Nostalgia de papel

Presentación de Evelyn Erlij

El escritor argentino Damián Tavarovsky, traductor de Flaubert y apasionado de su obra, dice en Literatura de izquierda que para el autor de Bouvard y Pécuchet la escritura era un juego, un experimento con el que hizo estallar la tradición literaria. La novedad, apunta Tavarovsky, es que esa ruptura viene dada por un modo de escribir, es decir, por el estilo  y ya no por el tema, la moral, las costumbres y la historia. La literatura pasa a ser una lucha, “la sintaxis como campo de batalla y la frase como territorio en disputa”, y tal  como en una guerra, los muertos, los heridos, los damnificados –que en la escritura vendrían a ser los borradores, las palabras tachadas, las correcciones y las anotaciones al margen–  dicen tanto o más que el relato del triunfo o la derrota final.

En la escritura, como en el arte contemporáneo, el proceso de creación se convierte en parte de la obra, y es ahí donde se instala el trabajo de Pierre-Marc de Biasi: en esas decisiones de micropolítica literaria, como las llama Tavarovsky, en la obra entendida como un proceso.

Podría decirse que es un creador polifacético: es especialista en crítica genética, en Gustav Flaubert y en la historia del papel; es escritor, investigador y artista plástico, pero todos esos caminos están unidos por inquietudes similares. Maxime du Camp, amigo de Flaubert y director de la Revue de Paris, solía decir: “la literatura puede dividirse en dos escuelas diferentes, la de los miopes y la de los présbites. Los miopes ven por los bordes, le dan importancia a cada cosa porque cada cosa se les aparece aisladamente (…) Los présbites, al contrario, ven el conjunto, en el cual los detalles desaparecen para formar una suerte de armonía general”. Siguiendo esta idea, la obra de Pierre-Marc de Biasi es la de un miope, la de un artesano que trabaja los detalles y la materialidad, ya sea a partir de la crítica genética, la escultura, la pintura, la instalación artística o la historia del papel.

Puede ser una observación antojadiza, pero no extraña que venga de Francia, un país obsesionado con la conservación material de la memoria, donde las placas conmemorativas abundan, donde se teme  que las bibliotecas públicas, que cada año reciben más  de  40 mil libros nuevos, pronto no serán capaces de conservar  ni de difundir sus fondos. Francia es la cuna del papeleo y la burocracia, el país donde los inmigrantes ilegales son  los “sin papeles”, uno de los pocos lugares del mundo en que los medios impresos sufren, pero sobreviven. No es mi intención idealizar –hay grandes librerías que cierran y editoriales que agonizan–, pero en esta era digital, hecha de e-mails, códigos QR, e-books y un sinfín de soportes invisibles, a los franceses todavía les queda algo de nostalgia por lo tangible. Pierre-Marc de Biasi es una suerte de fetichista en un mundo cada vez más desmaterializado, pero un fetichista que ha levantado interrogantes esenciales.

¿Cómo se ejercerá la crítica genética cuando hoy casi nadie escribe sobre un papel?

¿Será una disciplina a  cargo de unos geeks que se dedicarán a estudiar cuántas veces un escritor hizo click en el botón “deshacer”, cuántas palabras borró o cuáles son las fechas de creación de las versiones de un texto?

Para los lectores y estudiosos présbites, la literatura  escrita en una pantalla no cambia absolutamente nada: el resultado es un libro impreso y bien empastado; pero no pasa lo mismo con los miopes, para los que ven bien de cerca. “Pese a que siga siendo literatura, las condiciones materiales de la escritura se filtran, o al menos gotean como una cañería rota, en el ánimo de un texto”, dice el escritor chileno Gonzalo Maier en Hay un mundo en otra parte, donde también afirma, con razón, que Proust no podría haber escrito En busca del tiempo perdido “sentado en una de esas sillas ergonométricas, tan grandes y feas, frente a la pantalla de un gigantesco Pentium III, que “los poemas de Vicente Huidobro resulta imposible imaginarlos en Word, inevitablemente subrayados con una ondulante línea roja. Y que “La novela luminosa, de Mario Levrero, en cambio, solo podría haber sido escrita en una copia pirata de Windows 95”.

En El último lector, Ricardo Piglia dice que la materialidad de la escritura tiene efectos inevitables en el estilo poético de un texto; que Kafka, por ejemplo, decía que las teclas no servían para la escritura personal, sino para la burocracia, para los textos despersonalizados y anónimos, ya que para él la escritura tenía un ritmo corporal ligado a la respiración, a los latidos, una pulsión que, según creía, se pierde  cuando la mano se aleja del cuerpo. A veces escribía con lápiz y otras con tinta, y aunque no se sabe si eran dos momentos o dos versiones de un texto, una más definitiva que la otra, al menos queda ese espacio para la conjetura: el papel, a diferencia de la pantalla del computador, permite acceder a una historia en tiempo real de la escritura,   a una suerte de guión del proceso que dio vida a una obra e incluso a la biografía del autor.

