Apuntes sobre periodismo Cultural

Presentación de Yenny Cáceres

El periodismo cultural es un monstruo sin cabeza. Es un saco roto en el que entra todo  y nada. Mucha literatura, demasiada para mi  gusto, artes de todo tipo, crónica social, urbana, gastronómica, y en el caso chileno, hasta  la  religión y las encíclicas papales. El periodismo cultural es el  patio trasero de las redacciones. Somos los más ninguneados, mal pagados y prescindibles de los medios. El periodismo cultural es una quimera, quizá. Ante tantas dudas, unas pocas certezas:

El periodismo cultural no es hacer relaciones públicas.

El periodismo cultural no es escribir para los amigos.

El periodismo cultural debe rehuir de las etiquetas, de baja o alta cultura.

El periodismo cultural necesita mentes inquietas.

El periodismo cultural tiene que salir a la calle, escuchar.

El periodismo cultural se alimenta, más que nada, de la pasión.

Pero también el periodismo cultural es un sobreviviente. Una especie en extinción.

Eso intuimos del sugerente título que Jorge Fondebrider (Buenos Aires, 1956) escogió para su presentación de hoy: El fin del periodismo cultural.

Ediciones B cedió asimismo Penguin Random House, sus casas matrices en Madrid, además de sus filiales en Argentina, Colombia, México, Venezuela, Ecuador, Chile y Uruguay. Su fondo editorial se compone de B Comic, B  de Bolsillo, B de Books, B, Plan B, y Bruguera. En la actualidad Penguin Random House edita en el mundo más de 15 mil títulos nuevos cada año, y tiene unas ventas de 800 millones de libros. La compañía cuenta con el 22% del mercado en español, pero su mayor estrategia de expansión está puesta en Latinoamérica.

Fondebrider es un ejemplar único de esta especie. Poeta, ensayista, traductor y, antes que nada, lector. Un lector curioso, que a los 15 años lee El gran Gatsby, vive una epifanía y  descubre  el  poder de las palabras. Un traductor igualmente curioso, que con impulso adolescente empieza a traducir canciones de los Beatles, sin imaginar que ahí estaba el comienzo de un camino largo y sinuoso, con desafíos titánicos, como lo fue su traducción de Madame Bovary de Flaubert, que publicó Eterna Cadencia en una versión anotada y que es el  resultado  de un trabajo de investigación tan arduo como inspirador. Y antes, o quizá después de todo lo anterior, Jorge es un periodista cultural  curioso. Colaborador de distintos medios, el más sorprendente quizá, para nuestra triste realidad chilena, es Diario de poesía, una publicación que fue paradigmática en Argentina, con un tiraje de hasta cinco mil ejemplares, y dedicada, créanlo, a la poesía. Como ensayista, Fondebrider es autor de Historia de los hombres lobo. Un título nada metafórico. Es  precisamente un ensayo sobre los hombres lobos y el significado de este mito a través de distintas culturas, que ha tenido varias ediciones, la última publicada por Sexto Piso en México, y también está disponible en Chile, editado por LOM.

Jorge Fondebrider ha sido un más que entusiasta colaborador con LOM. Compilador de varios títulos de esta editorial: Una antología de la poesía argentina, Poetas que traducen poesía, Cómo se empieza a narrar y uno que para mí es la síntesis perfecta de este Jorge el curioso: Cómo se ordena una biblioteca. Jorge se hace esa pregunta, en apariencia tan simple y banal, pero que a la vez, resulta muy relevadora.

Jorge le hace esa pregunta a varios escritores e intelectuales, como el historiador chileno Rafael Sagredo, y los escritores mexicanos Margo

Glantz y Juan Villoro. “Cualquier biblioteca que se  precio de serlo es un cuerpo vivo en permanente mutación”, escribe Fondebrider en ese prólogo, que finaliza con una interpelación a los lectores, con una pregunta tan decisiva como juguetona: “¿En qué sector de su biblioteca va a ubicar este libro?”.


Conferencia

Jorge Fondebrider

Vamos a hablar de Latinoamérica porque en otras latitudes el periodismo cultural sigue teniendo una importancia enorme, sigue funcionando muy bien y de hecho en muchos países, por ejemplo, anglosajones, e incluso en Francia, se publican diarios y revistas que no tienen fotografías o que tienen dibujos muy chiquitos, o sea, la gente aún lee las letras. Me parece que es un dato interesante que lamentablemente en América Latina cada día importa menos, pero que en otras latitudes sigue vivo. Publicaciones como London Review of Books o The Times Literary Supplement son realmente referencias, guías y formas de orientarse en un mundo que está lleno de libros y que necesita que haya mediadores para poder poner orden en toda esta cuestión, y ya estoy adelantando otro tipo de cosas porque de qué hablamos cuando hablamos de periodismo cultural, lo más simple sería pensar: “Bueno estamos hablando del periodismo que se refiere a la cultura”.

