Tengo la sensación de que hablar del libro electrónico es como poner la última pieza en el rompecabezas digital. En el mundo digital ha entrado la música, la imagen, todas las disciplinas y artes han sido atrapadas por la digitalización de los contenidos culturales o de información y, sin embargo, aún leemos en papel. Todavía el libro, que es un invento de hace más de 600 años, se utiliza como medio de difusión. La pregunta es: lo que ya ocurrió con la música, con el cine y con la creación gráfica, ¿pasará también con el libro? Es decir, ¿terminaremos leyendo finalmente en pantalla y no en papel?

Sobre este tema se ha discutido mucho y lo que podemos notar es que en el último tiempo esta idea cobra una fuerza muy grande. Parece difícil pensar que vamos a recibir una información que no venga con una dirección o posibilidad de ubicarse en Internet.

Lo sorprendente de este tema es que se ha desarrollado muy tarde. Desde el momento en que se digitalizó la información, lo primero que se hizo fue codificar las palabras, las letras y los números. Todo estaba listo para la creación del libro digital, pero no se hizo.

¿Por qué hablamos tan tarde de esto? Más aún, ¿por qué todavía se discute si la lectura de los libros se va a mantener en el papel o va a pasar a la pantalla?

La primera razón de esta problemática es la calidad del libro en papel. Yo no coincido con los profesionales del marketing que dicen que es un producto perfecto. Pero creo que el libro sí es un buen producto. Tenemos que reconocer que el libro es un producto que acumula méritos al seguir igual durante más de cinco siglos. Aunque tiene defectos –no soporta ni el agua ni el fuego, pero eso tampoco lo hace el soporte digital–, el libro tiene muchos aspectos positivos: el texto viene completo y además se puede apuntar en las mismas páginas, por lo que es un sistema bastante eficiente. El único defecto que tiene es que si lo comparamos con un producto digital –que contiene imágenes y sonidos– se vuelve un sistema cerrado y hay que aceptarlo como tal.

Si la historia ha sido tan continua –hasta ahora– para el libro de papel a pesar de sus pequeños defectos, es porque se trata de un producto con grandes méritos.

No pasó con el libro lo que pasó con la música. A finales de los años 90 aparecieron sitios web que permiten a los usuarios subir y descargar contenido musical. Ese fue el caso de Napster que, por lo demás, tuvo problemas políticos en relación a la propiedad de los derechos de autor. Aún así, este sitio tenía 700 mil personas conectadas a la red para intercambiar música y alcanzó 65 millones de usuarios, lo que desencadenó el estímulo inicial de la música digital.

El gran éxito no lo constituyó la aparición del Ipod (la pequeña máquina que nos cabe en la mano y que se convierte en un símbolo de la experiencia de tocar ligeramente con sólo un dedo un producto muy fino). El Ipod aparece en 2003, pero el éxito con relación a la música digital está dado por el sitio desde donde el usuario puede descargar y almacenar su música y crear una lista de sus temas favoritos, al tiempo que puede ver las listas de música de sus amigos. El éxito, entonces, es el del sitio que permite a la gente organizar sus contenidos de sonido digital.

Entre 2003 y 2005 ocurrió un cambio brutal. En 2003 había un millón de canciones disponibles en menos de 50 plataformas. En 2008, en cambio, hay más de 500 plataformas para descargar 6 millones de canciones diferentes. Es decir, la música digital se impuso y aunque todavía se puede escuchar música clásica sobre viejos soportes, se produjo el paso de un formato a otro de manera decisiva entre 2003 y 2005.

Con el video estamos en el mismo proceso. En el año 2000 el DVD se impuso en varios países de manera contundente y mayoritaria para ver películas o documentales. Tras la aparición de YouTube, vemos todos los síntomas que se encuentran en la red, a la misma velocidad como se produjo con la música. Algunos síntomas son muy obvios, como la piratería o la actividad de las grandes empresas que producen películas al enfrentarse a una salida mundial sin control específico del estreno –a qué país llegará primero la película– ya que en Internet todo se vuelve simultáneo y sin control alguno.

