Todos se declaran cercanos a Luis Sánchez Latorre. Si estableciéramos un conteo, estoy cierta de que superaría con creces al mismísimo Roberto Carlos. Porque, si atendemos a los libros que el crítico acumuló durante sus casi sesenta años de periodismo cultural, habría que concluir que tuvo más de un millón de amigos.
Cuando la Biblioteca Nicanor Parra adquirió la completísima colección personal de literatura chilena de Filebo –el alias de Sánchez Latorre–, resultó llamativa la cantidad de títulos que llevaban dedicatoria manuscrita haciendo gala de una amistad o camaradería con él. Tanto, que llega un punto en que el término «amigo» se hace insuficiente y se acompaña de todo tipo de adjetivos: viejo, gran, querido, reconocido, dilecto, inapreciable, entrañable, compañero de ruta… No falta el que se va por el lado posesivo y lo llama «mi amigo» o el que intenta marcar una suerte de monopolio: «Tu mejor amigo». Están incluso los hiperbólicos que se lo dedican a su «auténtico amigo», como si en esto cupieran las imitaciones. Ah, y se me olvidaba la del sentido (el partido más grande de Chile, el partido de los sentidos, decía Neruda): «Distante amigo».

Estamos hablando de al menos seiscientos volúmenes cuya portadilla posee un saludo de su autor, de seguro con la esperanza de contar con una futura reseña. Bueno, menos el peculiar Pablo de Rokha, que «abraza» al crítico en la mismísima portada de Fuego negro (1953), el dolorido poemario que publica luego de la muerte de su mujer.

Supongo que no es fácil hacer una clasificación. Hay tantas dedicatorias como autores que quieren llamar la atención del crítico. Por eso los caminos son variados.

Están los modestos:

«A Luis Sánchez Latorre (LSL), que sabe más que yo, largamente».

Los zalameros: «Con reconocimiento a su alto espíritu».

«Amigo y maestro de muchas maestrías.»

«Al maestro LSL, con la permanente admiración de su impenitente lector.»

«A LSL, periodista y escritor de extraordinario talento, en recuerdo de una antigua y siempre cordial amistad», «… a su condición de escritor beligerante y creador».

«A LSL, celador agudo de las letras chilenas y gran escritor él mismo, con profundo afecto.»

«Distinguido ensayista», «orfebre atento», «con el aprecio de asiduo lector…»

«Para Filebo exégeta»; «a través de este libro hago votos por su salud y bienestar»; «al Rhodas LSL».Y mi predilecto: «Usted con sus amables palabras hizo más tangible ese mundo poético de mi infancia».

Otra forma de halago es la enumeración de sus cualidades y la adulación de su obra: «Gran amigo, sabio, conocedor, hombre cabal de sangre y letras, creador a cada instante». «Para LSL, erudito escritor y brillante columnista, en quien siempre he admirado su maduro pensamiento y acabado manejo del lenguaje.» «Para LSL, pensando en el Lejano Oeste.»1

Y hay los que se juegan la carta de aparecer como ingeniosos ante los ojos del crítico:

«A mi amigo LSL, al singular Filebo de prosa sutil, al Presidente de la Sociedad de Escritores de Chile, tres personas distintas y un solo ser no más».

«Para LSL aguardando que su espíritu astuto se deleite.»

«Con el color de la savia novel y emprendedora.»
«Invitación a un brevísimo viaje en el tren del recuerdo literario.»

Luis Rivano, el Paco Rivano, escoge la complicidad con humor: «Para mi tío Filebo, autor de la “antisolapa” y sostenedor del mito “Rivano” aduras penas, esperando que no se sienta aludido por el cielo y la guaripola». Están los que apelan a lo emotivo envolviendo también a la mujer de Sánchez Latorre: «Para Lucho y Mimí, amigos queridos y pareja de ejemplar amor y ternura, con la admiración fraterna»; o este: «Para los grandes artistas y escritores Mimí y Luis».

Los que recurren a la complicidad o a la buena crítica anterior:

«Por su siempre valioso estímulo».

«Esperando que estos cuentos le gusten un poquito.»

«Al siempre joven Filebo, a quien tanto le debo…»

«A nuestro gran Presidente LSL, esperando su valiosa opinión.»

Los sobrados:

«Con la simpatía afectuosa de mi amistad» (Luis Durand).

«[Esta novela] fue aplaudida y atacada, pero sigue quebrando “récords” de ventas en todas las ferias…»

Los prácticos parecer seguir la fórmula de soplarle al crítico de qué va el libro y, en lo posible, qué es lo que debe decir:

«Para el gran Filebo, este viaje imaginario en compañía de tantas voces olvidadas, con el afecto y la admiración de su amigo»; «… estos versos, esperando que en ellos se muestre algo del amor y la soledad del hombre».

Y entre los prácticos habría que agregar a los que van al hueso y ponen el teléfono primero para que los llamen. O los derechamente francos: «Paletéate con tu amigo».

Imposible que faltaran los picados: «… su amigo desconcertado»; «a LSL, tan alejado, por desgracia…».

En el mundo de los libreros viejos un volumen con dedicatoria de su autor suele tener un precio más alto. Pero en realidad nadie imagina que se trata de todo un subgénero de la literatura, literatura fantástica me atrevo a decir, pues es ella el revés de nuestras más secretas intimidades y pesadillas.

Luis Sánchez Latorre
En 2017 se cumplirán diez años de la muerte de este significativo escritor y crítico chileno (1925-2007), que comenzó a escribir muy joven en Las Últimas Noticias, donde desde distintas trincheras –reportero, columnista, editor– se mantuvo hasta su muerte. Alternó también su labor con algunos heterónimos como Filebo y Pepys, colaborando en el diario La Segunda y principalmente en El Mercurio. Además de las recopilaciones Los expedientes de Filebo (1965) y Memorabilia de Filebo (2000), publicó la novela Lejano Oeste. En 1985 obtuvo el Premio Nacional de Periodismo.


1 Lejano Oeste es el título de un libro de LSL.