Hace unos días volvió a pasar. Siguiendo links llegué a un texto que hablaba sobre periodismo y periodistas, y que terminaba enunciando algunos nombres de quienes escriben crónicas y piezas periodísticas cálidas y cercanas a la realidad. El listado incluía a Reportero Veterano Hard Core, Escritor Famoso 1, Escritor Famoso 2, Cronista Reconocido 1, Cronista Reconocido 2, Cronista de Medio Pelo, Cronista-Escritor de Producción Nacional, Cronista-Escritor Glorificado, Cronista Hard Core, Cronista-Editor, y a Leila Guerriero. Entre diez nombres de hombres reconocidos y celebrados solo había un nombre de mujer, y era Leila.
No tendría mayor importancia si no fuera porque ocurre con demasiada frecuencia. En los círculos de aquellos que han dado en llamarse cronistas porque las corrientes periodístico-literarias, más la Fundación Conocida y Querida por Todos (FCQT), más un par de revistas sofis, han otorgado un halo de glamour al término, suelen predominar los nombres masculinos. Los paneles donde son solo hombres los que se reúnen a hablar sobre el sagrado arte de escribir crónica; recuerdo casi con flojera cómo año tras año se realizaba la famosa “mesa de los cronistas” de la Feria Famosísisma del Libro (FFL) que siempre tenía a los mismos individuos sentados hablando de, ya saben, hacer crónica. La lista “Diez libros para periodistas” publicada por una de las revistas sofis, en la que nueve de los títulos sugeridos tenían por autor a un varón. El libro aquel muy bueno, compendio de textos sobre Amé- rica Latina, cuyo editor se llevó amonestaciones varias porque los trece autores eran hombres.
El medio de comunicación centroamericano independiente y chingón cuya alineación estrella está formada solo por hombres. El espacio académico-periodístico virtual de reciente surgimiento en México, en cuyo equipo editorial, nop, tampoco hay mujeres.

Como muchas otras mujeres periodistas-escritoras-cronistas, he hablado, comentado, pataleado, bromeado y cuestionado a mis colegas sobre el asunto, y las respuestas van desde los honestos mea culpa a los que te dicen «claro que incluimos mujeres, ahí están Leila Guerriero y Alma Guillermoprieto» (a quienes adoramos, que no quede duda), para llegar a los mentecatos que te sueltan un «es que no hay mujeres cronistas» (¡grrrrrr, grrrrrr!).

Hay desde luego también un movimiento que incluye y considera a las mujeres. La FCQT suele ofrecer espacios con equilibrio de género, tanto en la conformación de sus equipos como en la formación de grupos para impartir talleres. Bravo.
Y algunos medios empiezan a reconocer el trabajo de sus reporteras –muchas de las cuales están ganando premios– y las impulsan y motivan. No es que estemos taaaan mal, pero todavía nos falta, nos falta; hay que seguirle talachando para que la máquina siga caminado pa’lante.
Por el rollo anteriormente expuesto, decidí que sería buena idea compartir diez crónicas escritas por mujeres que no son Leila Guerriero, nomás por el gusto de recordar y recordarnos que, aunque a veces no se vea, a fuerza de zapato y pluma las mujeres sí somos copropietarias del elíseo croniquil. Estas son diez crónicas seleccionadas sin más rigor que mi gusto personal y mi buena memoria. Las comparto en orden alfabético y espero que las disfruten, las comenten, las recomienden, y nos recomienden las suyas.
1. María Fernanda Ampuero, «¿Que no ves que estamos en crisis?» (en Gatopardo).
2. Catalina Gayà, «Larga distancia» (en Gatopardo).
3. Thelma Gómez Durán, «Vivir de los migrantes» (en En el camino).
4. Cecilia González y Eugenia Zicavo, «Un amor eterno de seis días» (en Anfibia).
5. Josefina Licitra, «La vaca sagrada» (en Anfibia).
6. Vania Pigenoutt, «Los niños del opio en Guerrero» (en El Universal).
7. Daniela Rea, «Las voces de todos los muertos» (en Cosecha Roja).
8. Alejandra Sánchez Inzunza, «Se busca (muerto) al juez Odilón de Oliveira» (en Etiqueta Negra).
9. Magali Tercero, «Culiacán, el lugar equivocado» (en Letras Libres).
10. Marcela Turati, «El dormitorio más triste y solo de Ayotzinapa» (en Proceso).