De esta forma nos encontramos con que se produjo para la música y para el video la digitalización. ¿Y el libro?

La sensación que tengo es que hubo una primera etapa y hay síntomas de que estamos entrando a una segunda etapa. La primera etapa es una digitalización del libro, pero no del contenido en sí, sino más bien del proceso de promoción, distribución y de marketing, es decir, todo lo que tiene que ver con “llevar el libro a las personas”.

Amazon no es poca cosa en este ámbito. Como vendedora de libros es una empresa que factura 6 mil millones de dólares anuales en 200 países. En diciembre de cada año se mide cuántos libros puede vender Amazon en un solo día antes de las fiestas. El 10 de diciembre del año pasado la cantidad fue de 4,5 millones de libros vendidos el mismo día. Pero éstos son libros físicos, no son virtuales.

No hay escritor relevante que no tenga un sitio web. Es obvio que si alguien desconoce, por ejemplo, a Bolaño, irá a Internet a buscar información sobre el escritor. De esta manera hay una vida digital alrededor del libro. Pero, insisto, no existe el libro digital como tal. Más aún, la historia del libro digital como tal es una historia de fracasos.

La verdad es que se hicieron muchos ensayos que no consiguieron agrupar a un número de personas suficientes para convencer a todos, tanto a profesionales como al público, de pasar del libro en papel al libro en pantalla. Hasta el año 2000 hubo muchos fracasos. Por una parte se intentó hacer un e-book (una máquina específica para leer en pantalla) y también los movie pocket, un invento de una empresa para mover textos y agregarlos a una agenda electrónica. Recordemos que Amazon intentó vender ficheros y fracasaron. Sony intentó también vender ficheros en Japón en 2004, y también fracasó. En fin, fueron sólo intentos.

¿Por qué ahora se habla de alguna posibilidad del libro digital? Bueno, primero porque se tuvo que estudiar el tema para asegurar el futuro del libro electrónico. Pero también es porque algo se mueve… Hay lugares, hay ciertos sectores y dinámicas que nos hacen pensar que por primera vez se puede hacer un libro digital y hasta cofradías de editores ingleses que forman parte de una tradición que data de 1401 –antes incluso del invento de la imprenta de Gutenberg– aceptan que estamos en la era del libro digital.

¿Hay libro digital o no? Un lugar donde parece que sí existe es en Japón. En ese país hoy el 3% del mercado de los libros es digital. El pronóstico es que en 2012 vamos a tener en el mercado japonés un 10% de facturación por libros digitales. Cómo funciona esto en Japón: por medio del teléfono celular. En éste es más fácil escribir verticalmente y el ideograma es más adaptable. En los celulares han llegado a aparecer novelas, y novelas románticas muy importantes como la conocida Enlaces de amor.

Si uno mira las diez novelas más vendidas en Japón el año pasado, se va a encontrar con que cinco de ellas fueron escritas para ser leídas en el celular. Es decir, existen novelas que salieron primero como libro digital y que luego han pasado al papel.

Un segundo ejemplo de esto son los mangas. El 40% de las personas en Japón que lee libros en pantalla lee mangas. Esto podría incrementarse, de aquí al año 2012, de 3% a 10%, de manera que el proceso va muy rápido.

Por otro lado, se puede notar que hay una oferta de un soporte de lectura hecho por Sony, el Sony e-book, que es un dispositivo con una pantalla que permite hacer aparecer varios textos y leerlos, y que incluye una biblioteca virtual de 80 mil libros. Entonces hay un proceso que tiene sentido y que hace pensar que, por ejemplo en el caso de Japón –un país muy atrevido desde el punto de vista de las tecnologías–, vamos a ver personas que van a pasar de la lectura en papel a la lectura en pantalla.

