Marchar no es tan fácil como parece. No se trata solo de levantarse y caminar junto a más personas, todas las cuales están motivadas por lo mismo. Una marcha no siempre es reflejo exacto del volumen de adhesión que su causa concita. Incluso las pequeñas son potencialmente mucho más apoyadas que lo que se ve en la calle. Sobre todo cuando la causa tiene que ver con problemas innegables, pero salir a la palestra y marchar por ello puede tener un costo laboral, social o familiar. ¿Son todos los que hay quienes marcharon por la igualdad? Incluso en la más masiva de todas las marchas estudiantiles, ¿nadie que apoyaba dejó de salir a las calles?

Recuerdo lo que sucedió en mayo de 1983, cuando los trabajadores comenzaron a organizarse y llamaron a paro nacional. Se imprimieron folletos, se pasó la voz en las radios y revistas, se dieron entrevistas donde se pudo. Marchar en democracia no es fácil, hacerlo en dictadura era aún más riesgoso y difícil. Pero aquí no se convocaba a marchar, sino a algo más duro, a parar el país. La represalia podía ser brutal.

Y pasó lo imprevisible. Se dice que fueron los dirigentes comunistas del cobre los que advirtieron que parar Chuquicamata no solo era riesgoso, sino también un costo enorme para la menguada economía del país. Que otros gremios y sindicatos habían evaluado el costo del paro y en algunas regiones sería muy difícil llevarlo a cabo. Por lo que se decidió en la Confederación de Trabajadores del Cobre, a pocas horas del 11 de mayo, cambiar el llamado: no habría paro, sino protesta. ¿Qué tipo de protesta? La respuesta fue insólita: “cualquiera, proteste como pueda”.

El 11 de mayo de 1983 no hubo paro nacional. Y sin embargo, a partir de las 20 horas de ese día se comenzó a sentir un estruendo que salía de decenas de barrios de todo el país: cacerolazos como no se habían escuchado jamás en su extensión ni intensidad. Un símbolo de la oposición contra el gobierno de la Unidad Popular, el cacerolazo, volvía diez años después a reclamar contra la dictadura que había terminado con ese gobierno a sangre y fuego.

Nadie se esperó el impacto de ese 11 de mayo de 1983. Pero vistos sus resultados, se comenzaron a convocar protestas cada mes. Los convocantes a la próxima también fueron los mineros del cobre, pero ya estaban llenos de adhesiones. Para la tercera protesta mensual, la oposición política, con partidos de facto y dirigentes sin cobertura televisiva, habían tomado el control de las convocatorias en un proceso que, prácticamente, no se detuvo hasta el plebiscito de 1988.

Cada protesta dejaba muertos, decenas de muertos. Y la gente salía a marchar y tocaba de noche sus cacerolas. Hubo casi 200 muertos en la protesta de agosto de 1983, cuando el régimen buscó acallar el movimiento sacando a 18 mil soldados a las calles. Siguieron marchando.

El retorno a la democracia sería inexplicable sin ese movimiento que se inició con un fallido intento de parar el país en mayo de 1983. Debe haber sido el fracaso más fructífero en la historia del país. Cinco años más tarde, cuando la oposición a la dictadura tuvo televisión por primera vez desde el golpe de Estado, el objetivo de quienes participamos en la Franja del NO se basó en la relación entre los que marchan y quienes los apoyan. Todos los mensajes de esos 15 minutos durante 27 días transmitieron que si estabas por el NO, no estabas solo. Incluso si no salías a las calles a las manifestaciones, no estabas solo. Podías cambiar la historia cuando los que salían y los que no, pero apoyaban, estuvieran en las urnas emitiendo una opinión: NO.

Marchar en Chile es difícil. Por eso cuando centenares de miles marchan, por la experiencia que tenemos en nuestro país, hay probablemente otros centenares de miles que adhieren pero no marchan. Y que estarían dispuestos a registrar esa adhesión si el método no los visibilizara tanto. Como votar, por ejemplo. En los años de protesta contra la dictadura habrá marchado un millón de personas, y votaron NO cuatro millones.

La verdadera contribución de los estudiantes quizás se verá menos en lo que se está negociando hoy y mucho más en cómo se votará el 2013.