Algo así como la arqueología de la palabra escrita: los manuscritos son los fósiles, los huesos, las huellas materiales por las  que se accede a la obra de los que ya no están.

Es un hecho que la pantalla nos simplificó la vida, que escribir en un computador es más práctico, ecológico y  barato; que Google nos salvó del peso y la burocracia de las enciclopedias y los diccionarios, pero a cambio el tiempo histórico  de la escritura se desconfiguró, el tono amarillento de una foto vieja o de una hoja apolillada se sustituyó por el blanco inalterable de la página de Word. “Cuando termine Madame Bovary, en un año más, te llevaré mi manuscrito entero, por curiosidad. Verás a través de qué mecánica compleja lo- gro escribir una frase”, le dijo Flaubert a su amante, la poeta Louise Colet, y me pregunto cómo se leerán esas huellas en la cultura digital, cómo será el patrimonio inmaterial a través del que se interpretarán las obras actuales.

 

La vuelta al mundo de papel

Pierre-Marc De Biasi

  

He decidido titular a esta conferencia “La vuelta al mundo del papel” porque es un material que va mucho más allá de la materialidad misma, es un soporte que está animado por una especie de intencionalidad. Nacido tres siglos antes de nuestra era, llega hoy a un momento crucial de su historia. Podemos afirmar que representa la imagen misma de la cultura escrita y su difusión a través de los libros, sin embargo, es evidente que hoy el papel está ante un desafío de dimensiones considerables con la llegada de lo digital. Dicho esto, es necesario recordar que  se  trata de uno de los productos industriales que permanece como uno de los pilares de la economía moderna. El mundo consume 400 millones de toneladas de papel cada año, la economía del papel representa el 1,4% PIB mundial, es decir, es mucho más que la producción de todos los aviones y la industria aeroespacial mundial; por lo tanto, incluso si el papel gráfico, el destinado  a la impresión que es el papel tradicional, está amenazado por la irrupción del universo digital, podemos estar tranquilos porque seguirá siendo una materia crucial en el mañana.

Por otra parte, no es en lo absoluto seguro que lo digital llegue a destronar al papel para la conservación de las huellas escritas, hace dos años organicé en Francia una conferencia sobre la perennidad de lo escrito y había invitado al director del laboratorio de investigación más

importante conservación de datos de la defensa militar. Su consejo fue simple: impriman libros. Frente al avance informático y la evolución de los software y la fragilidad de la conservación    en ese ambiente insistió: impriman libros. Esto lo plantea un experto militar encargado de custodiar datos de vital y estratégica importancia. Cuando se trata de pensar en el largo plazo él sigue pensando en el libro.

Para hablar del papel es necesario hacer un gran viaje en el tiempo y reconstituir su itinerario desde que nació en el año 350 a.C en China e intentar comprender cómo es que terminó por dar la vuelta al mundo. Si se miran las enciclopedias, se encontrará que dice allí que el papel fue inventado en el primer siglo antes  de nuestra era por un chino llamado Cai Lun, personaje que realmente existió, era ministro de agricultura del emperador que vivió hacia el año 100 de nuestra era y es considerado por los chinos como una especie de dios del papel; pero no es en lo absoluto quien lo inventó, sino que es aquel que transformó y mejoró las condiciones del papel en China. Para descubrir quién es el inventor, debemos remontarnos a  cuatro  siglos y medio antes de nuestra era, es decir a la época de la construcción de la muralla china, para encontrarnos con la invención del papel por los chinos como una especie de solución a un terrible problema que les acontecía: la conservación de su cultura escrita. En China la conservación de la cultura escrita se efectuaba por medio de materiales como la piedra, la madera, los caparazones de tortuga; pero el libro más corriente  de China Arcaica es un libro de bambú, trozos de bambú planos, recortados para que se puedan trazar caracteres verticalmente, correspondiente al mecanismo de escritura chino; de hecho, se ligaban todos los trozos de bambú y eso hacía un libro. Era un ejercicio bastante barato, se podían escribir y crear libros a medida que se recorría  un camino, sin embargo, eran terriblemente pesados. Se calcula que un emperador del siglo V a.C. tenía la obligación de mover 150 kilos de expedientes, y un gran poeta de la antigüedad china que se llamaba Mozi necesitaba tres carretones para cargar con su biblioteca de bambú. En resumen, los libros eran demasiado pesados  y esto se aprecia en las múltiples quejas existentes en la literatura arcaica, sin embargo, había una materia mucho más fina y fluida que podría haber  servido  perfectamente  bien, salvo  por su altísimo valor, que era la seda. Por lo tanto, se impuso en la mentalidad china la necesidad de encontrar una materia que fuese tan fluida como la seda y tan barata como el bambú, y eso resultó ser el papel. De hecho, el origen del papel tal y como los chinos lo inventan en el año 350 a.C. es una mejora de la técnica de la tapa, una corteza de árbol que se aplana golpeándola encima, hasta hacer una lámina muy fina; se encuentra  en muchos museos precolombinos e incluso aún es una técnica utilizada en muchos lugares para hacer dibujos. Los chinos mejoraron esta técnica tomándose de la corteza del árbol de la seda (Albizia julibrissin, acacia de Constantinopla), reduciendo la fibra y transformándola en una especie de pasta, y es esta pasta la que da resultado a la hoja de papel, una hoja muy fina y resistente, hecha de fibras muy largas que permite una gran resistencia. Esta hoja de papel china   va a ser una especie de milagro, el secreto que  los chinos guardan durante mil años, además el papel funcionaba como una especie de símbolo del humano, es frágil pero resistente a la vez, hay un proverbio chino que dice “como si quisieras rajar una hoja de papel en el sentido contrario a la fibra”.