Lo otro importante es que por primera vez tenemos un enfrentamiento entre dos ofertas potentes de soporte de lectura digital. El año pasado nació el Kindle, un dispositivo para leer de Amazon, que tiene asociada una biblioteca de 125 mil libros. Esta máquina tiene una conexión a Internet y permite tomar notas, cambiar el tamaño de las letras, sacar las citas que más interesan, dar importancia a ciertas partes del texto, etc. Es un producto que ofrece una serie de funciones bastante impresionantes. Y tener la posibilidad de mezclar la lectura con ciertos sitios, hace de esto algo atractivo, que se convierte en una oferta de verdad.

Entonces, hay una lucha obvia, aunque se trata todavía de ofertas muy definidas, lo que nos hace cuestionarnos sobre si vale la pena abandonar el papel y pasar definitivamente a la pantalla.

Yo no me atrevería a decir cómo le irá al Kindle. Lo único que ha dicho el director de Amazon es que cuando él ofrece un texto tanto para el Kindle como para el papel, el 6% de las ventas son digitales y 94% papel, entonces vemos una ligera entrada. Ahora, ¿cuántos kindles se han vendido? No se sabe. Es cierto que por el momento sólo se venden en Estados Unidos, la lista de espera para conseguir uno es muy larga, pero quizás se hace para estimular la demanda y hacer pensar a la gente que es algo precioso, y que vale la pena esperar por el producto.

Por otro lado ya hay sectores que viven en el mundo digital. Por ejemplo, el mundo académico de publicaciones científicas ya migró en una gran parte desde el papel al formato digital. Lo mismo ocurre con revistas sumamente sofisticadas sobre temas en específico. El otro ejemplo son las enciclopedias y los diccionarios, como el caso de Larousse, que por fin tomó la decisión de enfrentarse con Wikipedia creando un sitio en Francia donde existe la contribución de la audiencia. Más impresionante aún: hace dos semanas la Enciclopedia Británica hizo lo mismo (reconociendo con esto que es casi imposible que se vuelva a publicar una Enciclopedia Británica en el papel) poniendo tres versiones en Internet: una es la Enciclopedia Británica clásica, otra la versión de los expertos-reconocidos por la Enciclopedia Británica y por último la versión del público, tipo Wikipedia.

¿Cuál es mi pronóstico respecto a Larousse y la Enciclopedia Británica?… Creo que van a fracasar, porque no hay manera de decirle a un público que tiene toda la posibilidad de actuar y de intervenir en el mundo de Wikipedia: “Bueno, ahora tienen que delimitar su actividad, que va a ser vigilada por unos profesionales que decidirán de manera definitiva lo que es y no es”. Además, encontrar un contenido supone pasar por un motor de búsqueda. Wikipedia tiene muy buenas referencias cuando uno hace una búsqueda, lo que no ocurre con Larousse. Por eso me parece que de todas maneras esos sectores –el diccionario, la enciclopedia, y hasta las guías de restaurante–, pasarán al libro digital.

¿Qué es lo que se demora con gran sorpresa? El mundo de la escuela. Todavía los jóvenes que van a la escuela llevan libros y hay pocos experimentos que hagan pensar en que la situación vaya a cambiar de manera rápida. Algo similar ocurre en cierta medida en el mundo de las universidades. Lo obvio sería prescindir de los libros el segundo año de universidad y dar un libro electrónico donde estén todos los títulos contenidos en cada curso. Esto, sin embargo, no aparece por el momento en ningún país –digo por el momento porque sé que hay quienes se están formando ese camino.

Hay claramente unos criterios que favorecen la salida desde el papel hacia la pantalla.

La primera cosa, es la necesidad o el interés por el texto de tener una referencia fuerte, de tener un Index. Eso explica la presencia de los diccionarios, de las enciclopedias, de las guías.

La segunda cosa es la fragmentación del texto: si leemos textos en la pantalla de un celular, es más fácil leer un texto fragmentado que un texto continuo. En busca del tiempo perdido de Proust o el Quijote, se transformarían en una tarea terrible, aunque hace poco, a través de un Twitter (que es una manera de enviar mensajes que no superan los 160 signos desde un celular a un sitio web), existe una persona que ha mandado todo el Ulises de Joyce a través del celular. Se demoró un tiempo, pero bueno, demuestra voluntad conseguir esto.

