ¿cuál  es el gesto flâneur? Si tu estas en la playa, ¿si no ves flundillos?” y la ciudad, “vamos a perdernos en la ciudad” ¿ciudad de dónde? En Santiago se puede, pero hay otras ciudades que no se caminan así, es otra realidad. Entonces, impone una realidad y la voz sale distinta, y esa voz se gana premios, porque es muy complicada, y accede a la conceptualización profunda de los etéreos… uno dice “ay Dios, ¿y esto cuándo se acaba?” está bien pero, ¿siempre? Llevamos doscientos años en el asuntito, yo creo que deberíamos empezar  a hacer otra cosa. Por eso que muchas veces, a  los pueblos nuestros, les dicen que no leen, que no les interesa la literatura, ¿para qué?  Si eso no tiene nada que ver conmigo. Yo no quiero ser francés, me encanta Francia, pero no quiero ser francesa. Honestamente yo no quiero ser francesa, ¿no sé si me entienden? Y no es nada contra Francia, es que yo quiero ser otra cosa. Entonces, esa relación también con lo literario, yo me he dado cuenta de que las mujeres si empezamos a leerlas nos encadenan. Esto que yo estoy diciendo del conocimiento de lo cotidiano forzado por la exclusión, es un pensamiento que viene desde Sor Juana, es un pensamiento que viene desde Sor Teresa de la Cruz,  es  la gran poética de Teresa de la Parra, de Gabriela Mistral, puedo seguir, de Clarice Lispector, por ejemplo, en esos dos cuentos maravillosos, “La mujer más pequeña del mundo” y “La cena”. Si seguimos, yo puedo ir país por país nombrando escritoras que hablan específicamente  de  eso,  de lo pequeño, de lo pequeño que se abre, de si Platón más hubiese cosido, más hubiese escrito, más hubiese sabido.

Entonces, esa relación con lo literario, y con  lo cotidiano, también se ve maleada por el conocimiento del cuerpo. A mí la inteligencia me parece la cosa más seductora que hay sobre la  faz de la tierra y cuando hablo de que me gustan los hombres bellos, hablo de inteligentes, melancólicos también,

vamos a hablar tú y yo ahorita. Porque yo no sé si la inteligencia con los hombres es una cosa hormonal que se ponen de lo más melancólicos, pero si eso con un buen bailadito de salsa se te quita querido, bailamos salsa y ya. Volvemos al cuerpo, el cuerpo y la experiencia del cuerpo para la literatura y la mujer es bien importante, porque el cuerpo y lo literario parece que no mezclan cómo tú cuentas los cuentos del cuerpo, hay un lenguaje distinto. Por un lado, en marketing, a muchas mujeres nos pasa que escribimos de lo que sea, y siempre terminamos escribiendo literatura erótica. O sea, tú puedes estar hablando del cosmos, “ah, sí, pero yo aquí veo una vulva”, “Dónde tú viste eso” y lo escribí yo. Yo escribo muchas novelas históricas y siempre me dicen que estoy escribiendo literatura erótica. “Nuestra señora de la noche  la  historia de esta dama que se llama Isabelle Luberza Oppenheimer, que estuvo trabajando durante la Segunda Guerra mundial en Puerto Rico”, eso  es literatura erótica. La amante de Gardel que habla de medicina, la historia de la esterilización de mujeres puertorriqueñas y, además, la historia del descubrimiento de enovid, que fue  el descubrimiento de la píldora  anticonceptiva en el 1941, que eso se empezó a experimentar sobre cuerpos de mujeres puertorriqueñas, todas las personas que toman aquí anticonceptivos, fuimos muchas mujeres puertorriqueñas los conejillos de indias en los años 20, 30, y 40. Eso está en una novela, “pero  eso es novela erótica”   y yo “¿pero qué carajo?”. Entonces, ¿qué voy a hacer para que la historia que yo cuente, que sí fue sobre cuerpos, porque fuimos reducidas a cuerpos, pero desde el cuerpo hemos aprendido muchas cosas que queremos entregarle a la humanidad para hacerlas mejores, pero no, eso es literatura erótica. Así que yo he decidido que voy a ser erótica, todo lo erótica que pueda, porque  si a ti te da tanto miedo que yo sea erótica, pues es precisamente eso lo que voy a hacer. No voy a pelearlo, voy a ser híper. Voy a ver hasta dónde tú te das cuenta de mi represión, no la tuya. Es que a mí me parece que estas represiones vienen más de este mito de la razón dividida del cuerpo que a muchos los tiene aprisionados, porque acuérdense que los hombres patriarcales lo único que pueden hacer es preñar, o sea, no se pueden gozar ni un buen polvo, se supone que lo que tengan que hacer sean hijos, después irse a trabajar y después morirse en una guerra. Para eso son los hombres que son los pater familiae, los dueños de la hacienda, la mujer de y los esclavos. Son para parir, pasar la patria al niño y ya, el canto de tierra y para morirse no más, en cualquier sitio, en realidad es absolutamente irrelevante dónde  te mueras, pero te tienes que  morir  pronto. Y no hay voces, pero aquí, desde el goce literario, desde el reconocimiento del contacto pequeñito, y desde el reconocimiento del cuerpo como un espacio de liberación y de racionalidad, se puede pensar otra literatura y una relación que en el Caribe se estudia bastante, porque hombres y mujeres hemos sido reducidos a cuerpos.

