Julieta Marchant

Poeta y editora en Cuadro de Tiza

Hay un tipo de libros gruesos que me interesa: el libro de velador. Así le puse, aunque así no se llama –necesitamos nominar aquello que amamos–. Características: que no requiera continuidad (que esté compuesto por secciones o fragmentos no tan dependientes entre sí), que sea exigente aunque no severo (que si nos llena de preguntas no nos reclame responderlas) y, sabemos, que sea extenso. Los libros velador se comportan como compañeros, pueden estar a la espera por meses, a veces sigilosos, otras estridentes, interrumpen la noche en su justa medida y luego vuelven a esperar su turno. Por ello se introducen en el pensamiento por un tiempo prolongado. Pequeños tratados de Quignard posee todas esas cualidades y una más: se filtra por los géneros literarios, no demanda una categoría, es simplemente escritura. Su intimidad con el lenguaje es tan plena que se vuelve una lectura que deseamos infinita.

Pascal Quignard, Pequeños tratados, México DF, Sexto Piso, 2016, 908 páginas


Sara Bertrand

Periodista y escritora

Tengo fantasías recurrentes con un libro gordo que no me hará lamentar las doscientas páginas finales, porque no tendrá fin. Un libro capaz de sostener el estado de fiebre o sopor, esa electricidad parecida al rock que me han causado tantos libros gordos de mi biblioteca, y seré  feliz, libre y subversiva porque leeré interminablemente y sentiré que todo me pertenece: la vida y sus circunstancias. Como me ocurrió con Los hermanos Karamázov, Anna Karenina, Che, una vida revolucionaria; 2666, Trayendo a casa todo de nuevo o La tentación del fracaso. Con el tiempo, eso sí, uno aprende a temer las cosas buenas porque, por muy gordas que sean, duran lo que duran. Con esa aprendida decepción comencé Ensayos literarios, porque Pound puede resultar encriptado como poeta, demasiado sesudo, si quieren, pero como ensayista es un manjar. Un iluminado maestro que dispone la mejor de sus cátedras para el gozo y la crispación de sus lectores, sumergiéndonos en la conversación literaria, sus usos y formas, y de paso algunos guiños: «No uses una expresión como “tenues tierras de paz”», o «nada de ornamentos. O solamente buenos». Delicia de gordo es este libro.

Ezra Pound, Ensayos literarios, Barcelona, Laia, 1989, 419 páginas


Juan Carlos Cortés

Editor en Abducción Editorial

La vida instrucciones de uso es una de mis novelas favoritas de uno de mis autores favoritos. Pèrec, que pertenecía a Oulipo, un grupo de escritores que aplicaba las matemáticas a la escritura, realmente llega a su punto álgido con esta obra. Pèrec imagina un edificio en París, detiene el tiempo, le quita el muro de fachada al edificio y describe lo que sucede en cada habitación sin pasar dos veces por la misma. Su propósito: capturar un instante. Entonces, si bien tenemos que enfrentarnos  a descripciones  sistemáticas de bodegas y armarios (que finalmente tienen un gran sentido), pasamos por grandes historias; desde el germen de una nueva religión que conquistará el mundo, aventuras por varios continentes, hasta el ejemplo más bello que he leído sobre el arte de perder el tiempo.

Georges Pèrec, La vida instrucciones de uso, Barcelona, Anagrama, 1988, 640 páginas


Pablo Lacroix

Editor en Ajiaco Ediciones

Durante los últimos años las editoriales independientes  han  reactivado  en  su  catálogo  el rescate de autores nacionales ausentes u olvidados. Un caso emblemático es El arado de cinco dedos y otros textos, recopilación a cargo del demonio Cristian Geisse, que nos propone un recorrido exquisito por la fuerza de Alfonso Alcalde, uno de los poetas de mayor profundidad y destreza del siglo xx chileno. Con un uso cuidado y reiterativo del lenguaje, casi como un trance ominoso y catalizador, su poesía camina entre el humor y la muerte, la picardía y la tragedia, la pasión y la soledad, «cantos» que nos remiten a esa literatura íntima, llena de personajes nefastos, fantasmales y disruptivos que proliferan entre los escritores que dominan el oficio. Leer  a Alcalde es adentrarse en la nomenclatura de  un pueblo, como un hábitat popular que subsiste entre el murmullo, el silencio o la heredad oculta que en este caso avasalla y prevalece. Es un libro necesario, actual, con un lirismo encriptado, cismático, como la vida del autor. Abordar estos poemas es evocar la importancia que Alcalde merece al momento de pensar lo que entendemos por tradición, y los brazos perdidos del canon nacional.

