«El tipo de humor que me interesa –ha dicho– tiene que ver con la incomodidad; esa especie de teatralidad que surge entre las personas en momentos muy engorrosos. En enfrentamientos, en emergencias, en desorientaciones.» Es una fórmula, su fórmula, estrenada hace ya cuarenta años, cuando ganó el concurso de ficción de  la revista Seventeen con el relato «Raspberries», publicado en enero de 1977. Su primer libro, Autoayuda, de 1985, una especie de guía a lo Perec repleta de relatos en segunda persona, fue celebrado como un prodigio de resonancia, y ahora, a los sesenta, su estilo sigue siendo el de esa veinteañera sensible, aguda y superdotada, una que produce relatos sólo aparentemente festivos pero en el fondo demoledores. Por eso, cuando se piensa en humor y buena literatura no es raro que aflore el nombre de Lorrie Moore.

Sólo que a estas alturas Marie Lorena Moore, nacida en 1957 en Glenn Falls, a medio camino entre el ruido de Nueva York y el hielo de Buffalo, no quiere conversar con extraños. «A estas alturas –escribe por correo–, sólo hago entrevistas por mail. Dime si te sirve.» A estas alturas es el año 2018, tiempos extraños para los Estados Unidos y para el mundo pero quizás no tanto para la narrativa de Moore, que pareciera siempre a gusto, en combustión, en el absurdo. Ahí aflora el humor como recurso y refugio ante la incomodidad de tener que relacionarse con extraños, de tener que cargar con uno mismo.

En «Cómo ser una otra mujer», por ejemplo, el cuento parece referirse a algo más que a la condición de amante de la protagonista: es la otra mujer pero también otra mujer consigo misma. Lo que parece una insinuación al comienzo del relato va impulsándose hacia el final, volviendo con fuerza con cada perturbación:

«Un amante –escribe la joven Moore– es tener, constantemente, un libro prestado de la biblioteca». Y luego: «Pregúntate quién eres».

La autora responderá preguntas y lo hará dos veces. Responderá al día siguiente del envío del cuestionario y luego dos semanas después, sin nuevo correo mío de por medio, corrigiendo o ampliando sus respuestas. Responderá a veces con un dejo de cansancio y a veces con optimismo, con una carita sonriente como respuesta a los halagos.

–«Cómo convertirse en escritora», uno de los cuentos de Autoayuda, parte así: «Primero, trata de ser otra cosa. Cualquiera». Luego, «fracasa miserablemente». Y eso «sólo para comenzar». ¿Es escribir todavía un desafío para usted?

Sí, siempre es como si estuviera empezando de cero. No sé por qué pasa así, y tal vez uno no está empezando de cero porque ha absorbido todo tipo de conocimientos literarios, de experiencia y de trucos, pero nunca se siente así. Escribir siempre es un desafío. Y más a medida que uno envejece. Tengo un montón de hábitos de postergación y de tácticas para detenerse y distraerse con cualquier cosa. Además, el café tiene que ser perfecto para que el cerebro se encienda bien.

–El humor tiene un papel importante en su trabajo. Parece que cuanto mayor es el desafío, mayores son las posibilidades de que surja como una herramienta poderosa, dinámica. ¿Cómo definiría la importancia del humor?

El humor es liberación de tensión, pero también indica supervivencia y es el tono y el punto de vista de alguien que ha sobrevivido. No es que los problemas no regresen, pero el humor lo pone a uno por delante en el tiempo, en un lugar donde ha triunfado sobre la adversidad.

El humor –agregará semanas después– es principalmente la verdad. Es la conciencia humana que se niega a ajustarse a las ideas prescritas de respuesta. También suele ser sólo un accidente, una colisión de dos cosas dispares.

Tiempos extraños

Autoayuda dio paso a otro celebrado libro de cuentos, Como la vida (1990), que incluye el relato homónimo en donde una pareja intenta salir adelante en un Nueva York distópico donde está prohibido apagar la televisión mientras de fondo late la historia de siempre: la ecuación entre el dolor soportable y los pequeños placeres del día a día («Miró ese cuerpo: la espalda, los brazos, las caderas. Nadie escribía sobre las caderas de los hombres»).

«Como la vida» fue el texto encargado de cerrar la Antología del cuento nortearmericano seleccionada por Richard Ford (publicada en español en 2005 por Galaxia Gutemberg). El final es una invitación temerosa al futuro: «Se acercó a él con un corazón del cual, algún día, arrancaría el terror. Aquí. Pero no ahora». Una forma de cerrar el siglo y dar la bienvenida a otro: una promesa extraña que ha empezado a asentarse.