Ahora vengo con las razas que es lo último que quiero tocar, los otros días yo iba para la casa de Neruda en Isla Negra. Creo que de hecho me deberían dar las llaves de Isla Negra a mí. “Isla negra”. Una cosa así, y una casita ahí tirada, yo vengo todos los años y la cuido. Entonces, iba para isla negra, y el chofer nos pasó a Andrés, un tipo guapísimo, por unas callecitas porque había taco y pasé por una oficina de inmigración y me quedé con eso en mi cabeza, la cola era inmensa, había gente de todas las tonalidades del negro, había rubios también, al brown, y a mí me dio un dolor y una alegría a la vez. Ese dolor de lo que tiene que hacer el inmigrante para sobrevivir y a la misma vez, que bueno que hay una oficina de trámite que esta gente, de alguna manera, puede solicitar alguna integración. En Francia cuando yo estuve, la crisis de los inmigrantes era una cosa espantosa, no hay forma, están estos lugares, guetos cerrados, donde tú te vas a morir ahí. Aquí hay una posibilidad de integración. Pero la raza da miedo. Yo les hablé del miedo mío, ahora vamos a hablar del miedo otro, y el miedo otro es el miedo a lo irracional, siempre está conectado con las razas. “The horror, the horror” dijo Kurtz en The heart of Darkness, o El corazón de las tinieblas, obra que yo detesto y que quisiera algún día quemarla, no desaparecerla de la faz de la tierra, porque hay muchas copias en pdf, pero a mí me gustaría quemar siete u ocho de esos libros y brincar, como esta mujer salvaje, hacer una fogata y brincarle así. Odio a mucho latinoamericano que dice “mi  obra favorita es Heart of  darkness, Corazón en las tinieblas”, y yo los miro “¿pero  tú estás loco? Tú eres el corazón de las tinieblas” lo que narra ese cuento es cómo al acercarte a lo primitivo te contaminas de lo primitivo y te vuelves violento y loco, pierdes la razón. Ese es el cuento de The heart of darkness, y ese es el cuento que hay de lo que es la raza. Yo contamino de animalidad. Por lo tanto, si quiero ser una mujer negra pensante, ¿cuál es mi lugar imaginario en América Latina? ¿Dónde están las mujeres negras o indígenas que escriben? Hay un montón, pero se conocen muchísimo menos, así que lo único que se va a poder hacer aquí para que esto mejore son las alianzas transversales. Hay que aliarse con todo el mundo que no cabe. Porque si busco la pobreza, y me meto en mi esquinita de mujer negra que escribe, vamos a ser cinco, y nos vamos a despedazar de la frustración y de la rabia. Esto hay que abrirlo. Entonces, ese cuento de la irracionalidad y la negrura tiene a mucha gente asustada, porque no se sabe hablar con lo negro. Porque en América Latina no ha pasado lo que pasó en la lengua francófona, y en la lengua inglesa, tú empiezas a hablar de escritores negros y vez que hay grandes pensadores y pensadoras negras en Francia, por ejemplo, los cabrones otra vez ganaron. El asunto es que está Marist con De, está Edouard Glissant, el de discurso caribeño y poetis de relación, que es un pensador que yo les invito que lean a ese hombre porque es una chulería. Él habla del pensamiento reticular no patria lineal que es una sola línea, sino que es retícula en fractales, y como es que las cosas se conectan de manera fractal. Estamos hablando allí, obviamente, de Leopold Senghor, de Messeser, de una pleya de pensadores, filósofos, poetas, novelistas, que ya hay un corpus. Lo mismo pasa en lengua inglesa, está la gran Toni Morrison, ganadora del Nobel, está Edward Wrigth, están los grandes filósofos africanos. Está Cuame, Ali Cuame Apia, que fue mi profesor, está Allecho Imka, está Alice Walker, está Rosa Q’change, una pleya de… En español los hay, pero no se conocen. Manuel Zapata Olivella, allá  arriba  en Uruguay Virginia Brindis de Salas, Quince Duncan, Eulalia Bernard en Costa Rica, Nancy Morejón en Cuba, Georgina Herrera en Cuba, en la Republica Dominicana Hernán  Contreras y en Puerto Rico somos unas cuantas, pero yo. Anjela María Dávila ya se murió y Julia de Burgos que era pana, era bien amiga y alumna  de Gabriela Mistral. Entonces, esas retículas que componen América Latina hay que abrirlas, si lo único que vamos a hacer es ganar. Aquí no  hay pérdida. Estudiar todas esas vertientes del conocimiento que nos  compone es  maravilloso y necesario porque nos completa nuestra visión de mundo. Pero primero hay que admitir el susto y el susto es que yo pueda ser un animal que te muerda, ñam, ñam, que es un poema de Luis Pales Mato. Entonces, ese susto yo creo que con la risa se resuelve más que con pedir disculpas, porque también está este gran dolor de gente que  no te hizo nada, que dice “Mira, yo no sé cómo hablarle a una persona negra, afrodescendiente, yo no quiero decir nada que te duela, pero no sé cómo decirlo, porque es algo nuevísimo y yo no sé si tú tienes literatura, pero yo no sé, que acá no me enseñaron que yo lo hago”. Conversar desde la vulnerabilidad y el miedo, admitir eso como paso inicial para seguir hablando. Así que, básicamente, ¿quién le teme a la literatura? Yo creo que todos nosotros, porque a lo que uno ama le teme, sobre todo porque puede ser el nacimiento de un cuento nuevo. Les quiero leer un último poema, dos, y con eso terminamos, porque estoy loca por oírlo.