La invención del papel va a asegurarle a China un adelanto considerable sobre todos los otros pueblos del mundo. En materia de cultura escrita el papel chino va a ser vendido por las caravanas que van hacia la ruta del oeste, como un material extremadamente escaso y caro. Hasta el siglo VIII de nuestra era, los chinos han sido capaces de fabricar esa materia rara, que la gente en ese entonces percibe como una especie de milagro de aquella era, debemos imaginarlo como un papel coloreado de rosa, de verde, de rojo o azul y que además posee un aroma característico. En resumen es un producto de lujo, un producto absolutamente snob.

China  conservó  el  secreto  del  papel durante mil años y dicho secreto se encuentra ligado al ámbito de lo espiritual-religioso, pero también posee un carácter político. Para los chinos, el papel tiene un aspecto de desarrollo económico, así como espiritual. Es una materia ligada al ser humano, por ejemplo, en la fabricación de la pasta de papel, existe siempre una relación directa con el cuerpo del ser humano, se usan pilones para fabricarlo a mano e incluso pilones para pisarlo, pero siempre estableciendo dicha relación directa con la corporalidad de la persona que fabrica la pasta. Lo curioso es que los chinos manejaban perfectamente la tecnología de los árboles de levas para aprovechar la energía de los ríos, hubiesen podido instalar máquinas que fabricasen perfectamente la pasta de papel, no obstante, se niegan a ello, relegando a la fabricación de dicha pasta al ámbito de lo mágico. El papel está tan ligado a la religión que incluso, todos los países del sudeste asiático, incluido Japón, lo utilizarán para la difusión de la espiritualidad budista. Otra religión que va a poner fin a la hegemonía china sobre el papel es el islam.

En el año 751, el Islam que acababa de nacer y que ya había conquistado una parte de la cuenca del mediterráneo, cambia de dinastía comenzando con los Oméyades asentados en Damasco, por lo tanto era una versión más bien helenística y romana del Islam, dinastía que va   a ser reemplazada por los Abásidas, que van a sustituir el centro del poder del imperio dentro de Damasco hacia Bagdad, es decir hacia Persia, y es a partir de este cambio de dinastía surge la idea de islamizar el mundo, idea que se mantiene hasta el día de hoy. Por ese motivo las tropas del profeta en dicho año, deciden partir a la conquista de China para islamizarla; como el emperador de China tenía muchas ganas de volverse musulmán envió un enorme ejército de mercenarios, produciendo una batalla cerca de Samarcanda, en donde los árabes logran la victoria, pero es la última respecto a su avance hacia el este. Finalmente, la bandera islámica flota sobre Samarcanda y los árabes descubren las enormes papelerías y los lugares llenos de cáñamo, uno de los centros chinos de fabricación del papel que los árabes se apoderan en ese momento. El poder central de los Abásidas comprende muy rápido, así como los chinos habían comprendido en su momento, que el  papel  puede ser un medio muy importante, sobre todo en materia de lucha contra la corrupción; porque la mayoría de los documentos que eran escritos en la época sobre soportes tradicionales, como las pieles de animales, podían ser alterados median- te el sencillo hecho de rasguñarlos o rascarlos, y por lo tanto un emperador enviaba un documento al otro extremo del imperio, por ejemplo en España, nombrando algún dignatario, podía estar seguro de que ese dignatario no iba a ser el mismo, porque el documento iba a ser alterado y el nombre de ese dignatario iba, eventualmente, a ser cambiado debido a la facilidad de dicha acción. En cambio, si se intenta rasguñar al papel se produce un hoyo, por ende, no es posible adulterarlo o sustituir un nombre por otro y eso evita, en la administración de un imperio, los riesgos de corrupción o de falsificación de documentos, aunque después se aprenderán nuevas técnicas de adulteración en el papel, pero no en ese momento. En base a esto, los árabes descubren que es un producto de alto valor comercial y van a comenzar a establecer lazos comerciales con el occidente cristiano enemigo.