Hoy en día dentro del término cultura entran muchísimas más cosas que las que entraban hace 50 años, muchas más que hace 100 años y así sucesivamente. A tal punto ocurre esto que en  un determinado momento la cultura necesita de subdivisiones y esas subdivisiones no necesariamente son buenas como cuando por ejemplo el teatro o las artes performáticas en general, incluida la música, salen de los suplementos de cultura y pasan a los suplementos de espectáculos donde se codean muy rápidamente con la bataclana de moda ese año o la porquería de Reguetón que esté dando vueltas. Son cosas completamente distintas y que le quitan, si se quiere, dignidad a algo que en principio debería tenerla.

El problema está también en circunscribirnos, vamos a  hacerlo  de  todas  formas,  vamos a pensar que de alguna manera el periodismo cultural del que estamos hablando se acerca fundamentalmente de una manera al periodismo gráfico, va a estar dentro de diarios y revistas de gran tirada, no lo vamos a pensar en términos   de las revistas especializadas, para la gente que en última instancia se especializa en los temas que se van a tratar. Vamos a pensar en algo que cumpla justamente la función de mediar entre la producción simbólica y, los que, llegado el caso, pueden ser usuarios de esa producción simbólica. Todas estas cosas no ocurren en medio de la nada, necesitan de un contexto, y ese contexto excede con mucho lo que tiene que ver con la cultura propiamente dicha, e incluye otra serie  de elementos que no necesariamente son tan agradables. Así que voy a la parte más aburrida,  y me voy a preocupar de dar datos muy concretos y algunas estadísticas.

Comienzo hablando de los dos grandes grupos que existen en el mundo editorial, Penguin Random House tiene su sede principal en la Penguin Random House Tower de New York, Bertelsmann es actualmente propietaria del 53% de la empresa. En 2006 la división facturó 3.361 millones de euros. Penguin Random House grupo  editorial es la división, en lengua castellana. Antes de decirles esto, Bertelsmann es un grupo empresarial alemán, ese grupo empresarial alemán funciona desde 1835, empezó siendo una editorial, y después pasó a ser un grupo, a partir de la Segunda Guerra mundial, que lo dirigió un tal Reinhard Mohn, y que lo transformó en una gran corporación. En el ejercicio fiscal del 2015 las principales divisiones de la empresa de Bertelsmann eran RTL Group, Penguin  Random  House, Gruner y Jahn, BGM Arvato, Bertelsmann Education Group, y Bertelsmann investments.

Universal,  que  era  parte  de  Bertelsmann, es la dueña, aproximadamente de cerca de 50 o 60 sellos discográficos, que en un determinado momento se los vendió a Sony y se quedó con los derechos con la venta de derechos de autor. Vale decir, cada vez que ustedes escuchan en la radio algo, le están pagando a Bertelsmann. Alguno de los artistas que tiene Bertelsmann: Gloria Trevi, Julieta Venegas, Milli Vanilli, Modern Talking, Shania Twain, Christina Aguilera, Coldplay, Yellowcard, la lista es infinita, The Cure, Elvis Costelo, etc. Bertelsmann es una gran empresa, y dentro de esa empresa hay una serie de pequeñas empresas constituidas en grupo. Uno de ellos es justamente el grupo editorial. De todas las divisiones nombradas, Penguin Random House es el mayor grupo editorial del mundo. En 1998, con la adquisición de Random House, se convirtió en el mayor grupo editorial de habla inglesa. A  la empresa pertenecen unas 250 editoriales en  los 5 continentes, entre ellas, además de Random House, y Penguin Books, están Doubleday, Knopf, y Viking. Ahora bien, el grupo editorial alemán Random House con sede en Munich, no forma parte de Penguin Random House, pero forma parte de la misma división en Bertelsmann. Yo les había dicho recién, justamente, la cantidad que Bertelsmann había ganado en un año fiscal. Bertelsmann como Penguin Random House. Este Penguin Random House Group tiene oficinas y filiales en Barcelona, Madrid y Pallejá, dentro de España. En Buenos Aires, en Argentina. En Santiago, en Chile. En Bogotá, en Colombia. En el DF en México. En Lima, en Perú. En Montevideo, en Uruguay. En Lisboa, en Portugal. En Miami, en los Estados Unidos.diversas partes del mundo. Penguin Random House grupo editorial, es dueña de los sellos: Aguilar, Arena, Blok, Beascoa, Caballo de Troya, Caligrama, Cisne, Cliper, Collins, Companhia das Letras de Brasil, Conecta, Debate, De Bolsillo, Flash, Grijalbo, Literatura Random House, Lumen, Montena, Nova, Nube de Tinta, Origen, Origen Kids, Penguin Classics, Plaza & Janés, Random Comics, Reservoir Books, Rosa de Vents en Catalunia, Sudamericana, Taurus y Vergara, además de los sellos que forman parte de Santillana Ediciones Generales, que son: Alfaguara, Taurus, Suma de Letras, Altea, Fontanar, Objetiva y Punto de Lectura. Previamente del grupo Prisa, otro grupo español, al que también pertenece el diario El País de Madrid, el diario deportivo As, y el diario económico Cinco Días, las revista Cinemanía, Gentelman, Car, Claves, Revista 40, y Rolling Stone, además 18 estaciones de radio distribuidas entre España, Portugal, Estados Unidos e Hispanoamérica.  En Chile la estación es ADN Radio, luego del desembolso de 72 millones de euros.

