Probablemente recuerden la imagen televisiva de esa perrita porteña que en el último incendio se refugió bajo un contéiner y luego salió a buscar a sus 9 cachorros, que estaban, sanos y salvos, en un hoyo que ella misma había cavado; todavía no abrían los ojos pero apenas los sacó de la cueva se lanzaron a la leche de su escuálida mamá. Son dos instintos: el maternal y el hambre.

Los instintos son pautas heredadas de comportamiento que están en todas las especies animales. Conductas innatas, no aprendidas, desarrolladas en función de la supervivencia y la adaptación. Ese mismo instinto de la perra, mezcla de cariño, inteligencia y razón, deben haber tenido las lobas y perras que criaron a los más de 130 casos documentados de niños ferales, abandonados por padres alcohólicos, desaparecidos o muertos en la guerra, bebés que crecieron en guaridas, encontrados y amamantados por lobas o perras que los trataron con el mismo cuidado con que la quiltra de Valparaíso trató a sus hijos.

En India, en 1920, un predicador encontró en las afueras de Midnapore, en la madriguera de un bosque, a dos niñas escuálidas, a quienes la madre loba amparaba como si fueran sus retoños. Los nativos que le acompañaban desnucaron a la loba y apresaron a las dos pequeñas. En los primeros meses eran agresivas, arañaban, mordían y atacaban a quienes se les acercaban. Defendían así a su mamá brutalmente muerta. Los ojos les brillaban en la noche y veían perfectamente bien en la oscuridad, su sentido del olfato estaba especialmente desarrollado. Amala y Kamala fueron llevadas a un orfanato y cuando, un año después, Amala enfermó de disentería y murió, Kamala se refugió por semanas en una esquina, aullando todas las noches. Oxana Malaya, una niña ucraniana, abandonada por sus padres alcohólicos, fue encontrada en 1991 en compañía de perros salvajes, de los cuales había adoptado conductas y modales. Gruñía y dormía acurrucada, comía sobras y carne cruda y olisqueaba la comida antes de ingerirla; tenía también, como Amala y Kamala, aguzados el oído, el olfato y la vista. Fue encontrada cuando tenía 7 años y recluida en una clínica para discapacitados de Odessa, en la que seguía gesticulando, tomando agua de la llave y enojándose y ladrando como si fuera un perro. La escritora australiana Eva Hornung, luego de enterarse por las noticias que en las afueras de Moscú había sido rescatado un niño-perro que deambulaba con una manada, viajó a Rusia y se documentó para escribir su novela-testimonio El niño perro (2010). Y así los casos suman y siguen…

El tema de los niños ferales interesa vivamente a la comunidad reflexiva y científica puesto que diluye la diferencia metafísica entre la condición animal y la condición humana. Giorgio Agamben cita en Lo abierto. El hombre y el animal el caso de una niña loba en cuyo modo de actuar la razón y la sensibilidad animal se prolongan una en otra a través de transiciones imperceptibles. Las preguntas son innumerables. ¿Puede acaso hablarse de una naturaleza exclusivamente humana, al modo de una esencia? ¿Qué influye más en la construcción de un sujeto: la herencia, los genes o un determinado medio social y cultural? ¿Puede hablarse de un siquismo humano y de un siquismo animal como radicalmente diferentes? Después de los niños ferales, ¿no habría acaso que revisar la idea de una distancia insuperable entre la condición humana y la condición animal? ¿Hasta qué punto son una y otra maleables y fluidas? ¿No tiene acaso razón Jane Goodall, la antropóloga inglesa que ha vivido por décadas entre chimpancés, cuando afirma que los humanos no somos los únicos animales capaces de resolver problemas, ni los únicos en experimentar alegría, tristeza y desesperación, ni los únicos en conocer el sufrimiento, lo que debiera reducir nuestra arrogancia y eliminar nuestra creencia de que los humanos tenemos un derecho inalienable sobre otras formas de vida para nuestro propio beneficio?

Vuelva el lector a la imagen de la perrita porteña y de las perras y lobas que amamantaron a criaturas abandonadas, y estará probablemente de acuerdo en que la familia animal, sea como sea, es también una familia con todo lo que ello implica.