«Sé como tres cosas sobre escribir y las digo en la primera clase, luego tengo problemas para rellenar el semestre, no tengo nada que decir.»

En sus libros de cuentos, así como en sus novelas –Anagramas (1986), Hospital de ranas (1994) y Al pie de la escalera (2009)–, aparecerán la enfermedad, la muerte y el desamor familiar  y el romántico, salpicado siempre con la infidelidad, con protagonistas sensibles artísticamente pero con pocas herramientas para los rigores del vivir y el querer. Son mujeres que temen formas muy específicas de mediocridad, que leen en la playa libros sobre genocidios mientras su matrimonio se desmorona. Hay humor, hay dureza y hay piedad. Con el otro y con el país del que forman parte.

Ese país es también el país de Trump, aunque Moore –votante habitual del Partido Verde– ha declarado estar «cansada» del Presidente. «No siento la necesidad de escribir sobre él», dijo en marzo. «Y vi ese video de Melania evitando la mano de su esposo en el aeropuerto de Tel Aviv, lo vi una y otra vez y a diferentes velocidades. Me pareció tan entretenido».

–Estados Unidos parece hoy un país profunda- mente dividido. ¿Cree que algo ha cambiado realmente durante los últimos años o que el fenómeno es una ruptura social heredada del pasado?

Creo que no es un cambio sino una revelación de divisiones no examinadas del pasado. Creo que en realidad somos un mejor país que en el pasado, y que el clima político actual simple- mente muestra dónde se encontraban las fisuras y las fallas.

–Usted ha escrito varias crónicas políticas en los últimos años, pero una sola desde que asumió Trump. ¿Cómo describiría su presidencia hasta ahora?

Es un reality show pero uno no especialmente bueno, aunque supongo que no queremos que Trump lo sepa porque intentaría subir el rating con algunas maniobras macabras. Yo había pensado que no le iba a gustar ser Presidente, pero parece que lo disfruta. [Y dos semanas después:] Lo único que sé es que espero nunca volver a escuchar las palabras «Stormy Daniels», pero sospecho que no tendré tanta suerte.

Marie, de Wisconsin

Días después de esta entrevista, en  una  librería neoyorquina llamada Books Are Magic, en  el centro de Brooklyn, Lorrie Moore asistirá a una conversación con Wesley Morris, crítico del New York Times, que parecerá una reunión con sus feligreses, que llenarán el recinto media hora antes: poco más de cien personas entre abuelas, padres de barba hípster y adolescentes con skate. Ahí contará que está contenta de conocer a Morris porque comenta todo el tiempo en el blog  de él bajo el nombre de «Marie, de Wisconsin».

«Búsquenme», dirá. «Lo único que digo todo el tiempo es: yeah.»

Moore estará ahí para hablar de su último libro, See What Can Be Done (2018), que reúne sus trabajos reseñando libros y series de televisión –desde Homeland True Detective a la incomparable The Wire («no encontré nada que criticarle, nada en absoluto», dirá)– y sus crónicas políticas, incluyendo un retrato de Hillary Clinton de 2016 donde la compara con una «reina de Blanca Nieves envejecida». El nombre del libro es un guiño a su editor en la New York Review of Books y al acto de escribir: con cada libro que le enviaba para una posible reseña, Robert Silvers cerraba su correo con un «See what can be done. My best, Bob».

«Es un reality show pero uno no especialmente bueno, aunque supongo que no queremos que Trump lo sepa porque intentaría subir el rating con algunas maniobras macabras.»

El volumen incluye piezas como un ensayo sobre Titanic, de James  Cameron, escrito en el año 2000, que abre así: «A veces pienso que la adolescencia femenina es la fuerza vital más poderosa que la naturaleza humana tiene para ofrecer, y que la adolescencia masculina es la fuerza mortal más poderosa, aunque sea romántica. Para aquellos de ustedes que pensaron que la racionalidad y los estudios sobre la mujer se habían librado de formas de pensamiento tan amplias y narrativamente grotescas, bienvenidos. Hay café disponible al fondo de la sala».

«Creo que mucha gente no sabía que estaba haciendo reseñas, de nada, en los últimos treinta años. Mis padres no sabían. Estaban sorprendidos, decían “¿de qué es este libro?”, en fin», dirá Moore en la librería, ante las risas de los asistentes. Ahí, durante una hora y media, firmará libros, precisará que no le gusta tomarse fotos con nadie, expondrá sobre dar clases de escritura («Sé como tres cosas sobre escribir y las digo en la primera clase, luego tengo problemas para rellenar el semestre, no tengo nada que decir») y hablará de la separación entre autor y obra («Si alguien es una persona terrible pero su trabajo es realmente grandioso, ¿dónde vas? Simplemente no vas a la casa de esa persona a cenar, o no votas por ella. Pero si resultan tener, por accidente, algún rincón brillante en la mente que ha creado algo realmente interesante, no es que tengas que sacarlos de la repisa y quemarlos, no lo creo»).

