Huellas dactilares para la poesía

Presentación de Rodrigo Rojas

El poeta Cristian Forte nació en Argentina en el año 1977, pero quien ha hecho posible su visita a Chile es el Goethe Institut. Lo hace porque desde el 2009 que Forte está desordenando la escena poética y editorial de Berlín y no hay nada que plazca más al espíritu alemán que el desorden. Eso naturalmente es un chiste, pero también una verdad. Un chiste porque desafía el lugar común, nuestro prejuicio, acerca de la severidad alemana y es verdad porque en ese país este poeta, performer, editor y músico ha encontrado una potente caja de resonancia que le ha permitido proyectar su obra internacionalmente.

El arte de Forte viene del espacio público. Entre el año 1999 y el 2006 perteneció al grupo de arte Etcétera, un colectivo con un rasgo político e interdisciplinario que ejecutaba acciones en espacios públicos de Buenos Aires con una clara herencia del surrealismo. Una vez en Berlín funda el proyecto editorial Milena Berlín al que se siente inclinado a presentar como una no editorial. Una de las razones es que se trata de una iniciativa que busca elementos no tradicionales para fabricar libros, desde paraguas abandonados hasta botellas de licor encontradas en los parques. Estos libros en la jerga artística se les conoce como libros objeto, que de por sí suena como una redundancia dado que todo libro es un objeto, lo mismo que un zapato lo es y una piedra también. Este apellido objeto le es asignado al libro cuando como soporte para el texto compite con lo escrito. Es decir, cuando aquello que dice el libro es dicho tanto por el texto como por el libro mismo. A veces, muchas veces, es el soporte el que tiene una elocuencia mayor. Cristián Forte desarrolló su arte de manera brillante, tanto como editor como autor de sus propios objetos. Algunos de ellos serán exhibidos durante esta conferencia y me place saber que existirá un video de registro para la consulta de literatos y artistas y curiosos de toda naturaleza.

Alfabeto Dactilar (2014) es uno de los libros objeto que me gustaría destacar. En este vemos cómo cada una de las letras de nuestro abecedario se transforma en una huella humana. Esto tiene una belleza muy simple. Pues son las finas líneas de los pulgares, únicas a cada ser humano, las que representarán letras y nuevas palabras. Por cierto, serán palabras ilegibles por el lenguaje consensuado, pero inmensamente elocuentes si se leen desde el gesto, desde la memoria del cuerpo. Es una belleza simple, pero a la vez de una profundidad insospechada, puesto que el poema aquí es todo el alfabeto, es la huella singular de un solo dedo y es la experiencia de cada ser humano que participó estampando su firma dactilar en el libro.

Adicionalmente se trata de un poema que no requiere traducción. No se me ocurre en este momento otro poema, un libro que pueda reclamar para si ser políglota con un solo alfabeto. Ahora se me ocurre: ese poema se puede llamar geometría o puede llamarse álgebra. Pues bien, ahora nos queda claro donde habría  que  catalogar este libro de Forte: en la misma estantería de Pitágoras, de Euclides y del persa Al-Juarismi.

 

Limpiar el caos – edición alternativa

Cristian Forte

 

 

Voy a contar como se desarrolló la primera edición de lo que fue la no-editorial Milena Berlín. Encuentro fundamental narrar este proceso porque la historia conserva el mismo espíritu con el que se publicaron las ediciones y se realizaron las acciones poéticas. Para hacerse una idea de cómo fue la primera edición hay que tener en cuenta que, entre tres personas, no contábamos con más de 50 euros para la inversión del libro.

El lugar que inspiró la creación del libro objeto fue el parque Hasenheide en Berlín. El parque tiene una extensión de 5 hectáreas y su superficie es atravesada por senderos de variada longitud y curso, rodeados de árboles y principalmente arbustos de no más un metro de alto. En Berlín este parque resulta ser un lugar de tránsito importante pues conecta al barrio de Neukölln con el antiguo barrio reo de Kreuzberg. Durante el mes de febrero y marzo del 2011 junto con Cris- tian Loaiza y Adria Chilcote pasamos allí varias tardes recolectando botellas vacías de vodka y licor. Nos juntábamos después del mediodía. Aún recuerdo la tarea como un pequeño desafío. En esa temporada del año, a las 15:00 horas la luz va mermando y a las 16:30 uno se encuentra ya en principio de la noche. Suponíamos desde ese momento que el parque Hasenheide iba a ser el lugar indicado para encontrar lo que nosotros definíamos como “yacimientos.” Es decir, reductos no muy definidos cerca de los bancos del parque en los cuales llegábamos a encontrar hasta 10 o 12 envases de vidrio. Algunas botellas estaban a la vista y otras semi-enterradas. El resultado de esta recolección metódica que se prolongó durante semanas, resultó ser un libro objeto. Recolectamos un total de 315 botellas, las cuales lavábamos y luego re-etiquetamos. Los textos fueron escritos por el poeta guatemalteco Cristian Loaiza y la edición estuvo bajo el cuidado de Adria Chilcote, una diseñadora de Oklahoma que conocí en un bar circunstancialmente a través de Cristian. Desde la primera reunión Cristian tenía presente idear el poemario como un libro objeto. El libro se llamó finalmente Alcohol. Cada página del libro se correspondía con una botella. Así, cada una de las 45 páginas fue envasada. Llegamos a hacer siete ejemplares numerados. Este es el poema de la botella número XXV:

puedo dormir? puedo dormir? puedo dormir?

el sueldo es insuficiente puedo dormir?

puedo dormir? puedo dormir?

su saldo es insuficiente

Recuerdo especialmente dos sucesos de aquél periodo que me gustaría rescatar. El parque se caracteriza también porque en diversos sectores del mismo hay decenas y decenas de dealers vendiendo marihuana en puntos determinados. Por medio de un sistema de turnos ellos pueden pasar día y noche a la espera de clientes. Recuerdo la tarde en que tuvimos que correr junto con Cristian después de encontrar algunas botellas de licor entre unos arbustos al costado de un sendero. De manera ingenua obviamos el hecho de que estábamos invadiendo  territorios  donde los vendedores guardan la droga bajo tierra para no portar nada encima en caso de haber un control policial. El segundo hecho, fue mi encuentro en Berlín con el poeta chileno Enrique Winter. Él quedo entusiasmado por el proyecto de Alcohol y remarcó un punto significativo que me hizo pensar en el provecho que se le puede dar a la basura local. Winter sugirió que nuestro libro pudo hacerse con poco presupuesto solo porque estábamos en Berlín. Las mismas bebidas son caras en Latinoamérica y en general la gente guarda los envases, ya vacíos, para darle uso doméstico. Este aprovechamiento de la basura local se repitió luego en la cuarta edición de Milena, 333, cuando Roberto Equisoain tuvo la genial idea de forrar las cubiertas de sus libros con telas de paraguas encontrados en la calle.

Durante la existencia de la no-editorial Milena Berlín intentó generar una plataforma artística “in progress”. Esta nació en noviembre del 2010 después de haber hecho la primera ocupación de un stand, junto a la no-editorial argentina Milena Caserola, en la Feria Internacional del Libro de Frankfurt. Milena Berlín desarrolló proyectos de expresión poética como libros objeto, fanzines, libros de artista o performances.

Uno de los objetivos de Milena Berlín fue generar un intercambio creativo entre artistas y que los resultados de dicho intercambio se concretizaran a través de una obra-libro. Trabajamos con conceptos de producción que variaban según cada autora y autor aunque nos resultó de especial interés experimentar con técnicas artesanales y, según las características de cada proyecto, utilizar también materiales recuperados o reciclados. Milena Berlín pretendió crear también una plataforma de trabajo que sirviera como puente para conectarse con grupos y sujetos interesados en la creación de redes. Otros propósitos de circulación se concretizaron a través de la coordinación de exposiciones, lecturas, conciertos y especialmente talleres de autoedición.

Al tercer año del proyecto comencé a dictar talleres de edición y libro en formato alternativo. Desde mi perspectiva este fue uno de los logros más relevantes del proceso ya que por este medio fue posible llevar a cabo la socialización de lo aprendido en los años anteriores. Preferí definir a Milena Berlín como una obra de arte y eso la fue transformando en una no-editorial. Viaje a diversas ciudades y pude contribuir a difundir las obras de autoras y autores ya editados. Eran fanzines y folletos hechos a partir de dobleces y costuras simples que comenzaron a tener cierta circulación también afuera de Berlín. Al final del taller cada participante aprendía a construir 6 modelos hechos con hojas de papel tamaño A3 o A5. En definitiva, el hecho que más me entusiasmaba era que al final de cada taller me encontraba frente a potenciales editores y editoras de

libros. Recuerdo todavía las palabras de aliento de Matías Reck, editor de Milena Caserola en Buenos Aires, cuando en el 2010 me dijo: «No hay problema que no tengas un taller, que tu computadora sea vieja y no sepas usar un programa de diseño. Una editorial es algo inmaterial. Solo hace falta que digas que sos editor». Así pues, me tomé en serio su consejo. Entre el 2010 y el 2016 se lograron hacer 17 ediciones. Los artistas, músicos, escritoras y escritoras publicados por Milena Berlín pueden encontrarse en nuestro blog.