El tercer criterio es la necesidad de poner el texto al día. Esa es la razón por la que las publicaciones científicas pasan a la pantalla, ya que lo que está en el papel tiene un proceso muy lento de modificación, mientras que lo que está en la pantalla está digitalizado y es mucho más fácil modificarlo. También en lo que se refiere al acceso, rápido y fluido, es mejor lo digital.

Por último, todos los textos y libros tienen la posibilidad de enriquecerse al permanecer en un sistema abierto. Yo creo que la diferencia entre un libro de papel y un libro digital, es la de pasar del sistema cerrado a un libro que está conectado con la red, conectado a una base de datos, un sistema y una lectura mucho más abierta. Tengo la creencia profunda de que ese sistema abierto, el libro digital conectado a Internet, puede tener éxito porque en este momento hay un gran cambio en el comportamiento de las audiencias, que se resumen en tres rupturas: una es dar el paso desde la conexión fija a la conexión móvil, la segunda es el cambio de la identidad –muchas personas ahora no se conectan como individuos sino como miembros de una red social–, y el tercer punto es que la gente pasa del saber a la experiencia compartida de una red social, lo que refleja una audiencia que valora la posibilidad de tener una actitud activa. Entonces, la información que no permite una actitud activa, es una información que se menosprecia.

El libro digital conectado a la red permite esta actitud activa de la audiencia. En este aspecto el libro digital corresponde al cambio de los comportamientos. Lo que me hace pensar de manera muy distinta lo que expliqué al principio de la charla, porque al principio hablé de la gran búsqueda que se mantiene del soporte –he visto 18 dispositivos para leer y que se comercializan en el mundo, incluyendo el Iphone–, en circunstancias que hay que reconocer que el texto está en todas las pantallas, y que de hecho el libro digital está ya entre nosotros, aunque como está en todos los soportes no podemos ver que el proceso está en marcha.

Existen tres tipos de pantallas, hay unas que tienen que ver con la comunicación del teléfono, hay otras que tienen que ver con el trabajo, y por último, las que tiene que ver con el ocio (la consola de juego, la del Ipod) y en todos estos soportes pueden entrar los textos. Mi visión en este momento es que entramos en el libro digital y que existe la posibilidad de un dispositivo definitivo, y aún más, que es probable que dentro de unos años más existan libros para leer en el celular, en el Ipod, en el Iphone, en todos los soportes en que pueda incluirse el texto. Con esto el libro digital por fin va a llegar y tomar una parte no pequeña del mercado, lo que nos hace pensar que el problema no es tanto saber si esto va o no a producirse, sino hacer una lectura de esta hipótesis: ¿qué va a pasar con la lectura en la pantalla conectada a Internet, cuál será la experiencia de la lectura? Para mí es una pregunta muy interesante y compleja.

El libro digital nos va a hacer entrar en un sistema más abierto. En este momento se puede contar en Google con 40.000.000 de páginas indexadas en Internet. Eso quiere decir que el texto digital que vamos a leer en Internet va a estar metido en un océano de posibilidad de conexiones. Entonces, primero, vamos a tener una lectura horizontal sin límites, que habrá que aprender a manejar y, segundo, vamos a necesitar una biblioteca. En el mundo digital va a ser necesario organizar la biblioteca y, por el momento, la oferta enorme no pone en primer término este punto. Yo creo que es una idea que hay que guardar: el texto al pasar del papel a la pantalla no gana nada, pero el texto al pasar del sistema cerrado del papel al sistema abierto, a toda una biblioteca de todo el mundo virtual en el soporte digital, va a significar otro libro, y esta es la promesa y el interés que tenemos en este cambio. Es decir, que no vamos a tener solamente el libro digital, sino toda una biblioteca detrás del libro cada vez que miremos una página en el mundo digital.