Una vez a la semana recibo un correo de Medium, una plataforma digital de publicación, con un resumen de mi actividad escritural en esa página: visitas, número de lecturas, seguidores. Es una microdosis de adrenalina en mi rutina semanal abrir ese correo y descubrir que un artículo que publiqué el año pasado recibió 205 visitas esa semana porque lo tuiteó una cuenta de pensamiento anarquista. No solo eso, sino que me dice cuántas de esas personas leyeron el artículo completo: una cifra que ningún tiraje de revista tradicional captura. Mi debilidad por las estadísticas, junto con el deseo de publicar sin presiones, pero en algún marco comunitario mayor, me ha llevado a publicar en Medium textos que quiero mostrarle al mundo pero que no caben en espacios más institucionales, desde la traducción de un ensayo de filosofía pop hasta reseñas de Game of Thrones.

Desde su inicio en 2012, Medium ha explorado modelos de publicación digital y formas de capitalizarlos. Su interfaz para escribir es limpia e intuitiva, como lo son también los artículos publicados. Envían boletines con lo mejor de Medium y series temáticas sobre la confianza, el cuerpo humano, la post-verdad y otros temas de moda. Aspiran así a superar el solipsismo de la blogósfera tradicional, donde parece haber incontables blogs sin audiencia ni interconexión.

Cómo monetizar la plataforma es un problema que aún no resuelven. Lo que tienen claro es que no basta con medir el éxito a través de las cifras del tráfico de visitantes. La tasa de lectura tiene sentido no solo para escritores en busca de validación, sino también como una forma de evaluar la calidad de cada visita. Actualmente, Medium intenta ser rentable vendiendo membresías para acceder a contenido exclusivo. Cualquiera puede publicar en la plataforma, pero solo quienes acepten poner su contenido tras el muro pagado podrán obtener algo a cambio. De todas formas, saber que incluso de vez en cuando mi contenido puede ser recogido por los curadores o sugerido en algún otro artículo abre posibilidades de vínculos que no están ni en una revista impresa ni en un blog aislado.

Un año después del lanzamiento de Medium, el gigante digital Amazon adquirió la red social de catalogación de libros Goodreads, otra plataforma en la que suelo leer y escribir. Acá no abrigo esperanza de llegar a ganar un peso por las cerca de 150 reseñas que llevo. Más bien lo veo como un registro personal de mis lecturas. Esta escritura personal, sin embargo, tiene una audiencia potencial global: de vez en cuando me llegan solicitudes de amistad de personas en Marruecos, recordándome que mis reseñas son globalmente públicas.

Si bien siempre busco otros medios donde compartir reflexiones de lo que leo, en Goodreads puedo llevar y conservar un registro completo. En una publicación tradicional, solo podría publicar ciertas reseñas, bajo alguna línea editorial. Aquí, nada queda fuera: ni ese clásico de ciencia ficción ni ese mamotreto que leí para un curso ni la autoficción chilena reciente. Aunque imagino que Amazon usa mi trabajo para optimizar sus ventas y publicidad, la utilidad de la herramienta sobrepasa cualquier reparo ético.

Algo conecta a Goodreads y Medium en mi visión de usuaria, pese a sus diferencias: ambos permiten que publiques hasta en élfico si lo deseas. Cuando leo un libro en inglés, puedo escribir la reseña en inglés, y no hay problema. Cuando traduje un ensayo, lo publiqué junto con una reflexión sobre el proceso, ambos textos en español. No hay demasiadas plataformas «tradicionales» que ofrezcan esa libertad. Para escritores que quieren ir formando un registro personal y a la vez aspirar a una audiencia global, no está mal la libertad de estas nuevas plataformas.