Alfonso Alcalde, El arado de cinco dedos y otros textos, Santiago, Das Kapital, 2015, 637 páginas

Meribel González

Periodista y editora

Hace algunos años recibí una novela que  me costó aceptar. En la portada aparecía una imagen de León Trotsky junto a sus perros. Sabía muy poco de aquel mítico  personaje debido a un infantilismo adolescente que me hizo rechazarlo por su responsabilidad en la masacre de los anarquistas de Kronstadt. El libro permaneció olvidado en el pueblo donde vive mi madre y fue hace muy poco que volví a recordarlo mientras escuchábamos las noticias que  conmemoraban los cien años de la Revolución Rusa. Mi mamá me relató emocionada el viaje que hizo gracias al libro desde aquel lugar perdido donde los trenes ya no se detienen hasta el asesinato del hombre que advirtió del trágico destino de la urss en las manos de Stalin. Con una prosa inagotable, alejada de la condescendencia histórica, el escritor cubano Leonardo Padura invita a recorrer los principales conflictos que marcaron  el siglo xx en esta novela que no se detiene en las culpas para finalmente desnudar la profunda fragilidad humana.

Leonardo Padura, El hombre que amaba a los perros, Barcelona, Tusquets, 2011, 768 páginas


Cristián Rau

Periodista y editor de Medio Rural

En este titánico proyecto, de 1.200 páginas, Germán Marín, con su ya reconocible estilo de parrafadas interminables y que adquiere fuerza   a medida que avanza, intenta contar a partir de su autobiografía y  del  relato  de  su  familia la Historia –la grande, con  mayúscula–  chilena del siglo pasado. Sin ningún tipo de pudor, describiendo con detalles los más escabrosos recuerdos familiares y sin afán de hermosear el pasado, Marín, a la manera de Donoso, enfrenta a su casta y escribe la trilogía de la clase media. Pensada y escrita en gran parte en Barcelona, donde estuvo exiliado por quince años, al mismo tiempo que Bolaño, pero a diferencia de este, Germán Marín nunca pudo dejar del todo el horroroso Chile y su trabajo es el resultado de la frustración de lo que él es, y de lo que somos. Leer a Marín es como cuando te regalan  un perro ya crecido: es arisco, ofrece tarascones a la mala, te ladra, pero si logras domesticarlo te ganas un compañero que no falla.

Germán Marín, Historia de una absolución familiar: Círculo vicioso, Las cien águilas, La ola muerta, Santiago, 2011, Letras Chilenas, 1067 páginas


Juan Manuel Silva

Poeta y editor

Si hay algo más torpe que la relación directamente proporcional entre el tamaño de un libro y su precio, valor y número de páginas, de seguro es la crítica que suelen granjearse estos doctísimos volúmenes. De los grandes libros que quiero hablar son aquellos repletos de basura, como orilla de playa. Los pecios de una vida van y vienen, se expanden y contraen, como si de sístoles y diástoles se tratase el arduo oficio de la belleza. En Paterson la yuxtaposición de elementos diversos, únicos y antojadizos produce una sensación de dinamismo; algunos excesos de libros monstruosos y proliferantes  manifiestan el afán por proyectar, en el sentido de Charles Olson, una poesía que se renueve, de una forma similar a las células del cuerpo humano: un libro que es varios libros, que aunque parezca representar la atomización de la experiencia urbana moderna, es más bien el  mosaico  o el kintsugi de un observador entusiasmado. Williams busca eternizar su pueblo porque en él (como en otros lugares: Nueva Quillahue, Contulmo o Castro) habita el habla americana, la perla más irregular de la inestable identidad de los Estados Unidos: esa ingeniosa forma de desviar la tradición europea y sus lenguas hacia un paisaje, siempre intraducible.

William Carlos Williams, Paterson. México: Aldus, 2009, 510 páginas