No estábamos listos para salir en televisión.
Los tres fundadores de Ojo en Tinta veníamos del periodismo escrito; nos conocimos haciendo la práctica en Artes & Letras de El Mercurio. Compartíamos el interés por los libros, con distintas aproximaciones: Patricio es un obsesivo del periodismo y los medios; Pablo, un lector voraz y fanático de los vinilos; Nicolás, un convencido de que la cultura debe tener un espacio en la televisión.
Hace cinco años nos reunimos en un bar de Manuel Montt, pedimos una ronda de cervezas y una chorrillana y armamos un proyecto que nació como un podcast y luego devino revista digital, ojoentinta.com, en la que queríamos desacralizar el libro, chasconearlo. En 2014 y 2015, contra todo pronóstico, ganamos fondos concursables para financiar un programa de televisión sobre libros, en el que hemos tenido la fortuna de sacarlos a la calle.
No teníamos muchos referentes en Chile. Queríamos hacer algo distinto de los respetables La Belleza de Pensar, Ojo con el Libro y Off the Record. Sí compartíamos buenos recuerdos de El Show de los Libros, conducido por Antonio Skármeta (1992- 2002), y destellos fugaces de la presencia de libros mientras corrían los créditos de Tolerancia Cero. No era mucho. Entonces buscamos referentes extranjeros y, de todo lo que vimos, el programa argentino Ver para Leer (2007-2010), con el escritor y periodista Juan Sasturain, se convirtió en un favorito. Un capítulo empezaba con él buscando libros gordos para equilibrar una cama coja. Los libros bajaban de la biblioteca para cumplir una noble función.
Con esa excusa hablaba de Joyce, Pound, Borges y García Márquez. «Los libros gordos tienen tres problemas –decía mirando a cámara–. Primero, como son muy pesados, si te los llevás a la cama te aplastan el esternón. Segundo, son caros. Tercero, son muy difíciles de afanar.»

En la primera temporada de Ojo en Tinta tuvimos 12 capítulos, 12 microdocumentales, 36 entrevistados y 60 personas leyendo, a trastabillazos, en la calle. Cada capítulo es temático: del amor al humor, de la ciencia al terror. Y las 3 entrevistas de cada capítulo las hacemos nosotros. Son 5 ó 7 minutos de conversación relajada, como si estuviéramos en el bar de la esquina hablando con un viejo conocido. Así descubrimos que las fuentes de soda, las peluquerías, los parques, los cafés con piernas, las capillas y los botecitos de la Quinta Normal pueden ser buenos lugares para hablar de libros. También

nos infiltramos en bibliotecas privadas para saber qué leen las personas, cómo leen, qué acumulan, cómo las ordenan. Así, por ejemplo, aprendimos de José Luis Torres (antes publicista, ahora poeta) que los libros no son celosos. El poeta, además, nos recomendó tener libros de Paulo Coelho, porque siempre hay gente que te pide libros y tú sabes que no te los van a devolver.
En la segunda temporada sumamos como asesores al cronista Francisco Mouat (con quien grabamos una memorable entrevista cuyo registro se nos borró; sospechamos que por obra y gracia del Empampado Riquelme) y al académico Ignacio Álvarez. Para Mouat lo importante es dar voz a los que nunca han tenido tribuna en televisión: invitamos a autores como Natalia Berbelagua, Kena Lorenzini y Thomas Harris.
Para Álvarez era importante que no fuera un programa de literatura sino sobre libros. Por eso hay libreros, como el dueño de Muñoz Tortosa-Libros de Ocasión, o la encuadernadora Olaya Balcells, cada uno con interesantísimas historias.
Ojo en Tinta mantiene su esencia de circo pobre pero honrado, de local atendido por sus propios dueños. Entre los tres definimos los temas, conseguimos los entrevistados, gestionamos los libros, las locaciones, administramos las redes sociales y escribimos los guiones. En materia audiovisual contamos con Marcelo Kiwi y Juan Eduardo Castellón, a quienes contactamos después de ver su serie Chile, país de reyes.
Hoy afrontamos el clásico desafío de buscar auspiciadores con términos que eran lejanos para nosotros, que nunca nos sentamos a pensar que para hablar de letras en televisión tenían que cuadrar los números: costo por contacto, rating, ventas, rentabilidad. ¿Habrá una tercera temporada de Ojo en Tinta? ¿O nos sumaremos al panteón de la nostalgia de los espacios culturales? ¿Llegaremos con los libros a la televisión abierta? No sabemos, pero daremos la pelea.
No estábamos listos, pero aquí estamos. Llegamos a la tele.