En 2016, Penguin Random House produjo un sismo en el mundo de la edición en castellano, al adquirir por 40 millones de euros Ediciones B que pertenecía al Grupo Z, y que, para mayores datos, es poseedor de los diarios El Periódico, que se publica en Aragón, Cataluña, Valencia, Islas Baleares,y Extremadura. Ediciones propias para cada lugar, la Crónica de Badajos, los diarios deportivos Sport, y La Grada, y La revista Autohebdo Sport, Cuore, Sitio, Digital Camera, Photoshop Práctico, Interviu, Primera Línea, Tiempo, Viajar, Woman Madame Figaro, Shopping, In touch, Boing, Neox Kids Magazine, Disney Channel Revista Oficial, Cartoon Network Magazine y Geronimo Stilton Revista Oficial.

Por su parte el grupo Planeta es un grupo multimedia español con sede en Madrid. Aglutina a empresas en 6 áreas de negocio diferente (editorial, coleccionables, formación, venta directa, audiovisual, y medios de comunicación) en 25 países del entorno del habla hispana y francesa. Tiene su origen en la Editorial Planeta, fundada en 1949 en Barcelona, que sigue siendo el buque insignia del grupo. El grupo Planeta aglutina a más de 100 empresas de 7 áreas de negocio diferentes, de las que destacan 64 editoriales que convierten a Planeta en el primer grupo editorial en lengua española, y el décimo en el mundo. Además del área editorial, el grupo actúa en las áreas de coleccionables, formación, venta directa, enseñanza a distancia, audiovisual y medios de comunicación, etc.

A  febrero  del  2017, el  grupo  editorial incluía Editorial Planeta, Editorial Espasa, Editorial Destino, Ediciones Temas de hoy, Editorial Seix Barral, Backlist, Bronce, Mr. Ediciones, Emecé, Alienta Editorial, Gestión 2000, Deusto, Para Dummies, Geo Planeta, Lunwering Editores, Planeta Comic, Libros Cúpula, Lectura plus, Ediciones Minotauro, Timun   Mas  Narrativa, Esencia, Zenith, Crítica, Ariel, Ediciones Península, Salsa Books, Ediciones Paidós, Luciérnaga, Ediciones Oniro, Destino Infantil & Juvenil, Timun Mas Infantil, Planeta Lector, Noguer, Oniro Infantil, Yoyo, Libros Disney, Planeta Junior, Booket, Austral, Click Ediciones, Scyla eBooks, Zafiro eBooks, Tusquest Editores, Maxi Tusquest. Planeta es además dueña del 64% del Grup 62, el mayor grupo editor en lengua catalana, las editoriales de coleccionables  Planeta  DeAgostini, y Ediciones Altaya. Entre otros negocios, también tiene la cadena de librerías Casa del Libro, (con unas 30 filiales en España), edita el diario La Razón, y las revistas Gracia, Interiores, Lonely Planet Traveller, Physchologies, Historia y vida, Dapper y Playboy. También gestiona Atresmedia, un grupo multimedia que cuenta con 3 emisoras de radio, Onda 0, Europa FM y Onda Melodía, y varios canales de televisión: Antena 3, La Sexta, Neox, Nova, Atreseries y Mega. El grupo Planeta concentra aproximadamente el 24% del total del mercado de libros en España. Dicho esto, considérese que según señala la periodista Lucía Litjmaer en su nota “La ¿imparable? Concentración del mercado español”, oportunamente publicada en El Diario.es, el 12 de mayo del 2017, “En España, hay 3.109 editoriales privadas. Una de cada tres editoriales está relacionada con un gran grupo, lo cual afecta directamente a su producción editorial, y a la de sus competidores”.

Por su parte, Paula Carroto, en su artículo “Dos gigantes y miles de enanitos”, publicados en El País, de Madrid, el 9 de abril del 2017, dice que luego de corroborar los porcentajes del mercado, que corresponden a Penguin Random House y Planeta, anotaba: “Entre los dos se llevan casi la mitad de la tarta, ya que el resto se lo reparten principalmente los sellos de los libros  de texto con un 23%, más el libro técnico y religioso, y también las editoriales independientes que publican libros literarios”.

La periodista entonces se pregunta: “Y mientras dos dirimen por arriba, ¿qué ocurre con el resto de los sellos que publican literatura? La conclusión es la paulatina desaparición de la clase media. Porque entre estos más de 2000 sellos apenas quedan ya editoriales independientes de estatura media, sellos que publican entorno a los 100 libros al año (las más grandes publican más de 700): Siruela, Salamandra, Roca Editorial, Acantilado, RBA. Otras como Anaya ya forman parte de un gran grupo, en este caso de la francesa Hachette, y Anagrama ya está controlada en un 99% por el italiano Feltrinelli. ‘Yo me siento como en la Galia’, sostiene Blanca Rosa Roca, de Roca Editorial, que además indica que con la concentración se recrudece esta compra de derechos: ‘Yo puedo encontrar un libro, pero si, por ejemplo, es de Hachette, primero se ofrece a las editoriales del grupo, y luego al resto’.