–El mes pasado traté de conseguir boletos para asistir a su presentación en la Brooklyn Academy of Music, pero se agotaron los asientos, o al menos los bien ubicados. Parece que es una autora muy querida y admirada.

No sé mucho sobre eso, aunque, por supuesto, todos los escritores están agradecidos de tener lectores. ¿Me dices que algunos asientos son atractivos y otros no tanto? Lo lamento.

–Si le pregunto por siete cuentos que realmente la han conmovido, sólo siete, ¿en cuáles pensaría?

Elegiría seis historias de Alice Munro: «Entusiasmo»  [Carried away], «La  virgen albanesa», «Todo queda en casa», «Escapada», «Las lunas de Júpiter» y «Secretos a voces». Luego agregaría «The Moon In Its Flight», de Gilbert Sorrentino.

–Ha mencionado que siempre vuelve a la literatura de Alice Munro. ¿Es ella su autora favorita?

Oh, probablemente. Ha transformado radicalmente lo que puede hacer un cuento. Es una artista brillante y una ve cosas nuevas cada vez que la relee. Bueno, Munro es tal vez la mejor escritora de cuentos que haya vivido. O sea, esto no es un concurso, pero a veces ciertas cosas parecen claras.

–¿Cree que los mejores narradores todavía son de los Estados Unidos?

¡Lo creo!

–Los latinoamericanos tendemos a creer que la innovación dentro de la narrativa estadounidense parece prevalecer en los cuentos más que en las novelas…

Creo que las novelas de escritores estadounidenses de los años 60 y 70, Vonnegut, Sorrentino, Barthelme, también fueron experimentales.

–En los últimos años, coincidentemente con la aparición de traducciones de la obra de Roberto Bolaño, pareciera que los autores latinoamericanos son más reconocidos entre los lectores estadounidenses. ¿Hay algún autor de la región que le haya llamado la atención?

Bolaño está bellamente traducido y todavía es leído por muchos escritores jóvenes. Cuando estaba haciendo mi posgrado todos amábamos a Puig, a Cortázar y a Fuentes. También me gustan Luisa Valenzuela y Ariel Dorfman. Me encanta el trabajo de Bolaño. Pero realmente el traductor es clave. Desafortunadamente no leo en español, lo cual es una verdadera desventaja. Él tiene buenos traductores.

En Nashville

Moore, que se define como una escritora «lenta», no tiene apuro. Luego del monumental Pájaros de América (1998),1 el cuarto volumen de relatos breves de Lorrie Moore llegó dieciséis años después con Bark, término polisémico que podría traducirse como «ladrido» o «corteza»; Seix Barral tituló Gracias por la compañía. Este año pasó un par de meses en Nueva York haciendo trabajo de campo para su próxima novela y el resto del tiempo lo divide entre su hogar en Madison y su nuevo lugar de trabajo en Nashville, Tennessee, una ciudad que sólo había visitado una vez, para el tour de Birds of America en 1998 (enseña inglés en la Universidad de Vanderbilt). Treinta años después, como si fuera uno de sus cuentos, un día el encargado de una librería anunció por los altoparlantes: «Damas y caballeros, Lorrie Morgan está en nuestra tienda, así que vengan a buscar su firma de Lorrie Morgan». Los clientes llegaron con el último cedé de la cantante de country y encontraron a Moore, de 61 años, con una semisonrisa.

«Estaban decepcionados –explica–, pero fueron corteses.» Moore pareciera parafrasear a una de sus protagonistas de los cuentos de Como la vida. Esa que dice, en una frase como casi siempre tramposa de traducir: «Nothing’s a joke with me. It just all comes out like one».

–Irse a Tennessee pareciera un plan de partir  de cero. ¿Cómo ha cambiado su vida y su escritura en los últimos años?

Todavía soy muy nueva en Nashville, y Nashville está cambiando tanto que se está convirtiendo  en algo nuevo, incluso para la ciudad misma.

Y dos semanas después:

–Lo que cambie mi vida y lo que cambie mi escritura aún está por verse.

 

1 Es más de lo que puedo decir de cierta gente se tituló la primera edición en español de este libro, de Emecé Argentina, con traducción de Alicia Steimberg (1999).