Creo que cada libro objeto, fanzine o disco que se hizo mantuvo diferentes grados de intensidad, especialmente porque la relación con cada obra y artista se tradujo en ediciones disímiles tanto en estilo como en formatos. Esta fue, quizás, una consecuencia indirecta de la heterogeneidad de Berlín. Cada encuentro con un artista implicaba un vínculo particular ya que todos llegábamos de distintas ciudades con un bagaje diferente. Pronto me di cuenta que el rol de editor no me iba bien y preferí pensarme entonces como un facilitador o coordinador. Eso me hizo pensar que la manera de enfocar un buen proceso no era centrarse en el libro como objetivo sino conformar una buena dinámica con relación a todo lo que rodea al libro —generar un espacio de confianza para que la persona pueda ofrecer lo que sabe.

Sinceramente y después de 6 años de actividad aún no sé si yo pueda aportar algo nuevo a la definición del libro o el libro objeto. La pregunta que sí me hago es por qué hacer un libro y hasta ahora encontré dos motivaciones que activan ese deseo. Por un lado, considero la potencia inherente de una práctica de escritura que se acerque a la poesía, la cual considero, a diferencia de otras artes, la más inclusiva. No tuve la oportunidad de comprarme una cámara fotográfica cuando quise y tampoco pude pagar en mi adolescencia los talleres de pintura con un buen profesor, sin embargo, la poesía siempre estuvo a mi alcance. Creo que esa accesibilidad y libertad relacionada con la escritura poética me motivó a descubrir también la experiencia de construcción de libros. Es decir, hacer evidente la manipulación y producción del libro como algo cercano. Dar evidencia a lo cercano. Intentando concebir así a la práctica de la escritura, al rol del poeta y al libro como producto, como resultado “natural”, como un quehacer y no un oficio inflexible o dependiente únicamente de la estructura de lo que entendemos formalmente como editoriales.

Las tapas y el interior de mi primer libro de poemas lo hice en Buenos Aires recortando radiografías que encontré en los tachos de basura de un hospital. Podría asegurar que en ese momento no tenía en mente la categoría libro objeto. El uso de materiales reciclados lo conocí más bien por la tradición de la cultura del punk- rock, la cual entiende que lo que quieras decir puede ser re-transmitido por el soporte que se te ocurra y lo que tengas a mano. Mi segundo libro se produjo bajo condiciones muy diferentes. Fue hecho de manera colectiva con el grupo Etcétera a principios del año 2000, también en Buenos Aires. Esta vez encuadernamos el libro con tornillos y tuercas, incluimos dentro anzuelos de pesca y también globos de látex para que los lectores pudieran hacer bombas de pintura. En este caso la fuerza del trabajo en grupo aportó nuevas ideas y generó de manera informal un compromiso con el libro que posibilitó un mayor alcance y difusión.

Estoy convencido de que el libro es un cuerpo capaz de contener afecto. Creo que la perceptibilidad del libro a los aromas, las manchas y los lenguajes lo transforman en un organismo mutable y vigoroso. Creo que a diferencia del libro en soporte digital, el libro objeto provee una amplitud especial y diferentes escalas sensoriales. Disfruto la experiencia poética en formato libro principalmente porque aún no termino de acostumbrarme a la limpieza y prolijidad de la pantalla y a la relación que ella crea entre la letra y la luz. Es posible que mi lado más conservador identifique a la poesía con lo sucio y la sombra. Sin embargo, pienso que el desarrollo tecnológico anticipa muy buenos tiempos para  la poesía particularmente por el auge de medios de impresión más sofisticados y  baratos. No obstante veo que ambos son fenómenos complementarios ya que los medios digitales resignifican y le dan un nuevo valor a la pieza manufacturada, a lo precario, a lo antiguo y lo no pulcro. Esto se traduce también en el ámbito de la edición de música cuando vemos como se reactiva, ya desde las últimas décadas, la producción de discos de vinilo.

Cuando pienso en una obra trato de nivelar sus potencias. Aunque tengo presente que la solución por medios digitales se presenta frecuentemente como una primera opción, trato de igualar los medios no-digitales a mis planes y experimentar con ellos.

Ya en el último año sentí que estaba identificándome demasiado con el proyecto. Este fue un factor importante para pensar en tomarme una pausa y limpiar un poco el caos. Milena dejó de editar en enero del 2017. Pero un par de meses después surgieron nuevos planes. Hace poco, junto con los amigos Carlos y Miguel encontramos en la ciudad de Leipzig una pequeña empresa que todavía produce casetes. En este momento estamos preparando un proyecto que viaje en esa dirección. El próximo paso es comprarnos un equipo de audio con doble casetera para empezar a grabar. Pensamos editar música y las obras circularán por la web pero, claro, asegurándonos de que el audio mantenga la cálida y agradable textura del sonido analógico.

www.milenaberlin.blogspot.de