Y hay consecuencias.  La  primera,  y  la  que ya sucede, es la monopolización  de  las  listas  de los más vendidos. Entre los diez títulos que  se suelen publicar habitualmente no hay casi ninguno que no pertenezca a los dos grandes grupos editoriales. ‘A veces entra alguno, pero es un tipo de best seller  cercano al espíritu Planeta [o Random]. Tienes que imitar el modelo de las grandes, que además lo están marcando los departamentos de marketing’ asegura la editora italiana Donatella Ianuzzi, de Gallo Nero. Ella, sin embargo, asegura estar en una liga muy diferente: la de los editores unipersonales. Como  el caso de Víctor Gomollón, de Jekyll y Jill, que asegura: ‘Y yo mismo soy la editorial y únicamente dependo de mi banco’. Ellos estarían en ese enorme grupo, el más bajo en el escalafón, pero el más numeroso, que apenas produce entre 20 y 30 libros al año, si llega en ocasiones. Y bajo el síndrome de la supervivencia. La segunda consecuencia, según editores y expertos, es la pérdida de la bibliodiversidad”.

A este respecto, María Zuil, y Ángel Villarino, en “(Casi) todo lo que lees lo editan estas dos multinacionales”, es un artículo que lo publicaron en El Confidencial de España, observan: “Las estanterías de las librerías, sobre todo de las grandes, son cada vez menos variadas en lo que  a editoriales se refiere. Los mejores espacios los monopolizan estas grandes firmas, que directamente compran las zonas que quieren ocupar, garantizando que siempre  habrá  libros  suyos  en los mejores puestos”. Y agregan: ‘Además la concentración de la demanda en grandes librerías como la Casa del Libro, Amazon, El Corte Inglés, o la Fnac, también está determinado la carrera por ver quién abarca más mercado. “Estos macropuntos de  venta  les  están  obligando a ser cada vez más grandes para poder ofrecer de todo, negociar desde una posición de fuerza y venderles desde comics hasta novela negra, el mayor volumen posible”, Señala Antonio María Ávila, director de la Federación del Gremio de Editores de España. Tanto en Planeta como en Random House parten de la base que en un entorno en que las multinacionales son cada vez más grandes, la única manera de sobrevivir es ir sumando para poder competir y desenvolverse  en el día a día. Y más en la industria del libro donde, apuntan, el mercado va más allá de España. ‘No existe el negocio editorial en España, sino en español, que abarca a muchos más países’, dicen”. En su conclusión añaden: “A pesar de las recientes adquisiciones la concentración en España todavía no ha llegado a los niveles de países como Alemania, Francia, o Italia. Según cálculos del director del Gremio de Editores, Random y Planeta acaparan el 70% de la facturación tras la adquisición de Ediciones B, pero sólo el 40% de la producción en edición editorial (sin contar libros de texto, jurídicos o religiosos). El motivo es que sigue existiendo un gran tejido de pequeñas editoriales que mantienen la variedad, un ecosistema siempre en peligro y que depende mucho de la determinación y el riesgo asumido por los pequeños editores independientes”.

¿En qué consisten esos riesgos? Justamente en no recorrer caminos trillados, en no ir sobre aquello que ya fue aprobado previamente y que se sabe ya exitoso, sino buscar entre lo nuevo, o entre lo muy antiguo aquellas cosas que, de alguna manera, están por descubrirse, o por redescubrirse.

El libro no es un negocio. El libro con toda la fuerza le deja a un editor, entre el 30 y el 20% del valor de las ventas, la parte del león la tiene la distribución y luego las librerías. El libro, entonces, durante muchísimos años, yo diría prácticamente hasta la década del 50’, fue un modo de vida, una forma de ganarse la vida y   no un negocio. ¿Cuándo empieza a ser un negocio el libro? cuando no importa que se vendan los libros, lo que importa es que existan  para otra cosa. Bertelsmann es una empresa alemana, cuando España entra en el mercado común, Bertelsmann, por ejemplo, publica un mismo libro en 6 colecciones distintas a distintos precios. El mercado español no puede recibir eso porque no hay quien lo compre, ¿y por qué se publica entonces? Porque un banco alemán utiliza una editorial española que forma parte del mismo grupo del banco alemán para hacer desgravación impositiva. Entonces, por cada libro que se publique tienen desgravación impositiva sobre las ventas de otro tipo de cosas que no tienen nada que ver con la literatura.