En occidente, el único soporte de la escritura en aquel entonces era el papiro egipcio que   se difundía a los alrededores del mediterráneo y luego utilizan la piel de animal que es lo que conocemos como pergamino; pero el papel árabe, incluso si tiene una mala reputación por ser árabe y por ende infiel, presenta una gran ventaja y es que cuesta diez veces menos que el pergamino. Los italianos envían espías industriales para saber cómo se fabrica el papel en tierra árabe. De hecho, dentro de mis investigaciones me he llegado a formular la hipótesis de que los italianos enviaron al mismo tiempo espías al lejano oriente y a las tierras árabes, para saber de forma más exacta como se fabricaba el papel y a partir de esto, formaron una tercera generación tecnológica para fabricar el papel, efectuando un producto totalmente diferente. La fórmula para hacer la pasta de papel, originalmente a base de junco en la cultura árabe y de bambú en el caso de los chinos, fue transformada por los italianos, mediante un procedimiento mecánico (por lo tanto más rápido) en un papel mucho más fino.. Una de las cosas que cambió en el trayecto del papel desde China a Italia es justamente la manera de fabricarlo, al comienzo los chinos utilizaban casi solamente vegetales para fabricar la pasta de papel, pero luego Cai Lun dijo que obtendría un papel mucho más resistente si se empleaban trapos y cuerdas para obtener una pasta mucho más resistente. Los árabes, en cambio, guardaron el secreto chino considerando que la única manera de fabricar papel era a base de viejos trozos de tela y los italianos heredaron esta concepción; debemos prestar atención a este detalle porque va a cumplir un rol muy importante en la historia de la fabricación del papel.

El papel italiano aparece en el año 1250, es el material aceptable y cristiano con el cual la cultura escrita va a encontrarse en una situación totalmente nueva cuando aparezca la prensa. En 1450 el encuentro entre la imprenta y el nuevo papel italiano va a posibilitar el renacimiento, pero lo más sorprendente es que si el renacimiento fue posible en base a los libros hechos   en papel, fabricados sobre una base textil, también fue posible debido a una revolución que se produjo en la moda en el siglo XIII. Hasta ese siglo el pueblo se vestía exclusivamente con lana, delgada en verano y más gruesa en invierno, lo que suponía un problema porque con lana no se puede hacer papel. Es porque justamente en el siglo XIII aparece un nuevo tipo sociológico que son los burgueses, que quieren vestirse como los nobles, con cáñamo y lino, produciendo un aumento crucial de la cultura del lino. Justamente ese efecto de moda producirá un excedente de trapos de lino para poder fabricar papel. Podemos imaginar que sin ese cambio de vestuario tampoco habría existido el Renacimiento. Es la acumulación de trapos de lino lo que permitió la fabricación de los libros entre 1450 y 1550 que cambiaron la historia de la cultura occidental. Es un cambio de escala radical. Montaigne leía en un año lo que sus predecesores alcanzaban a leer en su vida entera. Por ende, surge una demanda exponencial de trapos entre el siglo XV y el siglo XVIII y habrá que ir a buscar todos los trapos existentes en Rusia para fabricar la enciclopedia de Diderot y d’Alembert. La producción de los miles de ejemplares de dicha enciclopedia agota absolutamente la producción de papel de toda Europa durante seis meses.

