Desde hace ocho años que en Oxford, Inglaterra, existe una linda tradición: el primer sábado de julio se celebra «el día de Alicia», un homenaje a Alicia en el país de las maravillas en la ciudad en que Lewis Carroll les contó por primera vez a las hermanas Liddell la historia de la niña que sigue al conejo blanco.

En el evento de 2012, junto con un torneo de cricket y un picnic al estilo del Sombrerero Loco, un trío musical mostró en la librería Blackwell’s la canción Curious and curiouser. «Las cosas no son lo que parecen / la reina de corazones está furiosa / la vida es solo un sueño», dice el coro del tema que parte con una melodía etérea y misteriosa, para luego acelerar mientras la monarca pide «¡que les corten la cabeza!».

The Bookshop Band es el nombre de esa banda, que ha hecho su carrera de componer canciones inspiradas por libros y luego cantarlas en librerías y bibliotecas. Es lo que hacen desde 2010 y es al mismo tiempo arte y pyme: su historia no partió –al menos no exclusivamente– como una reunión de tres amantes de la literatura en busca de tributar la palabra escrita, sino como la asociación de tres músicos con una librería independiente en la ciudad de Bath (Mr. B’s Emporium Of Reading Delights), en la que tocan cuando hay eventos especiales con autores. Para esas tertulias, el grupo prepara especialmente canciones inspiradas en el trabajo de quien esté invitado. Además viajan por Inglaterra tocando en bibliotecas que organizan actividades para la comunidad. Este diciembre, por ejemplo, repasarán su repertorio en la Bristol Central Library, en el sudoeste de Inglaterra.

Es la manifestación más explícita y concreta de un rasgo con larga historia en la música pop: la unión de músicos y literatura. En Killing an arab, The Cure cuenta lo que pasa por la cabeza de Meursault tras asesinar a un hombre en El extranjero; Regina Spektor tiene un tema que se llama Baobabs, Chancho en Piedra musicalizó un poema de Nicanor Parra para crear uno de los primeros sencillos de su historia (Sinfonía de cuna) y Radiohead escribió la conmovedora Exit music (for a film) para los créditos de la versión de Baz Luhrman de Romeo y Julieta. Ahí, la pareja de amantes prepara su escape y narra su trágico final. Y están las bandas que tomaron su nombre de las páginas de un libro. Como los franceses de Holden, bautizados en recuerdo del personaje central de El guardián entre el centeno; la banda noventera Veruca Salt, que se llamó así por uno de los personajes de Charlie y la fábrica de chocolate, de Roald Dahl, o The Doors, que se inspiraron en el ensayo Las puertas de la percepción, de Aldous Huxley.

The Bookshop Band tiene un catálogo que ya va por las noventa canciones inspiradas en libros, cuatro discos publicados –incluyendo uno que solo tiene temas basados en cuentos folclóricos de distintos lugares del mundo–, una larga lista de videos en YouTube y un sitio que tiene su propio diario, en el que la banda cuenta su historia y su proceso de composición.

Sus canciones pueden narrar una historia completa o bien extraer la inspiración de una sola frase. Hay algunas para guitarra y chelo, y otras que incluyen un teclado o un metalófono. Algunas son cantadas por Ben Please, el único hombre del trío, y en otras la voz principal es la de alguna de sus compañeras, Poppy Pitt y Beth Porter. Todo esto puede variar, menos el entorno de sus presentaciones: siempre, alrededor de The Bookshop Band hay cientos de libros, y algo menos de cientos de personas –posiblemente un puñado cada vez–, que se embarcan con el grupo en la versión musical de una historia de Salman Rushdie, China Miéville, Arto Paasilinna o Hilary Mantel. Posiblemente no haya mejor forma de acabar con el «silencio, por favor» que habitualmente rodea las casas de los libros.