Ahora, si hay un negocio vamos a explotarlo hasta las últimas consecuencias. ¿Qué es lo que hacen entonces las multinacionales del libro que no venden lo que venden? En España, y normalmente el circuito del libro hace que un libro exista en librería durante tres meses,  si a los tres meses el libro no se vendió se devuelve a la editorial, porque normalmente no se vende en firme, sino que se lo da en consignación, y la editorial  lo que suele hacer es transformarlo en pasta de papel para hacer nuevos libros. Salvo contados casos, los libros no entran en un catálogo para existir, entran en un catálogo para desaparecer muy rápidamente. No todos los libros desaparecen rápidamente, pero tampoco, no todos los libros que no desaparecen se venden. Entonces, ¿qué hacen las multinacionales?  Las  multinacionales que tienen filiales en América Latina nos inundan con la basura que no pudieron vender en España. Entonces, venden esos libros con damping, vale decir, compitiendo ilegalmente y de manera completamente desleal con la mayor parte de las editoras de nuestros países, y entonces presentan balances en España perfectamente limpios porque, supuestamente, vendieron todo. En realidad, no vendieron nada, lo que hicieron  es mandarlo a las filiales, y en las filiales las ponen en oferta en las ferias del libro, los grandes stands de distribución, etc., o en las librerías que venden exclusivamente ofertas a un precio vil que compite, deslealmente, con lo que le cuesta, a una editorial chilena, en este caso, publicar un libro. Están también las editoriales  independientes que responden a una lógica completamente distinta, en su libro Independientes ¿de qué? es un libro que recomiendo su lectura, que publicaron para el Fondo De Cultura Económica Hernán López Winne, y Víctor Malumían. Son los editores de una editorial argentina independiente que se llama Godot, que se ocuparon de entrevistar aproximadamente hacia un centenar de editores latinoamericanos de pequeñas editoriales para determinar qué es un libro independiente, y cómo defender a los libros independientes.

Ellos se preguntan, y les preguntan a los otros editores, ¿en qué consiste la mencionada independencia? Y como es de esperarse  no  existe una definición única, por lo tanto, ambos autores proponen un recorte del objeto que se concentran en una serie de ítems, un catálogo definido, un diseño editorial independiente, una calidad de fabricación, una evolución editorial, un aporte a la bibliodiversidad, y una heterogeneidad geográfica. Eso sería lo que determina de acuerdo con lo que se pudo colegir de todas estas opiniones lo que es  una  editorial  independiente. El problema con las editoriales independientes  es que, cuando uno lo dice, inmediatamente se piensa en dos chicos que juntan unos papeles y arman un librito, pero editoriales independientes pueden ser muy grandes, ustedes tienen acá el caso de LOM, que probablemente sea la editorial independiente más grande de toda América Latina, y que por otro lado, por su catálogo, puede competir perfectamente bien con editoriales no independientes como el Fondo De Cultura Económica que forma parte del Estado mexicano, o Siglo XXI, que es una editorial privada de España, del Fondo De Cultura Económica. Entonces, dentro del paquete de editores independientes entran muchas cosas distintas, pero lo importante son estas categorías de las que estamos hablando. Ellos escriben: “una editorial que solamente publica títulos y temáticas que otras editoriales ya han publicado, no propone una puesta ideológica, sino de mercado. Quienes cumplen con la primera propuesta poseen catálogos que sorprenden por publicar lo desconocido, ya sea por inhallable, ya sea por proponer autores inéditos. Se suma entonces un elemento que me parece interesante, es que un editor independiente corre riesgos que normalmente aquellos que operan sobre seguro no los corren.

¿En qué consisten esos riesgos? Justamente en no recorrer caminos trillados, en no ir sobre aquello que ya fue aprobado previamente y que se sabe ya exitoso, sino buscar entre lo nuevo, o entre lo muy antiguo aquellas cosas que, de alguna manera, están por descubrirse, o por redescubrirse. Hice esta pequeña introducción para que se entienda que las toneladas de papel que llegan    a una redacción de un diario, o de una revista especializada o no, no son ingenuas, o sea, un grupo editorial como Penguin Random House debe publicar aproximadamente (hablo de caso argentino porque lo conozco, porque recibo las listas todos los meses) cerca de 40 títulos nuevos, lo mismo pasa con Planeta, 80 títulos nuevos. Tengo el acceso por haber sido periodista cultural en un medio grande, trabajé  nueve  años en la revista Ñ, por ejemplo, de poder elegir lo que se publica qué libros quiero que me manden, me muestren la lista, yo marco, llamo por teléfono, mando un mail, y digo: “me mandaste tal  o cual cosa” al jefe de prensa, y el jefe de prensa lo entrega sin ningún tipo de problema. Me ha ocurrido no un mes, sino que muchos meses, que de 80 títulos nuevos que salieron no marcar ni uno solo, porque no hay uno sólo que me interese. Vale  decir, hay que establecer también  una diferencia entre que todos los objetos que llamamos libros no contienen lo que necesariamente le interesa al periodismo cultural.