La fabricación del papel se vuelve un asunto bastante extraño, mientras  la  industrialización es cada vez mayor, el material para fabricar  dicho papel es cada vez más escaso. Los molinos de papel italianos van a ser reemplazados  por una máquina inventada por un ingeniero francés Louis-Nicolas Robert, ingeniero que re- flexionó sobre el tema porque era el director de las imprentas reales francesas y tenía que vérselas con obreros que estaban siempre en huelga. Se propuso inventar una máquina que pudiese reemplazar al personal, usando la misma tecnología de la máquina que fabrica papel hoy en día a 140 km/h. Pero los planos de su máquina fueron robados el mismo día por un espía inglés que lo patentó en Londres. De esa manera las máquinas de fabricación de papel fueron inglesas en primera instancia, antes de ser francesas, sin embargo, el problema sigue siendo el mismo, había cada vez menos insumos, menos retazos de textil, trapos, etc. Había que ir a buscarlos cada vez más lejos, es por eso que el papel a comienzos del siglo XIX es un material escaso y bastante caro, lo que hacía imposible imaginar un periódico, por ejemplo, que sea accesible a todo el mundo y que a su vez sea barato. Esto es un reflejo del carácter internacional de la historia del papel, y en el desarrollo de dicha historia cada país contribuyó con algún tipo de idea, en el siglo XIX va a ser la química alemana la que va a intervenir en la fabricación del papel.

Examinando bajo el microscopio los retazos  de textil que conformaban la pasta de papel, los alemanes descubrieron que estaban hechos de celulosa y que dicho componente se encontraba en la madera y que a raíz de eso era mucho más barato encontrarlo en cualquier parte y en cualquier vegetal; y ese descubrimiento científico agregado a la intervención de la máquina   de papel, produce una nueva etapa en la historia del papel que es la aparición del papel a bajo costo. Precisamente la condición que permite el surgimiento de la democracia de opinión, pues- to que por primera vez es concebible imaginar un periódico cuyo precio sea accesible a los pobres. El precio del papel se divide prácticamente por cien y por lo tanto, donde un diario era publicado, a comienzos del siglo XIX en 10.000 ejemplares, como el Pettit Journal  por ejemplo,  a fines de dicho siglo va a ser publicado a más  de un millón de ejemplares por día,  por lo tanto 10.000 ejemplares es el número de la elite, las personas que componen el poder, y un millón  de ejemplares por lo tanto equivale a los lectores que son pueblo alfabetizado. Esto podemos verlo en el caso del asunto Dreyfus, que es un complot antisemita, denunciado por el diario La Aurora en donde Emil Zola escribe su famoso artículo o manifiesto “Yo acuso”. El papel barato, por lo tanto, el papel de madera, constituye una revolución en el mundo occidental, marcando el comienzo de la democracia de opinión. Podemos decir que el papel incluso es la sustancia misma de la democracia, el voto, la ficha, el cartel, el cuaderno, son algunos de los elementos hechos de papel.

Hoy estamos frente a una nueva etapa en la historia del papel, puesto que ha encontrado un enemigo considerable en la desmaterialización de la información con la tecnología digital, los smartphones, las tablets, etc. Empleamos en correcciones y en producir textos que requieren cada vez menos papel, pero hay que recordar que el papel ha ganado otros desafíos, otras batallas venciendo al papiro, al pergamino y sobre todo logró industrializarse, dar la vuelta al mundo y representar hasta el día de hoy uno de los pilares de la economía mundial. El otro problema que enfrenta el papel hoy en día es la cuestión ecológica, una cuestión compleja y doble, puesto que los fabricantes de papel comprendieron que la única manera de asegurar  su  supervivencia era volverse cultivadores de papel, ellos mismos plantan sus propios árboles, produciendo un problema enorme de monocultivos.

A modo de conclusión podemos decir que el papel es un indicador de riqueza estricto. Un americano del norte consume 350 kilos de papel por persona anualmente, un europeo consume 250 kilos por persona anualmente, un africano consume quince kilos por persona anualmente y queda en pie la cuestión de los chinos, hace 20 años China consumía veinticinco kilos por año,  y actualmente en toda la zona en que China está alcanzando un nivel de desarrollo europeo, también alcanzan un consumo de papel Europeo. Si China continúa creciendo a ese ritmo en quince años, solo en China se consumirán 400 millones de toneladas de papel, es decir la totalidad  de la producción mundial, lo cual es imposible puesto que habría que plantar inmediatamente  el doble de árboles para obtener esa capacidad  de producción de aquí a 15 años. Por  lo tanto,  la única solución imaginable para el futuro es el reciclaje, reciclaje como cuestión fundamental en donde el papel es una de las materias más fáciles, puesto que se puede reciclar hasta siete veces la fibra de papel.

Así pues, esta es la aventura de la mundialización que nos ha llevado desde China hasta acá, en América latina, sin embargo es una historia que todavía no ha llegado a su fin y no sabemos bien lo que va a producirse en el siglo XXI. Por lo menos hasta aquí el papel ha ganado todos los desafíos que ha enfrentado.