No estoy hablando acá de un manual sobre aeromodelismo, o un libro de química adaptado para la comprensión de la ama de casa, estoy hablando de libros que en última instancia llegan a una redacción, y uno se pregunta para qué me mandan esto. ¿Para qué llega a la redacción un libro de Pilar Sordo? O ¿para que llega a la redacción un libro de Jorge Bucay? O ¿para qué llega a la redacción un libro de Paulo Coelho? Quiero decir, todo eso es basura que tiene lugar en alguna otra parte de estos basureros que existen en los medios periodísticos, pero que no tienen nada que ver con la cultura. Esta avalancha obliga a que, en definitiva, uno tenga que hacer ya una primera separación, pero muchas veces esa primera separación uno no la puede hacer porque hay un jefe de redacción que tiene una mujer que hizo un curso con Bucay o con Pilar Sordo y le dice: “ay, sería tan lindo…”  y entonces viene la orden de una persona que    se recibió de la carrera de letras o en filosofía, y todo lo demás, y que tiene que escribir una reseña sobre eso. Voy a dar otro caso, también que a mí me pareció muy interesante vinculado a este tipo de cuestiones. Hablando seriamente uno no puede considerar en los mismos términos que va a considerar a García Marqués a Isabel Allende, que vende más que García Márquez. Una vez obtuve una sorpresa muy grande a través de una compañera en una redacción, que dedicó una página a un libro de Isabel Allende, y lo hizo no tratándolo como literatura, sino que hablando del tipo de producto que era y para aquello para lo cual servía, y lo que trataba de chequear en su reseña era qué tan eficiente era para aquello a    lo que estaba destinado ese libro, no tratándolo como literatura porque era un chiste. Entonces, frente a ese tipo de cuestiones, lo que quiero decir es que las presiones que existen para que un periodista cultural se ocupe de un tipo determinado de temas, o de determinado tipo de títulos, es tan grande, que muchas veces esos títulos que realmente importan desaparecen. Y hay otro tipo de fenómenos también que tienen que ver con cuestiones que a mí me parecen súper centrales en el desarrollo y en la salud de la cultura de un país. No veo una razón salvo que se trate de una razón comercial, y una razón comercial ficticia, para que uno le tenga que hacer el caldo gordo a una empresa multinacional que en última instancia no tiene ningún interés en vender el libro, sino para estos fines espurios a los cuales me había referido antes. Habiendo editoriales chilenas, argentinas, mexicanas, colombianas, peruanas, uruguayas, que hacen el sacrificio enorme que hacen para publicar sus libros, ¿por qué razón dedicar páginas y páginas a Penguin Random House, a Alfaguara, o a otro tipo cuestiones?

¿Qué importancia tienen los premios que otorgan estas editoriales, salvo el dinero que van a recibir los autores que generalmente suele ser mucho? Haber recibido un premio con una base tan espuria ¿tiene algún significado especial que no sea comercial? Yo llevaría las cosas a un nivel mucho mayor todavía, esto en más de una oportunidad es una forma de ejercer la censura, y una censura absolutamente vil, porque no hablar de algo en muchos casos hace que ese algo no exista.

En los comentarios  bibliográficos  en  diarios y revistas, no tienen ninguna influencia directa sobre las ventas. Está demostrado marketing directo hecho, y marketing indirecto también hecho, que un libro aparezca bien comentado no significa para el gran público que se venda más  o que se venda menos, no pasa nada. Pero donde sí pasa, es en el caso de los libreros. Quienes más consumen, justamente, estas guías que son los suplementos culturales son los libreros, y son ellos quienes se orientan a partir de esas guías para después aconsejar a sus clientes. Si un librero no ve en una de estas páginas, alguno de los libros que recibe de la editorial, no los muestra, no los exhibe, no hace absolutamente nada para que ese libro exista. Voy a dar tres ejemplos que me resultan cercanos, hace muchos años vengo a Chile y me intereso por lo que ocurre en el mundo editorial chileno. El año pasado, en el mes   de agosto en esta cátedra, vino un extraordinario escritor gales que se llama Richard Gwyn, por un libro que se llamaba de Vagabond’s Breakfast que ganó el premio en Gran Bretaña al mejor libro de no ficción publicado desde el año 2012, es algo absolutamente importante. Ese libro fue coeditado por Bajo la Luna en Buenos Aires y LOM en Chile, en Buenos Aires salieron aproximadamente 15 reseñas de ese libro. Este es el libro que publicó LOM hace tres años acá en Chile, no salió ninguna reseña, no solamente no salió ninguna reseña, sino que Richard Gwyn vino tres veces a Chile en ese ínterin y nadie se enteró, y cuando se presentó este libro en la Feria del Libro éramos aproximadamente 7 personas acá en Chile. El hecho de que este libro no haya tenido la visualización que correspondía, uno lo puede atribuir a “bueno, es un escritor extranjero”, quizás el hecho de que no sea un nombre tan familiar, etc., supongamos que falló la campaña de prensa que hizo LOM, etc., ¿Qué podemos decir cuando el año pasado se publicó una nueva edición ordenada de manera sistemática por Verónica Zondek de este libro que son las poesías completas de Gabriela Mistral, y que tampoco tuvo ni una sola referencia en ningún medio chileno, salvo en radio o en algún sitio digital, pero no en ningún medio gráfico? Y ¿qué podemos decir cuando recién acaba de aparecer esta Historia Crítica de la Literatura Chilena hecha por Grinor Rojo, que es un esfuerzo gigantesco de varios tomos, en donde participan cientos de personas y donde tampoco hubo un comentario en un solo lugar? Estos libros que existen en las librerías no existen en la mente de los libreros, y por lo tanto tampoco tienen lectores, y este tipo de cuestión que yo les estoy dando en un ejemplo muy cercano, porque es Chile, y porque ustedes viven acá, y porque son chilenos, se puede encontrar prácticamente en todas partes del mundo hispanoamericano. El mes pasado yo estuve en México, y para mi sorpresa estando en la principal librería del Fondo de Cultura Económica, encuentro que todas las mesas que están puestas en primer plano son para Planeta y Penguin Random House. Estamos hablando de una librería que tiene aproximadamente 10 mil metros cuadrados, es la nave base de las librerías que el Fondo de Cultura Económica tiene en México, en la Ciudad de México. Pregunto dónde están los libros del fondo, están en segundo plano, pregunto dónde están los libros de las editoriales independientes mexicanas, no hay. Y ahí se hace todos los años la Feria del Libro Independiente de México. Uno podría pensar que todas estas son ironías, si no piensa directamente que se trata de cretinadas, vale decir, hay una cantidad de dinero en juego, y hay una cantidad de cuestiones en juego muy grande, pero luego también hay otra cosa que a mí me parece fundamental, hay algo que tiene que ver con la imagen de cada uno de nuestros países recibe de sí misma, recibe de sus intelectuales, recibe de sus artistas, y que no termina de cuajar en nada, justamente, porque estamos tratando de lidiar con este tipo de cuestiones. Cuestiones, por ejemplo, dentro del sistema editorial chileno existen 4 cámaras, está la Cámara del Libro, que se dedica exclusivamente a libros educativos y, fundamentalmente, a la distribución de la Cámara del Libro chilena. Los editores de Chile hace 18 años se separaron y formaron una nueva asociación compuesta por 55 editoriales independientes y, de la Cámara del Libro más recientemente, se separó la Corporación del Libro y la Lectura, donde están todas las multinacionales españolas y europeas, y aparte la Universidad Católica, y Catalonia. Luego, aparte de todo esto, tenemos las 25 editoriales que forman parte de La Furia del Libro. Cuando se asiste a la Feria del Libro, a la FILSA acá en Santiago, ¿cuál es el espacio que tienen las multinacionales? ¿Dónde están las editoriales independientes? A mí me sorprendió la primera vez que vine, realmente las editoriales independientes estaban al fondo de todo, muy cerca de donde vendían sopaipilla, mientras que en las naves centrales estaba Penguin Random House, Planeta, y todos los distribuidores  que  venden la porquería que les sobre a Penguin Random House, y a Planeta y demás. Vale decir, una auténtica vergüenza desde el punto de vista de lo que sería ofrecerles a los chilenos lo que es la cultura universal y la cultura chilena en particular. Digo esto hablándoles de otra Feria del Libro espantosa como es la de Buenos Aires, con una pretensión gigantesca que dura tres semanas, en donde el metro cuadrado del stand va en cerca de 10 mil dólares. Imagínense ustedes las posibilidades que tienen los editores independientes para exhibir sus libros ahí. Por otro lado, los libros en las ferias del libro suelen ser siempre mucho más caros que en las librerías, y dentro de las librerías suelen ser más caros en las cadenas que en las librerías de autor (para llamarlas de alguna forma), que son las viejas librerías donde la gente recordaba de memoria  los  títulos que vendía y podía aconsejarlos, y no tenía que recurrir a una computadora para ver si estaban o no estaban.

En líneas generales, cuando se trata de libros, cada vez más los periodistas culturales terminan siendo la prensa de las empresas multinacionales. Uno no tiene por qué seguir esa agenda, uno tiene que cumplir una agenda que es propia, y que esté basada en los valores que uno cree justos, y no necesariamente, en la promesa de ir a entrevistar a Vargas Llosa con todos los gastos pagos a Madrid, o alguna de esas fealdades que generalmente las multinacionales ofrecen para coimear a los malos periodistas.

Les voy a dar dos pequeños ejemplos. Yo estaba una vez en la redacción de Ñ, y de pronto llega una edición de Acantilado de los cuentos completos de Herman Melville. Entonces, un compañero más joven, empieza a escribir su nota y dice: “por primera vez en castellano”, yo por casualidad estaba al lado, y veo que él está escribiendo eso y  le digo: “discúlpame, este libro en una traducción mejor se publicó en 1970 en la editorial Fraterna en Argentina, que los españoles no lo sepan, y pongan una franja por primera vez diciendo ‘en castellano’, es una burrada de ellos, no incurras vos en esa burrada”. ¿Qué quiero decir con esto? Uno está obligado a ser curioso, parte del oficio del periodista consiste en chequear. Hay cientos de lugares, muy aburridos a veces, para chequear que una información es cierta o no. Nunca la franja que pone una editorial es una referencia para tener en cuenta, nunca una contratapa que pone una editorial es una referencia para tomar en cuenta. Hace muy poquito tiempo salió una nueva edición de una editorial que se llama Impedimenta, de un libro de Perec, que me acuerdo fue publicado por primera vez en España por una editorial que se llamaba Berenice de Sevilla en  el año 2006. Esa traducción es un plagio de la original, y parte del prólogo de la original fue utilizado en la contratapa de esta otra edición. Si  yo no chequeo que existe esta otra edición y no leo el prólogo de esta otra edición termino diciendo que en la contratapa están diciendo una cosa muy  inteligente, y no que la están robando de otro lugar. En eso consiste parte del oficio periodístico, vale decir, en chequear la información. En el caso que tiene que ver con periodismo cultural, en apelar en más de una oportunidad a una memoria que no siempre está en internet, y que tiene que generalmente los periodistas más viejos, de los cuales uno todavía puede aprender un montón de cosas, quiero decir cosas concretas que hacen al desarrollo del trabajo y que forman parte de la vida de una redacción.

…hay alternativas, lo que pasa es que las alternativas implican cambios muy violentos respecto de lo que fue la tradición hasta ahora.

La última vez que yo fui al diario Clarín (de donde me fui el año 2009), observé  una  cosa que me dio terror y que luego me enteré de que ya funciona en muchos diarios de todas partes del mundo, me imagino que en Chile también. La noticia, el tipo de noticia, ya no la fija más    el secretario de redacción o ya no la fija más el secretario de la sección. Hay unas pantallas en las redacciones donde aparecen las notas que son leídas en internet, y viene la gente de marketing  y va anotando que notas son las que se leen más, y cuáles son las notas que se leen menos. Entonces, se eliminan las notas que se leen menos, y se les dice a los periodistas en ese momento que escriban ampliando esta noticia, o agreguen algo a este ángulo porque supuestamente al público hay que darle lo que quiere. En realidad, el trabajo  de periodista tiene que ver con mediar entre una información y el público, ayudar a comprender mejor ciertas cosas, informar sobre algunas que se ignoran, etc. Y hay montones de cosas para hacer, la última, creo yo, es hacerle caso a un idiota de marketing, o a un imbécil que estudió administración de empresas y que tiene ínfulas de culto para seguir, de alguna manera, con algo que no tiene que ver ni con el periodismo, ni con la cultura, tiene que ver exclusivamente con un aspecto totalmente de negocio. Este tipo de perversión  es el tipo de perversión contra la cual hay que luchar. Por supuesto que luchar desde dentro de una redacción contra este tipo de cosas se hace cada vez más difícil. Vuelvo al principio, y es que plantear el fin del periodismo cultural es una engaña pichanga, porque el periodismo cultural va a seguir existiendo, lo que pasa es que no va a seguir existiendo como pasa hasta ahora, ni va a seguir existiendo en los mismos lugares que conocimos hasta ahora. Hoy en día, cualquier persona inteligente, cualquier persona capaz, cualquier persona que de alguna manera se revele ante este estado de las cosas, se abre un sitio en internet, se abre un blog, busca la forma para que este tipo de cuestiones siga funcionando. El periodismo digital no se limita a pasar de una corporación gráfica a una corporación digital, uno puede trabajar incluso con mucha mayor independencia cuando accede a este tipo de cuestiones. Les voy a dar un ejemplo de un escritor colombiano, fíjense en el nombre  de su sitio, se llama: Gozar Leyendo,  es Darío Jaramillo. Darío Jaramillo, que aparte es director de una editorial, lo que hace es comentar libros de otras editoriales una vez cada quince días. Generalmente son libros a los que comenta en términos muy elogiosos porque no busca libros que no le interesen, sino busca libros que realmente le interesen, y tiene aproximadamente 200 mil seguidores, que es mucho más de lo que uno va a encontrar escribiendo en cualquier medio gráfico, porque no se olviden que el principal destino de las paginas culturales de un diario son envolver pescado o huevos. Básicamente eso, la mayor parte de la gente no los lee.

Les cuento, a modo de infidencia también, y para explicarles hasta qué punto estas cosas son así. Yo trabajé, como les dije, en la revista Ñ nueve años. La revista Ñ surgió básicamente porque alguien del departamento administrativo en el diario Clarín pensó que había que bajar los gastos, entonces, la mejor forma de bajar los gastos era eliminar el suplemento de cultura que eran ocho páginas menos, menos papel, menos impresión, hacemos esto. Claro que un diario que se presenta como gran diario argentino se presenta sin un suplemento cultural, en términos cosméticos, quedaba feo. Entonces, alguien que dirigía el suplemento de turismo dijo: “y si hacemos una revista que la gente tenga que pagarla”. Hicieron la revista, toda una operación de rediseño, etc. se hace la revista y se dice “vamos a trabajar a perdida por dos años con esta revista, si en dos años esta revista no se sostiene la dejamos de hacer”. A los tres meses la revista estaba dando ganancias. En la época en la que me tocó trabajar a mi yo estaba a cargo de los suplementos especiales, hicimos tiradas de 150 mil ejemplares en la revista de cultura latinoamericana más grande que hubo, 150 mil ejemplares por semana,  lo cual es absolutamente demencial, y, de hecho, el remanente de lo que no se vendía en Argentina, se vendía en todos los países limítrofes, y el resto se exportaba a México y a los Estados Unidos. Todo esto es posible, todo esto es vendible, lo que hace falta es una voluntad política, lo que hace falta es una idea clara de la cultura, una política cultural. No existe cultura sin política cultural, uno antes de hacer cualquier cosa tiene que saber por qué la quiere hacer, y de alguna manera, ser coherente con aquellos objetivos que uno se plantea cuando se pone a hacer este tipo de cosas.

Para terminar, con una nota no tan terrible, hay alternativas, lo que pasa es que las alternativas implican cambios muy violentos respecto de lo que fue la tradición hasta ahora. Uno ya no lee las revistas o los diarios dominicales o sabatinos como ocurría antes porque es muy poco lo que uno encuentra de valor ahí. Esa información hay que buscarla en otra parte. Bueno, a ustedes que son más jóvenes les toca inventar ese costado.